En un mundo lleno de secretos familiares, traiciones y sueños rotos, Maite está a punto de enfrentar la decisión más importante de su vida. En el día de su boda, descubre que todo lo que creía saber sobre su familia era una mentira. La verdad sobre su relación con Alex, su futuro y la verdadera razón de su compromiso empiezan a salir a la luz. Maite Descubre que, aunque el amor pueda parecer eterno, las mentiras pueden destruirlo todo, Pero ¿Será el amor lo suficientemente fuerte como para sanar viejas heridas? ¿Será capaz Maite de desafiar las expectativas y construir su propio destino, o cederá ante las presiones de aquellos que la rodean? Acompaña a Maite en su viaje hacia la verdad y la libertad, en una historia llena de giros inesperados, decisiones difíciles y la búsqueda de su propio futuro.
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Llamamé Cristopher
Llevo una semana trabajando en esta empresa. Relativamente, todo ha ido bien. Últimamente paso mucho tiempo con Abigail, quien me cae bastante bien.
—Maite, la jefa te necesita. —Me informa una de mis compañeras.
Me levanto y camino hacia el despacho de Lizeth. Ella me ve parada en la puerta y, mientras habla por teléfono, me hace señas para que entre.
—Sí, todo está listo. Hoy mismo se firmará el contrato. Bueno, más tarde te llamo. —Cuelga la llamada y se dirige hacia mí.
—Ve al Grupo Luming. Tienes una cita a las 2. Este contrato está en tus manos, discute con las nuevas cláusulas del contracto con el CEO.
Asiento levemente mientras me pasa el contracto.
—Entendido, me pondré en marcha.
Salgo de la empresa y tomo un taxi. Durante el trayecto, repaso mentalmente las cláusulas del contrato y el negocio en marcha. Mi experiencia previa en Londres me da confianza; allí aprendí a manejar diferentes tipos de contratos y estrategias comerciales.
Una hora después, llego al Grupo Luming.
En la recepción, una joven me atiende.
—¿En qué puedo ayudarla?
—Tengo una cita con el CEO. Soy la subgerente del Grupo Atlas.
—Permítame un momento. —Toma el teléfono y hace una llamada. Tras colgar, me indica: —Puede subir, la están esperando. Este joven la acompañará.
Un asistente me guía hasta el ascensor. Mientras subo, no puedo evitar admirar la arquitectura impecable del edificio. El ambiente es una mezcla de profesionalismo y entusiasmo.
Al llegar al último piso, la Secretaria del Ceo, una mujer mayor con una sonrisa amable, me recibe.
—Soy Maite, la subgerente del Grupo Altas.
—Puede pasar, la están esperando. - me indica.
Camino hacia una puerta cerrada. Toco suavemente y una voz masculina me invita a entrar. Doy un profundo suspiro y empujo la puerta.
Cuando ingreso, me detengo, impactada. Cristopher está aquí. Él es el CEO del Grupo Luming.
Mi corazón late con fuerza al reconocerlo. Desde el hospital no lo había vuelto a ver. Respiro hondo y adopto mi postura más profesional.
No dejaré que sin sentimiento personales se interpongan en mi camino.
—Señor Orwell, soy Maite, la subgerente del Grupo Altas.
Él levanta la mirada de unos documentos, cuando nuestras miradas se unen puedo sentir que sus ojos verdes me analizan por un momento. Su mirada, intensa y penetrante, parece descifrar hasta mis pensamientos más ocultos.
—Tome asiento. —Su voz es fría y seca.
Camino hacia su escritorio y me siento, quedo asi frente a él, Pero su presencia es tan abrumadora que me siento congelada. Luego de unos segundos retomó la compostura.
—Señor Orwell, estoy aquí para discutir la última actualización del contrato. Aquí tiene una copia.
Él asiente mientras le paso el documento.
—Se realizaron cambios en el artículo 54, respecto a la patente del nuevo medicamento. Ustedes tendrán el 79 % de la producción, pero se incrementará el ingreso en un 1.5 %.
Pasamos media hora, hablando de las cláusulas; mientras las exponía, Cristopher revisa cada cláusula con minuciosidad. Su aura de control y superioridad es innegable.
—Señorita Villarreal, algunas de las nuevas cláusulas me parecen bien. No obstante, enviaré el contrato al área legal y al equipo de revisión para su evaluación. Si todo está en orden, nos pondremos en contacto.
—Entendido. Gracias por su tiempo, Señor Orwell.
Estoy a punto de levantarme cuando su voz me detiene.
—Una vez terminados los asuntos de la compañía, hay algo más que debemos atender.
Lo observo sorprendida, incapaz de ocultar mi desconcierto.
—Señor Orwell...
—A partir de ahora, quiero que me llames Cristopher, y yo te llamaré Maite. —Su tono es autoritario.
—Discúlpeme, señor Orwell, pero no somos tan cercanos como para tratarnos de manera informal.
—Te equivocas. Lo somos. No olvides la noche del hospital.
Su comentario trae de vuelta recuerdos que preferiría dejar atrás, pero también me recuerda que, sin su ayuda, probablemente no estaría aquí.
—Está bien. Lo llamaré así solo en contextos menos formales.
—Perfecto. Además, necesito que me ayudes a cuidar a mi mascota durante unos días. Será una buena forma de mostrar tu gratitud.
Lo miro, sorprendida por su petición. ¿Acaso no tiene suficiente personal para eso? Parece leer mis pensamientos.
—Estoy muy ocupado, y mi mascota es difícil de manejar. Es ruidosa y asusta a cualquiera que se acerque. Creo que tú podrías intentarlo.
Suspiro, intentando mantener la calma.
—Está bien, pero solo podré ayudarle en las tardes de 6 a 9 pm entre semana y algunos fines de semana. Esto será solo por unos días.
Cristopher me observa por unos segundos antes de responder.
—De acuerdo. Es un trato, Maite.
—Está bien, Cristopher.
Salgo de su despacho con una sensación extraña. Una parte de mí siente que debo mantenerme alejada, pero otra, más intensa, quiere acercarse a él.