Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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¿Está aquí? (Maratón 1)
—Stephan, llévalo a los calabozos, le daré un trato especial— seguía enojado.
Siempre estuvo en contra de esas cosas, pero sobretodo, ahora, alguien había intentado dañar a la joven que por primera vez hizo latir su corazón de una forma diferente, al igual que alborotar sus pensamientos.
El primer capitán solo obedeció, sabía a lo que se refería su general, había estado con él muchos años, como para saber en qué momento, el demonio que llevaba dentro, quería salir.
—Lo siento, a partir de ahora, el primer capitán te cuidará, al parecer ya se conocen— salió, dejando a Johana confundida y a Stephan, molesto, pues no se consideraban niñera de nadie.
Por otra parte, en el calabozo de aquel lugar, se encontraba el joven atrevido, amarrado de manos, colgando de una viga.
—Señor por favor, ayúdeme, me estoy desangrando— suplicaba.
—¿Sabes cuál es la maldición de mi familia?, bueno al ser nosotros parte de esta familia, nos tocaron ciertos dones, en mi caso, leer los pensamientos del resto de la gente, solo con tocarlos y adivina qué. Leí tus malditos y pervertidos pensamientos cuando estabas arriba, todo lo que imaginaste hacerle a aquella joven, es algo que yo no puedo pasar por alto—
Sacó una navaja de su pantalón y se acercó al hombre. Hizo cortes exactos y precisos por diferentes partes de su cuerpo, haciendo que este se desangrara. El dolor era insoportable, no paraba de gritar por ayuda. Donatello solo le quitó el abrecartas y lo limpió con un pañuelo.
—Diremos que moriste en un atentado, aunque nunca dejo que mis hombres pierdan la vida, en esta ocasión habré hecho una excepción— terminó de limpiar su navaja y salió del lugar, dando órdenes precisas de no entrar al calabozo.
Pronto los diferentes comentarios se hicieron escuchar. “¿Por qué un general defendía a una ladrona?”, “si es la única mujer, es obvio que nos queramos divertir, llevamos mucho tiempo sin ese tipo de actividad “, “¿será que el general la quiere solo para él?”, “deberían aprender a respetar a una mujer, ella no se anda ofreciendo”, “malditos animales, deberían cuidar su boca, podrían ser los próximos”.
Los regimientos estaban divididos, muchos apoyaban la decisión del general y otros pocos no, pues tenían una mentalidad machista, donde una mujer estaba por debajo de ellos.
—¿Se hizo lo que pedí?—
—Deberían de llegar en la madrugada, me encargué yo mismo de que fueran los mejores hombres—
—Así como el que enviaste a cuidarla— un golpe resonó en el despacho, Donatello golpeaba a puño cerrado, la cara del primer capitán.
—Me disculpo por eso, le aseguro que no volverá a suceder— después de haber caído al piso, se levantó, limpiando la sangre que había salido a causa del golpe.
—Tenías razón. Ella se volverá mi prioridad de ahora en adelante y al ser mi mano derecha, en ti recae su seguridad, asegúrate de que esté bien, tranquila y que no le falte nada— ordenó.
—Como diga general— hizo una reverencia y se retiró, debía seguir cuidando a Johana.
Si bien eran familia, Stephan respetaba por encima de todo a Donatello. Lo había visto crecer y avanzar en su vida, veía cada logro a base de esfuerzo, él haciéndole segunda en todo, tanto cosas buenas, como cosas malas, así que si había decidido abrir su corazón para creer en el amor, lo apoyaría en todo, pero no le gustaba lo maldito que podría llegar a ser por causa de eso que el llamaba, sentimiento desconocido.
Cómo ya era de noche, simplemente cenaron y las personas que se quedarían hacer guardia, son los que se mantuvieron despiertos, el resto se fue a la cama, incluida Johana, que para su mala suerte, no quiso comer en su momento y ahora que ya tenía hambre, no había nada más para ella.
—Debió comer cuando se lo dijo el general, no es de las personas que ruega, ni siquiera a sus personas importantes— se burlaba de ella. Por supuesto Stephan no dormiría esa noche, pues tenía una misión importante, cuidar de su futura prima.
—Me está dando maneras de morir, la inanición es una de ellas— se mantenía caprichosa.
En ese instante, el joven capitán, solo pudo romper en una carcajada, sabía que su general la tendría difícil con esa mujer.
Por otra parte, en el condado, un grupo de bandidos había entrado e ido directamente a la mansión del conde.
—Ladrones, bandidos. Protejan a la familia Chian— se escuchó decir a un guardia, mientras cabalgaba para dar aviso a todo al que pudiera.
Algunos bandidos peleaban contra los guardias, mientras que un par más de ellos, iban directamente a los establos, ellos tenían una misión y la completarían con éxito. Sacaron a varios caballos, entre ellos Stor, los dirigieron a un bosque y allí dejaron que otros más los llevara a dónde ya esperaban por ellos.
Tenía que parecer un ataque de verdad, así que utilizaron sus mejores técnicas de combate y también, saquearon casas, claro sin hacerle daño a nadie que fuese un simple habitante, aunque después de un tiempo, se fueron alejando con el botín obtenido.
Los guardias y señores del condado, agradecieron que fuera así, pues no podían lidiar contra ellos, ya que nunca habían sido muy buenos para pelear.
Cuando ya estaba amaneciendo, Johana se despertó con algunas lágrimas en los ojos, escuchaba el relinchar de su amigo y no pudo evitar extrañarlo, cuando apenas se estaba despertando.
La cuestión fue que no solo lo escuchó en sus sueños, también podía oírlo afuera de esa habitación. Volteó y pudo ver que la ventana estaba abierta, entonces con lo que traía puesto, se levantó y salió al balcón para mirar.
Sus ojos se cristalizaron y las lágrimas comenzaron a caer por si solas.
—Él dijo que esto la haría feliz, veo que tenía mucha razón— sonrió burlón
—¿Habla de ese mal hombre?—
—Si fuera malo, no se hubiera puesto en peligro para ir personalmente por su caballo, ¿sigue teniendo la misma opinión señorita?—
Sabía perfectamente que todo ese plan fue puesto en marcha desde que salieron de su campamento, tomando en cuenta la decisión que pudiera tomar el conde, así que en realidad, el general no tuvo que mover ni un solo dedo para llevarlo a cabo, solo dijo: HÁGANLO y se hizo. Pero nunca venía de más ponerle de su propia cosecha a una versión.
Johana solo bajó la cabeza, recordaba como lo había tratado el día anterior y no sabía cómo mostrarse ante él para siquiera darle las gracias.
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Buen día.
Me disculpo por no haber actualizado, la verdad he estado ocupada estos días. Ahora les dejaré aquí un pequeño maratón... Espero que lo disfruten.
gracias por escribir