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Promesas De Amor

Promesas De Amor

Status: Terminada
Genre:CEO / Completas / Amor a primera vista / Malentendidos / Traiciones y engaños / Pareja destinada / Amor eterno
Popularitas:14.4k
Nilai: 4.7
nombre de autor: Pretty Savage 19

Arthur O'Connor, un joven acostumbrado al lujo y a que todo se rinda ante su fortuna, a un exclusivo barrio en un pequeño pueblo. Con su mirada arrogante y su mundo perfectamente estructurado, está seguro de que el cambio no será un desafío para alguien como él. Sin embargo, todo su esquema se tambalea al bajar del carro y encontrarse con Margareth, una joven humilde, de risa fácil y una alegría que parece contagiarlo todo. Margareth, junto a su abuela, reparte mermeladas y tartas caseras por el vecindario, convirtiéndose en el alma del barrio con su espíritu caritativo y juguetón.

Para Arthur, ella es un desafío tan irresistible como desconcertante. Está convencido de que su dinero y su encanto serán suficientes para ganarse su atención. Sin embargo, Margareth, con su corazón puro y libre, no es alguien que pueda comprarse.

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Capitulo 23

El salón estaba lleno de caras conocidas y otras no tanto. Mientras Margareth caminaba a mi lado, su brazo enlazado con el mío, sentí su presencia cálida y delicada, pero a la vez firme. Ella irradiaba una calma y seguridad que contrastaba con la ligera tensión que notaba en el aire. Fue entonces cuando lo vi: el alcalde, acompañado de Clara. Ambos nos miraron, y algo en sus rostros mostraba una mezcla de orgullo y cierta melancolía.

—Mis felicitaciones por su boda —dijo el alcalde, inclinando la cabeza ligeramente. Su tono era tan neutral como siempre, pero sus ojos me estudiaban, como si intentara descifrar cuánto de verdad había en nuestra unión.

Clara, por su parte, sonrió con dulzura, aunque había algo en su mirada que no lograba descifrar.

—Gracias —respondió Margareth con una cortesía que, aunque educada, era también fría. Su voz era tranquila, pero había una barrera palpable en su tono, una distancia que no intentaba ocultar.

Mientras seguíamos caminando, saludando a otros invitados, sentí de repente el aliento de

Margareth rozar mi cuello. Fue un escalofrío inesperado, como un toque eléctrico que me recorrió desde la nuca hasta la espalda. Cuando giré la cabeza para mirarla, encontré sus ojos clavados en los míos. Había algo en ellos, algo que mezclaba travesura y deseo, un brillo hipnotizante que me dejó sin palabras.

Se acercó un poco más, casi sin que nadie lo notara, y susurró en mi oído, su voz suave pero cargada de intención:

—Aún no hemos consumado el matrimonio... —dijo, y sentí cómo mi corazón se aceleraba instantáneamente—. ¿Cuándo lo haremos? Quiero estar preparada.

Sus palabras, aunque discretas, resonaron en mi mente con una claridad abrumadora. El calor subió por mi cuello hasta mis mejillas, pero antes de que pudiera responder algo coherente, ella se acurrucó ligeramente contra mi pecho, su cabeza descansando con naturalidad mientras continuaba saludando a los presentes como si nada hubiera pasado.

Tragué saliva, intentando mantener la compostura. Nadie parecía haberse dado cuenta de su susurro ni del efecto que había tenido en mí, pero yo apenas lograba concentrarme en las formalidades del evento. Mis pensamientos estaban atrapados en sus palabras, en la cercanía de su cuerpo, en la idea que había plantado con tanta calma y confianza.

Margareth seguía saludando a los invitados, pero su mano, que descansaba en mi brazo, me daba pequeños toques, como si estuviera jugando con mis nervios. Era imposible no sonreír ante su ingenio y audacia, pero también sabía que, detrás de sus acciones, había algo genuino: su entrega total y su disposición a ser completamente mía.

Mi mente seguía dándole vueltas a lo que había dicho. Consumación. Preparada. Las palabras se repetían como un eco constante, y mientras miraba cómo ella conversaba con una mujer mayor con toda la dulzura del mundo, no pude evitar pensar que Margareth era la mezcla perfecta de inocencia y pasión.

