Valeria Intriago y Esteban Miller son una pareja que parece perfecta, pero todo se derrumba cuando ella descubre que él la engaña con su mejor amiga, Camila García. Devastada, Valeria decide vengarse y comienza un juego peligroso de seducción con el hermano de Esteban, quien también tiene sus propios secretos oscuros.
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Un Beso por Venganza
Los días pasaban, y Valeria jugaba bien su papel.
Desde aquel encuentro con Esteban en el centro comercial, su mente había estado trabajando sin descanso en una idea que, aunque arriesgada, le parecía perfecta: usar a Damián para hacer sufrir a Esteban.
Sabía que su ex pareja todavía tenía cierto interés en ella, lo vio en sus ojos, en la forma en que la recorrió con la mirada. Y si algo conocía bien de Esteban, era su orgullo enfermizo.
Nada le dolería más que verla con otro hombre.
Y no cualquier hombre, su hermano.
Damián.
El atractivo, carismático y enigmático Damián.
Si quería hacerle daño a Esteban, tenía que hacerlo bien. Y la mejor manera de lograrlo era conquistando a su hermano.
Así que lo invitó a cenar.
No solo para acercarse más a él, sino para asegurarse de que cuando Esteban se enterara, le ardiera la sangre.
Cuando Damián llegó a la casa de Valeria, la encontró más hermosa que nunca.
Llevaba un vestido negro que abrazaba sus curvas, resaltando su figura. Su cabello caía en ondas suaves, y su perfume era una mezcla embriagadora de dulzura y seducción.
Damián la miró con una sonrisa ladina.
—Vaya, Valeria… si querías dejarme sin palabras, lo lograste.
Ella le sonrió de forma coqueta, disfrutando la reacción.
—Solo quería que la noche fuera especial.
Se sentaron a cenar.
Conversaron, rieron y bebieron vino.
Damián tenía una facilidad increíble para hacerla sentir cómoda, y Valeria lo aprovechó. Poco a poco, fue acercándose más a él, tocándolo sutilmente, dejando que su voz sonara más dulce, más provocativa.
Sabía jugar este juego.
Sabía cómo seducir.
Y Damián no era inmune a su encanto.
Sus miradas se hicieron más intensas, más cargadas de algo que estaba a punto de explotar.
Y entonces, cuando el momento fue el adecuado, Valeria tomó la iniciativa.
Se acercó lentamente y, sin darle tiempo de reaccionar, lo besó.
Fue un beso calculado, pero ardiente.
Lo besó con la misma pasión con la que quería hacer sufrir a Esteban.
Quería que Damián se entregara a ella.
Quería conquistarlo.
Sus labios se movieron con hambre, y cuando él respondió, profundizando el beso y tomándola de la cintura, supo que estaba funcionando.
Él también la deseaba.
Por un instante, Valeria se dejó llevar.
Sintió su calor, la firmeza de sus manos, la forma en que la devoraba con los labios.
Pero entonces, inesperadamente, Damián se apartó.
Valeria lo miró, atónita.
No entendía qué había pasado.
Damián respiraba con dificultad, su pecho subía y bajaba de manera agitada.
Pero en su rostro…
Había algo que no esperaba ver.
No deseo.
No satisfacción.
Sino… culpa.
—No puedo hacer esto, murmuró él, apartando la mirada.
Valeria sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Qué?
Damián suspiró, llevándose una mano al cabello en un gesto frustrado.
—No quiero ser parte de un juego, Valeria.
Su corazón dio un vuelco.
¿Acaso él…?
—¿De qué estás hablando? intentó sonar confundida.
Pero Damián la miró fijamente, con una expresión que la hizo sentir descubierta.
—Sé que te acercaste a mí por mi hermano Esteban.
Las palabras fueron como una bofetada.
Por un instante, sintió que el suelo se movía bajo sus pies.
Pero Valeria no era una mujer que se dejaba intimidar fácilmente.
—Eso no es cierto.
Damián soltó una risa baja, sin humor.
—No soy estúpido.
Valeria apretó los puños.
No podía negar que había querido que Esteban la viera con Damián. Pero ¿cómo demonios él se había dado cuenta?
Damián la observó con una intensidad que la hizo sentir vulnerable.
—No te culpo, Valeria.
Eso la desconcertó.
—¿No?
Él negó con la cabeza.
—No. Porque entiendo lo que se siente querer hacer daño a alguien que te lastimó.
Hubo un largo silencio entre ellos.
Valeria sintió que su corazón latía con fuerza, pero no de deseo, sino de incertidumbre.
Damián no era como los hombres que había conocido antes.
Él la había leído como un libro abierto.
—Pero yo no juego así, continuó él. No soy un peón para venganzas. No quiero ser el medio para que lastimes a tu ex.
Valeria sintió que la rabia la consumía.
—¿Y si te digo que no es así?
Damián sonrió de lado, con una expresión que la hizo sentir expuesta.
—Entonces estarías mintiendo.
Ella no respondió.
No podía.
Porque él tenía razón.
Damián se puso de pie.
—Valeria, eres una mujer increíble. Hermosa, inteligente y fuerte. Pero no voy a ser parte de tu venganza.
Ella sintió su orgullo retorcerse.
—¿Así que me rechazas?
Él suspiró.
—Sí.
Valeria sintió un nudo en el estómago.
No estaba acostumbrada a ser rechazada.
No por un hombre como Damián.
Y sin embargo, ahí estaba él, alejándose de ella.
Sin mirarla una vez más, caminó hacia la puerta.
Antes de salir, se detuvo y habló con voz grave:
—Cuando estés lista para algo real, búscame.
Y se fue.
Valeria se quedó sola, con los labios aún hormigueando por el beso y el corazón latiendo descontroladamente.
Pero esta vez…
No por deseo.
Sino por algo que nunca pensó que sentiría con su plan de venganza.
Duda.
Porque, por primera vez, se preguntó…
¿Realmente quería lastimar a Esteban… o quería que Damián la mirara como lo había hecho esta noche?
Y eso la aterraba más que cualquier otra cosa.