Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:4
La tensión entre Adrián y Héctor parecía haberse disipado, pero un aire de incomodidad persistía entre ellos. Aunque Héctor se había disculpado, Adrián no podía borrar la sensación de que algo más estaba detrás de su actitud. Cada interacción con él era un juego de palabras cuidadosamente medido, y Adrián empezaba a preguntarse si su conexión iba más allá de lo profesional.
Una tarde, mientras revisaban juntas las propuestas para un nuevo cliente, Adrián notó algo diferente en Héctor. Aunque seguía siendo estricto, su tono era más amable, casi cálido. Incluso lo sorprendió sonriendo levemente cuando Adrián hizo una broma sobre los colores del diseño.
—No sabía que podías relajarte —dijo Adrián, medio en serio, medio en broma.
Héctor lo miró por un momento antes de responder, con un destello de humor en los ojos.
—No suelo hacerlo. Tal vez seas una mala influencia.
Adrián sintió que el aire se volvía más pesado entre ellos, pero no de manera incómoda. Había algo en esa mirada que hizo que su corazón latiera más rápido. Decidió cambiar de tema antes de que el momento se volviera demasiado íntimo.
—Deberíamos enviar este diseño a producción. Creo que estamos listos.
Héctor asintió, pero su mirada se mantuvo fija en Adrián unos segundos más antes de volver al trabajo.
Esa noche, mientras Adrián terminaba de organizar sus cosas para irse, Héctor apareció en su escritorio con dos cafés en la mano.
—¿Un impulso nocturno? —preguntó Adrián, sorprendido por el gesto.
—Pensé que podrías necesitarlo. Has estado trabajando mucho últimamente.
Adrián aceptó el café con una sonrisa.
—Gracias. Aunque no sé si tomar esto ahora me dejará dormir.
Héctor se apoyó en el escritorio, relajándose de una manera que Adrián nunca había visto antes.
—¿Duermes lo suficiente? —preguntó Héctor, casi en un tono casual, pero su mirada parecía demasiado intensa.
—Intento hacerlo. —Adrián desvió la mirada, nervioso bajo la atención de Héctor.
—Deberías cuidarte más. —Héctor hizo una pausa antes de añadir—: No todos en esta oficina tienen tu talento.
Adrián lo miró, sorprendido. Era raro recibir un elogio de Héctor, y mucho menos uno tan directo.
—Gracias… Eso significa mucho, viniendo de ti.
Por un momento, el silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo. Héctor pareció querer decir algo más, pero su teléfono sonó, rompiendo el momento. Después de una breve llamada, se despidió rápidamente y dejó a Adrián solo con sus pensamientos.
Esa noche, Adrián no pudo dormir. El café, combinado con las palabras de Héctor, lo mantuvo despierto mientras repasaba cada interacción que habían tenido. ¿Estaba leyendo demasiado en sus gestos? ¿O realmente había algo más?
Al día siguiente, todo se volvió más complicado. Clara, siempre perceptiva, se acercó a Adrián mientras preparaban materiales para otra presentación.
—Oye, ¿tú y Héctor…?
—¿Qué? ¡No! —respondió Adrián rápidamente, demasiado rápido.
Clara levantó una ceja.
—Ajá. Es solo que… bueno, he notado cómo te mira a veces. Y cómo lo miras tú.
Adrián se sonrojó profundamente.
—Es mi jefe. No hay nada más que trabajo entre nosotros.
Clara no pareció convencida, pero dejó el tema, aunque la conversación dejó a Adrián aún más confundido.
Más tarde, mientras trabajaba en su escritorio, recibió un correo inesperado de Héctor.
"Reunámonos esta noche. Hay algo importante que quiero discutir contigo. 8 PM, en el café de la esquina."
Adrián leyó el mensaje varias veces, tratando de descifrar el tono. ¿Era algo serio? ¿Profesional? ¿Personal?
Cuando llegó la hora, Adrián decidió arriesgarse. Entró al café y lo encontró sentado en una mesa junto a la ventana, con una expresión que parecía más ansiosa de lo habitual. Al verlo, Héctor se levantó y le indicó que se sentara.
—Gracias por venir —dijo Héctor, su voz más baja de lo habitual.
Adrián lo miró con curiosidad.
—¿De qué se trata esto?
Héctor respiró hondo, como si estuviera reuniendo valor.
—No es fácil para mí decir esto, pero siento que es necesario.
Adrián sintió que el corazón le latía con fuerza. Algo en la mirada de Héctor le decía que esta conversación cambiaría todo entre ellos.