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El Horizonte De Nosotros

El Horizonte De Nosotros

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Padre soltero / Maestro-estudiante / Amor eterno
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Joél Caceres

El Horizonte de Nosotros es una cautivadora historia que explora las complejidades del amor y la identidad. Chris, un joven profesor de cosmología, vive atrapado en un conflicto interno: su homosexualidad reprimida choca con los rígidos prejuicios impuestos por sus creencias religiosas. Su vida dará un giro inesperado cuando conozca a Adrián, un hombre carismático y extrovertido que, a pesar de ser padre de un niño pequeño, descubre en Chris algo que lo atrae profundamente.

En este encuentro de mundos opuestos, ambos se verán enfrentados a sus propios miedos y deseos. ¿Podrá Chris superar sus barreras internas y abrirse al amor que le ofrece Adrián, o será consumido por la culpa y la autonegación, conduciendo a su autodestrucción?

NovelToon tiene autorización de Joél Caceres para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Consejo de un Extraño

El día había amanecido inusualmente frío, como si el clima mismo anunciara que algo era diferente ese día, pero la cocina de la casa de Chris estaba cálida, gracias al aroma del café recién preparado. Se movía con tranquilidad mecánica, sirviéndose una taza de café negro fuerte y tostando unas rebanadas de pan. Era un ritual que lo ayudaba a mantener la rutina, incluso cuando todo a su alrededor parecía tambalearse.

Mientras untaba un poco de mantequilla en su pan, su madre entró a la cocina. Sus pasos eran firmes, pero el ambiente entre ellos seguía cargado tras la discusión de la noche anterior. Chris no levantó la vista, pero no pudo evitar romper el silencio.

–¿Y papá? –preguntó sin mucho interés, más por llenar el incómodo vacío.

–Pues se fue a la reunión internacional de hombres –respondió su madre, como si aquello fuera lo más natural del mundo.

Chris dejó la taza sobre la mesa, mirándola con incredulidad.

–¿La reunión internacional? Pero mamá, eso tenía un costo. ¿De dónde salió el dinero? Lo que menos tenemos ahora es dinero. ¿Por qué siempre le das y luego te quejas de no tener para otras cosas?

Su madre se giró hacia él, cruzándose de brazos, con una expresión de ligera molestia.

–No me gusta el tono con que hablas, Christopher. Además, Dios proveerá.

Chris apretó los labios, conteniendo la frustración que empezaba a subir como un fuego lento dentro de él.

–¿Qué tono? Estoy hablando de manera neutral. Vos interpretás mal todo lo que digo.

–Claro que no –respondió ella, con un tono pasivo-agresivo–. Y hablando de cosas que no me gustan, ¿dónde estuviste anoche? Seguro te estabas revolcando con Adrián. Si lo descubro, te echo de la casa.

La acusación cayó como un balde de agua fría, pero Chris ya estaba cansado de contenerse.

–¿Qué clase de hijo pensás que tenés? –le respondió con enojo, levantando la voz más de lo que pretendía.

Su madre lo miró fijamente, con una frialdad que cortaba como cuchillo.

–No lo sé –dijo finalmente, con ese tono pasivo-agresivo que Chris conocía demasiado bien.

Sin decir una palabra más, Chris recogió su taza de café y su plato con tostadas, saliendo de la cocina. Sabía que si la conversación continuaba, todo empeoraría.

Ya en su cuarto, cerró la puerta y dejó su desayuno en el escritorio. Se sentó en la cama, mirando al suelo, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza que parecía consumirlo. Sus ojos se desviaron hacia los estantes llenos de libros religiosos y su Biblia, pero no encontró en ellos la paz que buscaba.

El beso de Adrián seguía presente en su mente. Había sido un momento breve, pero había removido todo lo que había tratado de esconder durante años. A sus 26 años, Chris sentía que nunca había sido libre, que siempre había vivido bajo las expectativas de los demás. Su madre, su padre, la iglesia... todos habían moldeado su vida, dejando poco espacio para que él pudiera ser él mismo.

Cerró los ojos, y las lágrimas comenzaron a caer. No podía detenerlas. Era una mezcla de agotamiento emocional, miedo y frustración. Sabía que no podía seguir fingiendo ser alguien que no era, pero tampoco sabía cómo encontrar su propio camino.

Cuando la angustia se volvió insoportable, hizo lo que siempre hacía cuando sentía que ya no podía con nada: salir a caminar.

Chris caminó por las calles del barrio, sin rumbo, sin pensar demasiado en hacia dónde iba. Sólo sabía que necesitaba alejarse, perderse en el movimiento constante, como si cada paso pudiera llevarse un poco de su carga emocional.

