La Generala Del General

Artemis estaba acostada en su cama. No podía dormir. Pensaba en el plan propuesto por Gabriel. Si resultaba no tendrían bajas de gente inocente. Pero tal vez debía extenderse hasta el día de la fiesta de compromiso y asi generaría más impacto.

Cerró los ojos intentando dormir, pero no podía. Necesitaba el calor de Gabriel a su lado. "Que tonta" pensó. "Una mujer independiente como yo hasta hace unos meses, ahora dependía de un hombre para dormir". Se tapó la cara con la sábana dando otra vuelta en la cama. Con un suspiro intento dormir.

Entonces escucho un ruido en el balcón y se incorporo rápido, tomando por instinto una daga que mantenía debajo de su cama. Se acercó a la puerta de cristal del balcón y cuando abrió la puerta con cuidado, alguien entro inmovilizado sus brazos con fuerza y sosteniendo la mano donde llevaba la daga.

Sus rostros quedaron a milímetros de distancia. Y al darse cuenta que era Gabriel, Artemis se relajó y soltó la daga. Él dejó de taparle la boca y la beso con pasión que ella correspondió. Y luego alejándose de él, le dió un golpe en el pecho.

- Tonto. Estuve a punto de cortarte el cuello con la daga. - dijo ella al pensar que hubiera sucedido si él no le hubiera sostenido la mano con fuerza.

- Eso no hubiera sucedido. Te conozco y se que tenías la daga cerca. Venía preparado para inmovilizarte, mi pequeña soldado. - dijo él con una sonrisa - ¿Qué haces despierta? - preguntó mientras la halaba hacía él y la abrazaba de nuevo.

- No podía dormir - dijo ella haciendo un puchero dejándose abrazar.

- ¿Por qué no podías dormir? - preguntó Gabriel de nuevo. Aunque sabía la respuesta. A él le estaba pasando lo mismo. Por eso había ido a la habitación de Artemis. A dormir con ella. Necesitaba su calor para hacerlo.

- Te necesito... - dijo ella en voz baja y avergonzada de admitir eso.

- Yo también necesito estar a tu lado para dormir. - dijo él sonriente mientras se alejaba un poco para mirarla - Ven, vamos - le pidió mientras tomaba su mano y la ayudaba a acostarse. Él se quedó un momento parado al lado de la cama, quitándose la camisa, zapatos y quedando en ropa interior y se metió a la cama con ella. Y la abrazó besando su frente mientras cerraba los ojos.

Artemis también lo abrazó y cerro sus ojos sintiendo los latidos de su corazón.

- ¿Y si nos quedamos dormidos y nos encuentran juntos? ¿Y si te vieron entrar? - exclamó de repente en voz baja la princesa.

- Tome medidas adicionales para que eso no ocurra. Tranquila. Duerme. - ella suspiro, y se quedo dormida en sus brazos.

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Al día siguiente comenzo el plan. Mientras los encargados del festejo finiquitan los últimos detalles de la fiesta. Artemis era llevada por orden de su padre, con la modista a qué le hicieran un hermoso vestido. Ella lo veía como un fastidio, ya que no estaba acostumbrada a vestidos. Lo de ella eran sus uniformes de batalla. Pero igual tenía que ir.

Gabriel estaba con los nobles y los ministros de la corte del Reino Greenwich, mientras estos revisaban papeles y documentos para modificar leyes para mejorar la situación de producción interna en el Reino. Además otros revisaban las leyes de protección a mujeres y niños y ver en que podían mejorar, se dieron cuenta que ese tipo de leyes no existe. Todo se basaba en un patriarcado. así que propondrían una ley a la corte para la protección de los más débiles. Esperaba la aceptarán. Sin embargo, mientras realizaban estás mejoras buscaban evidencia de corrupción tanto del Rey como de los ministros, no solo dentro del palacio, sino fuera. Parte del ejército que acompañaba al General Gabriel, eran espías dentro de diferentes casas nobles, para investigar desde dentro a estos nobles. Todo se hacía a una velocidad sorprendente, ya que tenían poco tiempo.

Aunque lo principal sería quitar al Rey Cillian del trono, para que la Princesa Artemis pudiera ser coronada Reina, pero lo importante era que ya el plan estaba en marcha. Y si algo fuera de lo planificado sucedía, Gabriel sacaría a la Princesa del palacio y se la llevaría al Reino Rubí o a algún lugar lejos de todos. No le importaba si tenía que dejar todo para estar con ella. Solo esperaba que ella también estuviera de acuerdo.