Mientras tanto, mi pecho ardía con la necesidad de responderle, pero también sabía que el momento no era el adecuado. Sin embargo, algo me decía que Margareth no tardaría mucho en insistir. Y, francamente, no estaba seguro de cuánto tiempo más podría resistirme.

El trayecto de regreso a casa fue tranquilo. Margareth parecía contenta, hablando de lo mucho que le había gustado la comida y lo emocionante que fue ver a algunas caras conocidas. La escuchaba con atención, disfrutando de la calma que traía su voz y cómo iluminaba cada palabra con su entusiasmo natural.

Llegamos a casa cuando el sol ya se había ocultado, dejando un suave brillo anaranjado en el horizonte. Ella subió directamente al cuarto para cambiarse. Mientras tanto, me quedé en la sala, revisando algunos papeles que tenía pendientes, aunque mi mente seguía fija en ella.

Después de unos minutos, escuché sus pasos bajando las escaleras. Levanté la vista, y lo que vi me dejó sin aliento.

Margareth llevaba un camisón de satén blanco que caía suavemente sobre su figura. La tela parecía diseñada para destacar cada curva de su cuerpo, y al caminar, el movimiento dejaba entrever que debajo llevaba algo más. Por un instante, me pareció percibir el delicado diseño de un conjunto de lencería de encaje blanco.

—¿De dónde sacaste esa ropa para dormir? —pregunté, con la voz algo más baja de lo que pretendía.

Margareth me miró, algo confundida por mi tono.

—¿Esto? —respondió, señalando el camisón—. Me lo dieron en la casa. Pensé que tú lo habías comprado.

Negué lentamente, sin apartar la mirada de ella.

—No fui yo.

Ella no pareció darle mayor importancia. Caminó hacia la cama con esa naturalidad que tanto me desconcertaba. Se acomodó en el colchón, recostándose tranquilamente mientras acomodaba las mantas a su alrededor.

Ella no tenía idea del efecto que causaba en mí. Esa imagen, su piel iluminada por la luz tenue de la lámpara junto a la cama, el contraste entre el satín y el encaje... Me obligué a apartar la mirada por un momento, tratando de recuperar el control de mis pensamientos.

—¿Qué tienes? —preguntó con una pequeña sonrisa, notando mi repentino silencio.

—Nada —respondí, aunque mi voz sonó un poco más tensa de lo que pretendía—. Sólo estoy pensando.

Margareth cerró los ojos y dejó escapar un suspiro tranquilo, completamente ajena al torbellino de emociones que desataba en mí con su sola presencia.

Me acerqué a la cama y apagué la lámpara. Mientras me acomodaba a su lado, solo podía pensar en lo increíblemente afortunado que era. Ella estaba aquí, conmigo, en este momento, y aunque no parecía darse cuenta del poder que tenía sobre mí, sabía que no habría lugar en el mundo donde preferiría estar que a su lado.

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GiovannaXchelMayaCejudo
definitivamente Ella no estará segura en ningún lado porque ahora saben que está sola.
GiovannaXchelMayaCejudo
ay mi Dios las miradas dicen lo que las palabras callan
GiovannaXchelMayaCejudo
creo que Ella rechazó a Mike
GiovannaXchelMayaCejudo
me encanta que encuentre el valor para ya no dejarse pisotear
GiovannaXchelMayaCejudo
que hombre tan vil y sinvergüenza
GiovannaXchelMayaCejudo
ahora el desprecio de Clara por Margaret es entendible más no justificable y la actitud del alcalde una muestra de su falta de empatía, amor propio y valores maldito viejo aprovechado...
GiovannaXchelMayaCejudo
vaya que Clarita es envidiocita
GiovannaXchelMayaCejudo
vaya que a Arthur le están lloviendo lecciones de humildad algo que no conoce
GiovannaXchelMayaCejudo
presiento que la aleja más de lo que la atrae
GiovannaXchelMayaCejudo
OMG que profundidad para expresar algo tan vanal
GiovannaXchelMayaCejudo
vaya es muy intrigante esta jóven
GiovannaXchelMayaCejudo
una novela escrita con mucha gracia
GiovannaXchelMayaCejudo
un comienzo interesante
Anna 84
Hermosa!!
Susana Romero
Excelente
Anonymous
Muy bonita y tierna la novela
Magaly Andrade
linda historia me gustó. felicidades
Isabel Ortiz
felicitaciones autora me encantó
Pretty Savage
gracias
Estela Pillado
Normal
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