La ciudad estaba tranquila a esa hora de la mañana, y el aire frío parecía calmar un poco su mente. Pero a medida que avanzaba, sintió cómo sus fuerzas comenzaban a abandonarlo. Sus piernas seguían moviéndose por inercia, pero su espíritu estaba agotado.

Miró hacia el cielo, buscando respuestas en el silencio, pero todo lo que encontró fue una sensación de vacío.

Chris estaba cansado. No sólo físicamente, sino emocionalmente. Cansado de fingir, de ser correcto, de cumplir con las expectativas que otros habían impuesto sobre él. Pero, al mismo tiempo, no sabía qué hacer con todo lo que sentía.

Quería ser libre, pero la libertad le parecía un concepto abstracto, inalcanzable. Quería volver a Adrián, pero el miedo a lo desconocido lo paralizaba.

Cerró los ojos, dejando que el frío viento acariciara su rostro. No sabía cuánto tiempo había estado allí, pero no quería regresar a casa. No quería enfrentar otra pelea, ni más preguntas, ni la mirada inquisitiva de su madre.

Por primera vez en mucho tiempo, Chris deseó desaparecer, al menos por un momento, para no sentir nada.

Después de caminar sin rumbo durante horas, Chris sintió la necesidad de algo tangible, aunque fuera pequeño, que le recordara que todavía estaba vivo y presente. Vio un pequeño copetín en la esquina de una calle tranquila y decidió entrar.

El lugar tenía un ambiente acogedor, con estanterías repletas de paquetes de golosinas, papas fritas y bebidas. Detrás del mostrador, un hombre de mediana edad atendía con paciencia. Chris se dirigió hacia él y señaló una bolsita de papas fritas.

–¿Cuánto cuesta? –preguntó con voz suave, casi apagada.

El hombre le respondió con el precio, y Chris sacó su billetera. Al abrirla, se dio cuenta de que sólo tenía un billete de denominación alta.

–Lo siento, no tengo cambio para eso –dijo el dueño del local con una sonrisa incómoda.

Chris sintió un nudo en el estómago. No era un problema grave, pero después de todo lo que había pasado, esta pequeña complicación lo hizo sentir aún más derrotado. Estaba a punto de dejar la bolsita en su lugar y salir, cuando una voz grave y amable rompió el silencio desde el fondo del copetín.

–Yo pagaré por el chico –dijo el hombre, su tono reflejando una mezcla de calidez y genuino interés.

Chris se giró hacia donde provenía la voz y vio a un hombre sentado en una de las mesas junto a la ventana. Era alto, de unos 40 años, con cabello castaño desordenado que le daba un aire relajado. Llevaba un anillo de oro en su mano izquierda, que relucía bajo la luz del local, indicando que estaba casado. Su expresión serena contrastaba con la intensidad del momento que Chris estaba viviendo.

–Gracias, pero no hace falta –respondió Chris, tratando de mantener la compostura.

–Insisto –dijo el hombre, con una sonrisa amable–. Te ves muy triste, chico. A veces, un pequeño gesto puede marcar la diferencia.

Chris bajó la mirada, sintiendo cómo una mezcla de emociones comenzaba a acumularse en su pecho. Era un desconocido, alguien que no sabía nada de su vida, pero esas simples palabras hicieron que algo dentro de él se rompiera.

Sin pensarlo demasiado, Chris dejó escapar las palabras que llevaba reprimiendo durante años.

–Soy gay –dijo, casi en un susurro, pero lo suficientemente claro como para que el hombre lo escuchara.

El silencio que siguió fue abrumador para Chris. Esperaba rechazo, una mirada de desaprobación o una respuesta cargada de juicio. Pero cuando se atrevió a levantar la vista, encontró al hombre mirándolo con la misma calma de antes.

–Eso no tiene nada de malo, chico –dijo finalmente el hombre, con una voz tranquila y reconfortante.

Chris se quedó inmóvil al escuchar las primeras palabras del hombre. Nunca hubiera esperado una confesión tan directa de alguien que acababa de conocer. El desconocido, con una serenidad que contrastaba con la intensidad de su relato, continuó hablando con una honestidad que Chris encontró casi abrumadora.

–Yo mismo soy de la comunidad, soy bisexual –dijo el hombre, mirando a Chris directamente a los ojos, pero con una calidez que lo tranquilizó–. Escucha con atención lo que te voy a decir, porque yo ya lo viví.

Chris tragó saliva, sintiendo que algo en su interior se quebraba. No estaba acostumbrado a que alguien hablara de estos temas con tanta apertura y franqueza.

–Me casé a los 39 años –prosiguió el hombre–. Una mujer maravillosa, fuerte y comprensiva. Pero igual que tú, también me reprimía. Opté por casarme con ella porque era lo que se esperaba de mí, lo que parecía correcto. Al principio todo fue bien: tuvimos una hija hermosa, construimos una vida juntos. Pero yo no era feliz.

