Emma y Ethan han sido inseparables desde que tienen memoria. Sus padres, amigos íntimos, los han visto crecer juntos, compartiendo risas, juegos y sueños. Sin embargo, al finalizar la secundaria, ambos sienten que la amistad ha evolucionado en algo más profundo, una atracción que ninguno se atreve a confesar por miedo a las posibles reacciones de sus familias.
Durante su segundo año de universidad, Emma, cansada de ocultar sus sentimientos, decide confesarle a Ethan lo que realmente siente. Con el corazón acelerado, se dirige al departamento de Ethan, solo para encontrarlo en compañía de una de las chicas más populares de su clase. Desconcertada y herida, Emma toma una decisión drástica: pide a sus padres que la envíen a estudiar al extranjero, con la esperanza de dejar atrás sus sentimientos no correspondidos.
Años después, Emma regresa y los sentimientos que creía olvidados también lo harán.
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Nuevos comienzos
Mientras tanto, Emma llegó a su nuevo hogar al anochecer. La ciudad que la recibiría durante los próximos años era vibrante y llena de vida, pero en ese momento, ella solo sentía un vacío abrumador. Se bajó del taxi con su maleta y una mochila, mirando el edificio que ahora llamaría hogar. Era una residencia universitaria muy acogedora, con un jardín delantero bien cuidado y una entrada principal iluminada.
Subió las escaleras hasta el segundo piso, donde se encontraba su apartamento. Abrió la puerta con la llave que le habían enviado por adelantado y entró. El lugar era pequeño pero cómodo, con una sala común con un sofá, una mesa de comedor y una cocina equipada. Había tres puertas que llevaban a las habitaciones individuales.
-Hola, ¿eres Emma?- una voz alegre la saludó desde la cocina.
Emma se giró y vio a una joven de cabello rubio y ojos azules. Tenía una sonrisa amigable y sostenía una taza de té.
-Sí, soy Emma- respondió con una pequeña sonrisa- Y tú eres...?
-Soy Sophie. Soy de Francia- respondió la joven y acercándose le ofreció la mano- Encantada de conocerte.
Emma estrechó su mano.
-Igualmente, Sophie.
-¡Chicas, Emma ha llegado!- gritó Sophie hacia las habitaciones.
De las puertas salieron dos chicas más. Una de ellas era una joven alta y delgada con el cabello negro y ojos verdes, vestida de manera sencilla pero elegante.
-Hola, soy Alessandra, pero puedes llamarme Ale. Vengo de Italia- dijo con un acento marcado y una sonrisa cálida en su rostro.
La otra chica, de piel morena y cabello rizado, sonrió tímidamente.
-Y yo soy María, de España- dijo con suavidad- Es un placer conocerte.
Emma se sintió aliviada por la calidez de sus nuevas compañeras de casa. Quizás este cambio no sería tan difícil después de todo.
-Gracias, chicas. Es genial conocerlas a todas- dijo Emma, sintiendo un poco de esperanza por primera vez en semanas.
Esa noche, Emma trató de establecerse en su nueva habitación. Era pequeña pero acogedora, con una cama, un escritorio y una ventana que daba a la calle. Colocó algunas fotos familiares en el escritorio, incluyendo una de sus padres y su hermano Joshua. Cuando desempacó su maleta, encontró una foto de ella y Ethan de cuando eran niños. Dudó por un momento antes de ponerla en el fondo del cajón, incapaz de mirarla sin sentir dolor.
Se tumbó en la cama, pero el sueño no llegó fácilmente. Sus pensamientos se dirigían invariablemente hacia Ethan. Se preguntaba qué estaría haciendo, si también pensaba en ella, si sentía su ausencia tanto como ella sentía la suya. Los recuerdos de su beso con Claire la atormentaban, pero más aún, la idea de lo que podrían haber sido si las cosas hubieran sido diferentes.
Durante las primeras semanas de clases, Emma se concentró en sus estudios, pero su mente siempre volvía a Ethan. Él era su primer y último pensamiento cada día. Sus nuevas compañeras notaron su distracción, pero respetaron su silencio, dando espacio a Emma para que se adaptara a su manera.
Una tarde, después de clases, Sophie, Ale y María invitaron a Emma a tomar un café en una pequeña cafetería cerca del campus.
-Vamos, Emma, te hará bien salir un poco- insistió Ale, arrastrándola fuera de la puerta- No puedes estar todo el tiempo encerrada estudiando.
Emma sonrió débilmente y aceptó. La cafetería era acogedora, con mesas de madera y una decoración rústica. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, pidiendo cappuccinos y pasteles.