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En la noche tuvieron la primera noticia de que el rey estaba enfermo. La princesa se dirigió a los aposentos del rey cuando se enteró. Los guardias la dejaron pasar,

- ¿Padre , cómo se siente? - preguntó ella acercándose a la cama pero manteniendo su distancia.

- Estaré bien, hija. - dijo el rey con una sonrisa pero sintiendo que se moría por dentro. - No creas que por esto suspendere todo. Tu compromiso sigue en pie. - confirmó el rey pensando que eso era lo que quería saber la Princesa.

- No esperaba menos de ti, padre. - respondió Artemis con una sonrisa irónica.

- Déjame descansar. Mañana será un día ajetreado. - exclamó su padre acostándose. Mientras un médico lo atendia.

- Que descanse, padre. - dijo Artemis haciendo una reverencia y se retiró.

"Espero que no despierte para que se acabe está inquietud que me oprime el pecho" pensó Artemis, mientras se retiraba del sitio y caminaba saliendo del palacio del Rey hacia su palacio, directo a sus aposentos.

Al llegar su doncella se encontraba allí.

- ¿Quiere que la ayude con el baño, Alteza? - pregunto Karina.

- No, Karina. Déjame sola. Necesito descansar. - pidió la princesa cansada. En verdad solo necesitaba cerrar sus ojos un momento. A medida que pasaba el tiempo y se acercaba la fiesta, una presión le oprimía el pecho. Si por ella fuera, invadiria el palacio con su ejército y metería en los calobozos a todos los traidores. Porque el ejército, a pesar de ser el ejército del Reino Greenwich era leal a la Princesa Heredera Artemis. Si a ella le pasaba algo, el ejército se revelaría contra el rey y habría caos.

En lo que Karina salió, se desvistió y se metió en la bañera con agua caliente. Allí se quedó un largo rato. Luego se seco poniéndose una bata corta y se acostó. Cuando creía que se estaba quedando dormida, se despertaba de golpe, miraba a los lados y no había nadie allí.

"¿Qué me sucede?" pensó. Con un suspiro decidió levantarse, ponerse una bata un poco más larga y abierta adelante encima de la que tenía puesta. Y como si fuera una niña pequeña salió de su habitación por el balcón y escondiéndose en los arbustos de flores del jardín y la oscuridad, llegó al palacio de invitados. Al balcón del cuarto de Gabriel. Y él estaba sentado en un mueble cerca de las puertas de cristal de su habitación, cuando la vio subir al balcón en bata. Se sorprendió y abrió la puerta.

- ¿Artemis, porque hiciste eso? Yo estaba esperando que fuera un poco más tarde para ir a tu habitación. - le dijo él mientras la abrazaba, ya dentro del cuarto. La joven estaba fría, ya que afuera había bajado bastante la temperatura.

- Lo siento. No pude esperar. Además no estaba segura si irías y no podía dormir. - le explicó ella acurrucándose en sus brazos, buscando su calor. Gabriel suspiro.

- Está bien. Vamos a dormir. - y la llevó a su cama, y se acostaron mirándose uno al otro. Abrazados, hasta que se durmieron.

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Amaneció un nuevo día. Y para Artemis fue difícil regresar a sus aposentos. Porque se había quedado dormida en brazos de Gabriel. Cuando se despertaron, ya había mucho bullicio en el palacio de invitados. Y estaba segura que todo el palacio estaba así.

Lo peor fue que ella se llevó puesto solo esa bata semitransparente. Que pena. Esperaba que Karina estuviera manejando bien la situación. Ella debía suponer dónde estaba su señorita.

- ¿Qué quieres hacer? - le preguntó Gabriel preocupado.

Artemis lo miro pensativa. Y miró a su alrededor. Suspiro.

- Dame tu ropa de entrenamiento. - le pidió ella. La ropa de entrenamiento de Gabriel era similar a la que ella usaba en batalla. Así que nadie se extrañaría a menos que le pusieran atención y la detallarán, allí si se darían cuenta de que él escudo de armas no era el del ejército del reino Greenwich.

Gabriel se la entregó, y ella sin pudor se desvistió delante de él y se colocó la ropa que le entregó. No era que él no la hubiera visto desnuda. Pero no a plena luz del día. Así que eso le creo un problema del cual debería de ocuparse al ella irse. Por más que quisiera no podía retenerla en su habitación. Si se enteraban que ella estaba allí, todos los planes se caerían, él sería ejecutado, y ella obligada a casarse y entregada a su esposo. Además de perder su posición de Princesa heredera, y el apoyo de los nobles.

