En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Un nuevo comienzo
.El primer día de la nueva "rutina" llegó antes de lo esperado. Abby había pasado las últimas horas tratando de organizar su horario para cumplir con el acuerdo que había hecho con Jasón. Aunque trabajaba largas horas limpiando oficinas, encontraba energía al pensar en ayudar a Emma. Había algo en aquella niña que despertaba en ella un sentido de protección que nunca había sentido antes.
Jasón, por otro lado, estaba un poco ansioso. Aunque había acordado darle una oportunidad a la muchacha, no podía evitar sentirse aprensivo. Le preocupaba que su hija pudiera encariñarse demasiado y que, si algo salía mal, el golpe emocional fuera aún más duro para ella. O que lo que él y Abby habían visto no fuera más que un espejismo creado por el deseo de ver a la pequeña feliz.
Esa tarde, Jasón llevó a Emma a un pequeño salón que habían acondicionado en el edificio tiempo atrás, el cual se encontraba en el mismo piso de su oficina. Era un espacio luminoso, con juguetes, libros y una alfombra cálida para que Emma se sintiera cómoda. Aunque el lugar había sido diseñado con esmero, al verlo, Jasón notó de inmediato la cara de desagrado que la niña hizo.
—No me digas que tengo niñera nueva— dijo la pequeña mirando a su padre con un dejo de reproche.
—Mmmm... no— respondió él—. Te tengo una pequeña sorpresa.
—¿De verdad no es otra niñera?— insistió la pequeña con desconfianza.
—Ya te dije que no— respondió su padre.
La niña le dedicó una sonrisa de lado, no muy convencida de que la sorpresa que su padre le tenía fuera a gustarle, y luego se sentó sobre la mullida alfombra. Jasón suspiró, sintiéndose un poco impotente ante la resistencia de Emma, pero decidió no insistir.
Cuando Abby llegó, apenas Emma la vio, corrió hacia ella con entusiasmo.
—¡Abby!— exclamó Emma, abrazándola por la cintura.
La muchacha se agachó para estar a su altura y le devolvió el abrazo.
—Hola, pequeña. ¿Lista para divertirnos un rato?
Emma asintió con entusiasmo. Jasón observó la escena desde la puerta, sintiéndose ligeramente fuera de lugar.
—Si necesitan algo, estaré en mi oficina— dijo, más como un recordatorio para sí mismo que para ellas.
Abby lo miró y asintió con una sonrisa tranquila.
—No se preocupe, Jasón. Emma estará bien.
Y por primera vez en mucho tiempo, Jasón Carter sintió una pizca de alivio. Se retiró, dejándolas solas.
Abby y Emma comenzaron la tarde leyendo un libro de cuentos. La pequeña se inclinó hacia la muchacha, completamente absorta en la historia. La voz de Abby era suave y animada, dando vida a cada personaje. Emma seguía cada palabra con los ojos brillantes, sonriendo de vez en cuando. Tras terminar el cuento, pasaron a construir un castillo con bloques de madera. La risa de Emma llenó la habitación, algo que Abby notó y que terminó contagiándola también.
—¿Siempre te gustaron los castillos?— preguntó la joven mientras colocaba una parte de la torre en lo más alto.
Emma asintió.
—Mami solía decir que yo era su princesa— comentó distraída la niña—. Pero ahora ya no hay castillos ni princesas.
El comentario hizo que Abby se detuviera por un momento. Miró a la niña, sintiendo el peso de su tristeza en su propio corazón.
—Siempre habrá castillos mientras haya princesas bellas como tú— le dijo la muchacha acariciando su cabello—. ¿Y si construimos un castillo aún más grande? Uno tan fuerte que nadie pueda derribarlo. ¿Qué te parece?
Los ojos de Emma se iluminaron.
—¡Sí! Vamos a hacerlo enorme.
Abby sonrió al ver el cambio en el semblante de la niña, y juntas continuaron trabajando, dejando atrás las sombras del pasado y la tristeza que obviamente Emma sentía, al menos por un rato.
Mientras tanto, Jasón intentó concentrarse en su trabajo, pero su mente regresaba constantemente al salón. Se preguntaba qué estarían haciendo y si Abby realmente había logrado captar la atención de su hija. La duda y la curiosidad lo consumían.
Finalmente, decidió tomar un descanso y ver cómo iban. Al asomarse por la puerta, se encontró con una escena que no esperaba: Emma y Abby reían juntas, cubiertas de bloques de madera, mientras un "castillo" algo torcido se alzaba entre ellas. La habitación estaba llena de vida, como si un rayo de sol hubiera entrado directamente en ese espacio.
Jasón se aclaró la garganta, y ambas se giraron hacia él.
—¡Papá!— gritó Emma, corriendo hacia él y tirando de su mano. —¡Mira lo que hicimos!
Jasón sonrió, inclinándose para inspeccionar la construcción.
—Es impresionante… aunque creo que esa torre necesita un poco de refuerzo.
Emma rápidamente comenzó a explicarle a su papá sus planes para mejorar el castillo, mientras él miraba de reojo a la muchacha que sonreía satisfecha. Había algo en su presencia que calmaba a su hija, y también a él.
—Gracias, Abby— dijo de repente, interrumpiendo a Emma.
Ella lo miró, sorprendida.
—No tiene que agradecerme. Emma es una niña maravillosa.
Jasón asintió, sin saber exactamente qué más decir. Mientras Emma volvía a jugar, él se quedó unos momentos más, observándolas. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que había una pequeña esperanza de que las cosas mejoraran.
Cuando regresó a su oficina, cerró la puerta y se permitió un momento para reflexionar. Había sido solo un día agotador y bastante fuera de lo común.
Tal vez era un pequeño paso, pero algo en su interior le decía que quizás Abby y Emma estaban en el camino correcto para construir no solo un castillo fuerte, sino también un futuro lleno de luz.