-Entonces, Emma, cuéntanos un poco más sobre ti. - dijo María, mordiéndose un trozo de pastel- Sabemos que vienes de los Estados Unidos, pero no mucho más.
Emma suspiró, tratando de encontrar las palabras.
-Bueno, vengo de una ciudad pequeña. Mis padres, tienen una empresa familiar. Tengo un hermano menor, que también está en la universidad- hizo una pausa, dudando en mencionar a Ethan- Y... mis mejores amigos son como mi familia. Nos conocemos desde siempre.
Sophie asintió, interesada.
-Suena bonito tener una comunidad tan unida. ¿Extrañas mucho a tu familia y amigos?
Emma sintió un nudo en la garganta, pero asintió.
-Sí, mucho. Es difícil estar lejos, pero necesitaba este cambio.
Ale, notando la tristeza en los ojos de Emma, cambió de tema.
-¿Qué te parece la ciudad hasta ahora? ¿Hay algo que te haya sorprendido?
Emma se alegró por el cambio de tema y sonrió un poco.
-Es una ciudad hermosa. Todavía no he explorado mucho, pero me encanta la arquitectura y los parques. Y la comida es increíble.
María sonrió.
-Deberíamos llevarte a algunos de nuestros lugares favoritos. Hay mucho que ver y hacer aquí.
La conversación continuó, y Emma se sintió más cómoda con sus nuevas amigas. Poco a poco, comenzaron a compartir más sobre sus propias vidas y experiencias, creando un vínculo que ayudaba a Emma a sentirse menos sola.
En las siguientes semanas, sus padres y amigas de siempre no perdían oportunidad de llamarla. Su madre, solía contarle sobre la vida en casa y cómo todos la extrañaban.
-Joshua está haciendo un gran trabajo en la universidad- decía Annia en una de sus llamadas- Y la empresa va bien, aunque papá trabaja demasiado. Todos te extrañamos mucho, Emma.
Emma trataba de sonar animada, pero siempre cambiaba de tema cuando su madre mencionaba a Ethan.
-Y Ethan, bueno, ha estado...
-¿Mamá, has visto las fotos que te envié del parque? Es realmente hermoso aquí- interrumpía Emma rápidamente.
Annia, con el tiempo, comprendió que su hija se demoraría mucho en regresar.
-Emma, sé que estás pasando por un momento difícil. Solo quiero que sepas que estamos aquí para ti, siempre- dijo Annia un día, con voz suave.
Emma sintió las lágrimas formarse en sus ojos.
-Lo sé, mamá. Gracias. Solo necesito un poco más de tiempo.
En su nuevo hogar, Emma comenzó a encontrar consuelo en la rutina y en la compañía de Sophie, Ale y María. Las chicas la apoyaban y la hacían reír, ayudándola a distraerse de sus pensamientos constantes sobre Ethan.
Una noche, mientras estaban en la sala común viendo una película, Sophie notó que Emma parecía más animada.
-Emma, pareces estar mejor. ¿Cómo te sientes?
Emma sonrió débilmente.
-Me siento un poco mejor, gracias a ustedes. Ha sido difícil, pero estoy empezando a adaptarme.
Ale la abrazó.
-Estamos aquí para ti, Emma. Lo que necesites.
María asintió.
-Sí, siempre puedes contar con nosotras.
Emma se sintió agradecida por tenerlas en su vida. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo, pero con el apoyo de sus nuevas amigas y el amor de su familia, tenía esperanza de que algún día podría encontrar paz en su corazón.
A medida que pasaban los días, Emma continuó esforzándose en sus estudios y explorando la ciudad con sus compañeras de casa. Aunque sus pensamientos seguían volviendo a Ethan, empezó a aceptar que necesitaba este tiempo y espacio para encontrarse a sí misma.
Cada llamada de su madre le recordaba el amor y el apoyo incondicional de su familia. Aunque evitaba hablar de Ethan, sabía que eventualmente tendría que enfrentar sus sentimientos y tomar una decisión sobre su futuro.
Hasta entonces, Emma decidió concentrarse en su presente, en sus estudios y en las amistades que estaba cultivando en este nuevo capítulo de su vida. Sabía que, aunque el dolor aún persistía, estaba en el camino correcto para sanar y crecer como persona.
Y así, con cada día que pasaba, Emma comenzó a construir una nueva vida, una vida donde podía ser ella misma y descubrir lo que realmente quería, sin las sombras del pasado nublando su camino.
Que Dios te siga bendiciendo, para disfrutar de los frutos de tu enorme talento. Sinceramente :Felicitaciones y muchas muchas gracias!!!