Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 12
—¡COLAPSO! —Exclamo con fuerza en su mente una vez más.
La araña cayó al suelo con un golpe seco, vulnerable. Sagi, sin perder tiempo, usó las dos bombas que le había dado Tsukasa, colocándolas a su alrededor. Un instante después, las bombas explotaron en una serie de explosiones que
sacudieron toda la sala. Cuando el polvo se asentó, la Princesa Cruel ya no era más que un cadáver humeante en el suelo.
Sagi había vencido.
Pero no había tiempo para observar los paneles de subida de nivel. Las llamas seguían creciendo, y si no salía pronto de allí, él también sería consumido por el fuego. Corrió de vuelta hacia donde había dejado a Tsukasa. Lo levantó como
pudo y comenzó a correr, sin saber hacia dónde.
Fue entonces que, al recorrer el lugar, se detuvo y noto que había adquirido una nueva habilidad. "Impulso". Una técnica que le permitiría avanzar rápidamente, casi como una gran embestida, que al acabar duplicaba su velocidad por 10
segundos, y que, a su vez, consumía 30 puntos de mana
—Perfecto. —pensó.
Activó la habilidad y se impulsó hacia adelante. un torrente de velocidad que lo llevó a través del fuego, despejando el camino sin quemarse. Pero el fuego seguía propagándose, y el calor era sofocante. No había ninguna salida. Justo cuando parecía que todo estaba perdido, Sagi notó algo, una pequeña grieta en la pared. Podría ser su única salida. Era arriesgado, pero no tenía otra
opción. Ajustó su espada en su boca, apuntando su filo hacia la grieta.
—Vamos... —pensó.
Corrió hacia la grieta, apuntando su espada hacia adelante. Usó "Impulso" de nuevo, y la embestida lo llevó directamente hacia la pared. Con un estruendo, atravesó la grieta, llevándose consigo a Tsukasa. Cuando llegó al otro lado, la habitación detrás de él se derrumbó, extinguiendo el fuego y bloqueando la salida. Sagi cayó de rodillas, exhausto pero aliviado. Lo había logrado. Estaban a salvo.
Tras pasar un breve momento Sagi se sentó al lado de Tsukasa, esperando pacientemente a que su compañero se recuperara por completo. Revisó su propio inventario, le quedaba solo una poción de vida y dos antídotos. No había mucho que hacer, pero al menos Tsukasa estaba estable. Mientras lo vigilaba, decidió aprovechar el tiempo para distribuir sus puntos de habilidad, acumulados desde el nivel 2.
—No puedo seguir guardando esto —pensó.
Abrió su menú mentalmente, tenía 46 puntos de habilidad disponibles.
—Veamos... —dijo, mientras revisaba sus habilidades.
Proyectiles Fantasmas lo pasó de nivel 2 a nivel 5 con 15 puntos invertidos, aumentando su alcance a 25 metros y otorgando un aumento del 5% de maná a sus aliados.
Impulso pasó de nivel 2 a nivel 5 con 15 puntos invertidos, aumentando la velocidad en un 30% durante 10 segundos.
El límite de maná aumentó de 120 a 180, con 10 puntos incluidos, más 10 del efecto de la espada.
Y la vida máxima aumentó de 2000 a 4500 con 5 puntos adicionales.
Queda 1 punto restante para ser utilizado más adelante.
—Perfecto... —dijo, satisfecho con los cambios.
Justo en ese momento, Tsukasa empezó a moverse, lentamente recuperando la consciencia. Sagi lo observaba atentamente, con una mezcla de alivio y preocupación.
—Ugh... ¿Dónde... estoy? —balbuceó Tsukasa, abriendo los ojos con dificultad.
Su cuerpo aún dolía, pero ya estaba bastante mejor después de la atención improvisada de Sagi. Cuando Tsukasa se dio cuenta de que Sagi estaba a su lado, esbozó una sonrisa, aunque aún adolorido.
—Ah... es verdad, no puedes hablar —dijo con tono sarcástico.
Sagi asintió con la cabeza, sin perder la expresión seria. Había estado preocupado por su compañero. Tsukasa se incorporó con esfuerzo, mirando a su alrededor. La sala donde se
encontraban era enorme, iluminada por varias antorchas que titilaban en la oscuridad, creando sombras que bailaban en las paredes. Grandes pilares de piedra decoraban la estancia, y una larga alfombra roja se extendía hasta un
trono vacío en el extremo de la sala.
El lugar estaba claramente descuidado,
polvoriento y marcado por el paso del tiempo, pero aún conservaba un aire de grandeza y autoridad.
—¿Qué es este lugar...? —murmuró Tsukasa, observando las imponentes estructuras a su alrededor —¿Una sala de un rey?
A pesar del dolor, Tsukasa no podía evitar estar impresionado por la majestuosidad decadente del lugar. Las paredes y el techo estaban adornados
con antiguos grabados de figuras que parecían contar historias de guerras y conquistas. El ambiente era solemne, aunque ahora parecía más una tumba olvidada que un salón de realeza.
Sagi lo miró con una mezcla de alivio y expectativa. Se ha recuperado... pensó, sintiendo un pequeño peso salir de su pecho.
—Así que... —dijo Tsukasa con una sonrisa, girando la cabeza hacia Sagi —¿Lograste vencer a esa maldita araña?
Sagi asintió rápidamente, emocionado. Aunque no podía hablar, hizo todo lo posible por explicar lo que había ocurrido. Sus manos gesticulaban con energía, intentando representar la secuencia de eventos, las bombas, el fuego que se extendió por la habitación, las esquivas rápidas, la habilidad Colapso que utilizó en el último momento... todo lo que pudo para transmitir la emoción del combate.
Era difícil entenderlo, pero Tsukasa, a su manera, sonrió con una mezcla de asombro y alivio. Logró entender lo esencial.
—Así que... ¿usaste las bombas que compramos antes de entrar en la mazmorra, eh? —dijo Tsukasa, observando las manos de Sagi moverse como si estuvieran recreando explosiones.
—Menos mal que guardé dos para situaciones
extremas. Veo que te las di justo a tiempo, ¿no?
Sagi asintió, aunque un poco triste al recordar que ya les quedaban muy pocos recursos.
—Sí, veo que ahora estamos con pocas pociones. Usamos casi todo lo que teníamos —dijo Tsukasa con una mueca —Pero oye, estamos vivos. Es lo que importa, ¿no?
Sagi inclinó la cabeza en señal de afirmación, aunque el peso de la situación comenzaba a hacerse sentir. Debían encontrar a Elizabeth lo antes posible, pero estaban seguros que cada paso en la mazmorra sería más peligroso.