Primer libro de la saga Lobo.
⚠️ CONTENIDO (+18)⚠️
Ella es una hermosa peliroja vendedora de flores, que trabaja duramente para la mujer que la recogió después de la trágica muerte de su familia, la cual fue cruelmente asesinada.
Él es el futuro líder de la mafia italiana y para poder posicionarse en ese puesto primero su padre le exige matar a un traidor, y luego le exige también una Dama que gobierne a su lado. Un día cualquiera conoce a una vendedora de flores que lo deja cautivado desde el primer instante, se obsesiona con ella y la rapta para que sea su Dama, su Reina, su esposa...
Lo que ambos no saben es que tanto su pasado como su futuro están relativamente unidos.
¿Nacerá el amor o el odio?
¿Podrán perdonar o condenarse?
¿Podrán olvidar y superar?
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Tres condiciones.
Angélica Moretti.🌺
Salgo del baño cuando ya siento que el mafioso no está en la habitación, y pasa un buen tiempo para que eso suceda. Me siento mal, tengo todo revuelto en la cabeza. No quiero dormir en una cama cómoda cuando no sé en qué circunstancias estará mi mejor amiga. Pienso en todo lo que debe estar sufriendo; me gustaría poder ayudarla. ¿Pero cómo lo hago?
Me meto al baño nuevamente y me doy una ducha de agua tibia mientras pienso en todas las palabras que me dijo el mafioso e imagino también qué haré para ayudar a mi amiga. Salgo envuelta en un albornoz, busco entre mis cosas una pijama cómoda para dormir, me la coloco y luego busco mi peine. Comienzo a peinar mi cabello, y mientras hago esto sigo recordando todas las palabras que me dijo el mafioso hace un rato. No quiero que mate a nadie más por mi culpa, por eso no escaparé. Pero creo que debo aprovechar esta situación para mi conveniencia también.
Quiero rescatar a mi amiga, y él es el futuro líder de la mafia italiana, así que por ende debe tener contactos en muchas partes. Él debe ayudarme si quiere que yo me case con él.
Me siento en la cama y me propongo no seguir llorando más. Todo lo que ha pasado es muy duro, pero creo que puedo superarlo. Si superé la muerte de mis padres, también podré con esto. Debo idear tres condiciones para aceptar ser la esposa de Maximiliano Lobo Lombardi.
Intento dormir un poco, pero no puedo hacerlo bien porque cuando medio logro conciliar el sueño tengo una horrible pesadilla con Dionisio. Así que me paso el resto de la noche en vela, ideando las tres condiciones que le pondré al mafioso para ser su esposa. Me levanto muy temprano, voy al baño, hago mis necesidades y me aseo. Salgo, hidrato mi piel y busco la ropa que usaré hoy.
Me veo a través del espejo y por un momento veo el rostro triste de Fátima, y eso me hace querer seguir con el plan. Tengo miedo, pero sé que este hombre me protegerá de cualquier persona que me quiera hacer daño. Él será el líder.
Me coloco una falda larga de color azul cielo y una blusa blanca de mangas cortas, la cual tiene unas pequeñas estrellas en la parte delantera. Calzo unas sandalias planas, me coloco unos aretes pequeños y mi cabello lo ato en un moño alto. Me vuelvo a mirar al espejo y creo que me veo bien, aunque en mis ojos se puede notar el miedo, el desespero y la tristeza que siento por todo lo que está pasando.
A las siete de la mañana tocan la puerta de la habitación en la que me encuentro.
—Buenos días, señorita —entra una chica con uniforme de empleada del servicio—. He venido a ponerme a sus órdenes para lo que necesite. —Me hace una reverencia y me siento incómoda.
—Buenos días —respondo—. ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Bianca, señorita. —No me mira cuando responde. Es bonita y joven, puede tener unos veintiséis o veintiocho años, de estatura media, ni muy alta ni muy baja, cabello negro y piel trigueña.
—Necesito hablar con el maf... —cambio la palabra—, con el señor Maximiliano.
—El joven Lobo se encuentra ahora mismo en el área médica, donde está el señor Lobo hospitalizado —me contesta—. Y me pidió que, por favor, le insistiera para que comiera.
—Está bien, comeré. Pero, por favor, en cuanto vea al señor Maximiliano, dígale que quiero hablar con él.
—Como usted ordene, señorita. —Me incomoda su forma de ser. Yo nunca he sido servida; a mí siempre me ha tocado servirle a los demás. Bueno, para ser exactos, a la señora Berenice. Por cierto, pienso en quién estará trabajando con ella ahora, si Fátima no está, Dionisio está muerto y yo muy lejos.
—¿Quiere algo en especial para desayunar?
—Algo sencillo, pero que por favor no sean huevos —le digo muerta de la vergüenza, pero la verdad es que los odio. Cuando era pequeña, la señora Berenice me daba de comer muchos huevos y los aborrecí.
La chica asiente y luego se va. Media hora después vuelve con una bandeja; otra chica la acompaña, la cual también trae una bandeja. Acomodan una mesa en el balcón de la habitación, me invitan a que me siente y me maravillo con todo lo que veo en el plato: hay fruta, pan, queso, mantequilla, tocino, jugo, yogur, café...
—¿Cuántas personas comerán aquí? —les pregunto asombrada.
—Es su desayuno, señorita —contesta Bianca con la cabeza gacha.
—¿Tanto? —Ella asiente. Yo estoy acostumbrada a pasar el día con un pan y un café, o sin nada—. ¿Y tú cómo te llamas? —le pregunto a la otra chica.
—Me llamo Milena, señorita, y estoy a sus órdenes. —También me dedica una reverencia—. ¿Desea algo más?
Niego.
Se van y comienzo a comer. Tengo casi dos días sin probar bocado. Tengo hambre, pero siento que tanta comida no me pasa. Así que solo me como un trozo de pan y el yogur. Me da pena desperdiciar tanta comida, pero de verdad no me pasa, y menos si pienso que tal vez mi amiga no esté comiendo nada.
Me quedo sentada observando hacia el exterior. Logro ver un jardín enorme y muy bonito. Hay guardias por doquier; a donde quiera que mire, hay uno o dos grandulones custodiando.
La puerta se abre y me tenso en mi lugar al percibir quién es la persona que entra. Estoy de espaldas, pero sus pasos y el aroma de su perfume me hacen identificarlo de inmediato.
—Buenos días, amore. ¿Cómo amaneces? —me pregunta en un italiano perfecto.
—Bien. Quería verlo porque tengo tres condiciones para aceptar ser su esposa. —Soy directa. Él se sienta frente a mí y me sonríe. Está vestido con un traje gris oscuro.
—Te escucho. Haré lo que me pidas, menos dejarte ir.
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