Ella terminó de vestirse y se giró para que la mirará. Solo entonces se dió cuenta que se había vestido delante de él, por la expresión en el rostro de Gabriel. Ella lo miró levantando una ceja, y bajo su vista a su problema. sonrió maliciosa y se acercó a él.

- ¿Quieres que te ayude? - dijo bajando sus manos pero él la detuvo.

- Alteza, es mejor que regrese a sus aposentos. Ya es hora de su entrenamiento y con mi uniforme no va a poder entrenar. - le dijo él mientras llevaba sus manos hacia la espalda ajena y en el proceso la abrazo, le soltó las manos, y ella pudo corresponder el abrazo y besarlo de vuelta con intensidad.

Se separaron respirando agitadamente, mientras se miraban fijamente, deseando más.

- Me voy entonces. - confirmó ella y salió al balcón.

- Espera - le dijo en voz baja Gabriel. Pero ya ella había confirmado que no había nadie cerca y se había lanzado al jardín. Cayendo entre los rosales, que la escondieron perfectamente.

Gabriel la observo y sonrió. La amaba con locura. Ya no podría separarse de ella. Esperaba que su plan saliera bien y poder casarse con su princesa. Aunque eso de por si, también iba a ser un problema, por la diferencia de clases entre los dos.

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Afortunadamente, pudo llegar a su habitación sin problemas. Y se cambió la ropa por un vestido, los cuales eran necesarios que los usará en el palacio.

Por supuesto, Karina le llamó la atención. Ya que no le dijo nada de que iría con el general. Y su padre la había enviado a llamar para que desayunará con él

- Aún le da tiempo, Alteza. - le dijo su doncella mientras la ayudaba a peinarse.

- Está bien. No quisiera ir pero no me queda de otra. - si quería que nadie sospechase de sus planes o de sus escapadas, mejor sería hacerle caso a su padre.

Artemis se dirigió al comedor seguida de su doncella. Al entrar hizo una reverencia y saludó a su padre, que para su desgracia, estaba acompañado del Archiduque Ríos.

- Bienvenida hija. Aquí el Archiduque vino a desayunar con nosotros, te esperábamos. - le informó el Rey no muy contento. Este no tenía buen semblante.

La princesa se sentó.

- ¿Espero haya dormido bien, Alteza? - preguntó el Archiduque.

- Excelente. Me atrevería a decir que mejor que usted. - respondió Artemis con una sonrisa.

- ¿Cómo sigue, padre? - le preguntó la princesa al Rey.

- Mucho mejor, claro. Esperando el día de mañana, que será un gran día.- y río como si tuviera algo escondido de lo que Artemis no sabía.

El Archiduque también se rio de forma maliciosa. "Cómo le caía mal ese hombre", pensó la Princesa.

Entonces el rey ordenó sirvieran el desayuno, y los sirvientes comenzaron a colocar diferentes platillos.

Lamentablemente, Artemis comenzó a sentir que tenía una baile en el estómago. Los olores de los diferentes comidas se mezclaban y comenzaron a causarle náuseas. De repente, se puso pálida. Y Karina se dió cuenta, así como el Rey y el Archiduque.

- ¿Alteza, se siente bien? - preguntó en voz baja su doncella acercándose.

Artemis negó con la cabeza. Y entonces dijo

- Disculpen, debo retirarme. Su majestad, Excelencia. Que disfruten del desayuno. - Se levantó al mismo tiempo que él Archiduque, haciendo una reverencia, se retiró del comedor.

Camino por los pasillos del palacio principal hacia el suyo.

- ¿Qué tiene, Alteza? - le preguntó Karina asustada. Ya que la Princesa estaba pálida como el papel y tenía la piel muy fría.

- Tengo náuseas, Karina. Me siento horrible. - Karina se quedó pensativa.

- Le traeré un té para que su estómago se mejore. Y algo ligero para que desayune. ¿Le parece? ¿Alteza? - le preguntó la doncella. Ella asintió, y Karina salió a buscar eso.

Artemis se quedó acostada un rato. Cuando volvió Karina le entrego el té tibio, y ella lo bebió. De inmediato comenzó a sentirse mejor. Y entonces le dió hambre.

Y se comió, lo que le llevó Karina.

Más tarde, esa mañana le dijeron que el Rey se había sentido mal luego del desayuno. Y lo asociaron con alguna enfermedad, ya que la primera Princesa también se había sentido mal ese día, rumoraba la servidumbre.

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