Chris podía sentir la sinceridad en cada palabra. Era como si el hombre estuviera desnudando su alma frente a él, mostrándole cicatrices que llevaba ocultas durante años.

–Sentí que desperdicié mi juventud –dijo el hombre con un suspiro–. Todos esos años primero me contuve, me reprimí, y luego pasé al otro extremo: me metí con cualquiera. Pensé que le estaba mintiendo a mi esposa, pero ella ya lo sabía.

El hombre hizo una pausa, mirando por la ventana del copetín como si reviviera esos momentos. Luego sonrió con tristeza y continuó:

–Creo que se cansó de esperar a que yo le confesara todo. Un día, sin previo aviso, me dijo: "No me importa si tu primera vez fue con un hombre, pero quiero que me prometas que serás fiel". Te parecerá tonto, pero desde ese día sentí un amor más profundo por ella. Fue como si, al aceptarme tal como soy, me diera permiso para amarla de verdad.

Chris no podía apartar la mirada del hombre. Las palabras resonaban profundamente en él, como si el desconocido estuviera poniendo en palabras los miedos y dudas que Chris llevaba cargando toda su vida.

–Lastimosamente –continuó el hombre–, esa sensación de no haber vivido un romance con un hombre, de no haberme permitido amar plenamente, me atormenta hasta el día de hoy. No es el sexo casual lo que me duele haber perdido, es la experiencia de amar de verdad.

El silencio en el copetín se hizo más pesado. Chris podía sentir el peso de las palabras del hombre como si fueran piedras en su pecho.

–El consejo que te doy, chico, es este –dijo el hombre, inclinándose ligeramente hacia él–: si puedes amar a alguien ahora, hazlo. El único arrepentimiento que el hombre tiene en esta vida es lo que no hizo.

Chris sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta. Nunca había escuchado algo tan claro, tan directo.

–Cuando seas mayor –continuó el hombre–, te darás cuenta de que nadie tiene autoridad moral para decirte cómo vivir tu vida. Todos cargan con algo, chico. Todos. Así que sé libre.

El hombre terminó su café, llamó al cantinero y pagó la cuenta de ambos. Antes de levantarse, miró a Chris una última vez, con una sonrisa amigable.

–Recuerda algo más, chico –dijo mientras se ponía de pie–: el mandamiento más grande es amar a tu prójimo. Esa es la base de todo. Lo demás... es relleno, como el animé –añadió con una pequeña risa, intentando aligerar la intensidad del momento.

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Juan Silvestre Fernando Ramirez
El personaje Chris me inspiré en un chico que vi en un Bus, estaba tan absorto en sus propios pensamientos que me pareció interesante.
𝑆𝑖𝑔𝑚𝑎
Ay chiquito.
𝑆𝑖𝑔𝑚𝑎: Bueno, si. Pero pobrecito. 😔
Juan Silvestre Fernando Ramirez: jaja, tiene la culpa de hacerlo esperar tanto
total 3 replies
•CESSALIE•
Bueno
Flor Romero
Chris se un poco más fuerte por favor, la gente abusa de los débiles, deja esos miedosporfavor
Juan Silvestre Fernando Ramirez: Siii, tienes razón
total 1 replies
Juan Silvestre Fernando Ramirez
este capítulo muestra la importancia de la abuela en la vida de Chris, él en esta etapa de la historia es muy temeroso, si te fijas no hay mejores amigos, así que si no interactúan tanto es la culpa de él.
Flor Romero
no interactúan casi los prota, por que?
Juan Silvestre Fernando Ramirez
jaja, porque es temporal ese trabajo,, es joven, en el capítulo la segunda ley de la termodinámica,, ahí se mete al concurso para ser titular.
Flor Romero
por que si es profesor de universidad vive tan pobremente, coordino.
𝑆𝑖𝑔𝑚𝑎
Más real imposible.
Ame.
𝑆𝑖𝑔𝑚𝑎: Wow, fascinante. Me encanta, los incorporas muy bien en la novela.
Juan Silvestre Fernando Ramirez: jaja, me inspiro en hechos reales.
total 2 replies
𝑆𝑖𝑔𝑚𝑎
Tú novela es muy atrapante.
𝑆𝑖𝑔𝑚𝑎: Realmente no es nada, muchas gracias a tí por escribir una hermosa obra de arte.
Juan Silvestre Fernando Ramirez: ,Gracias por tu apoyo, me motiva a seguir escribiendo.
total 2 replies
𝑆𝑖𝑔𝑚𝑎
Wow, muy buen capítulo. ✨
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