Scarlett Donovan es la joven típica que siente que debe ser perfecta, siempre guardando la etiqueta y comportándose a la altura de las expectativas. Su prometido Gianluca Vitale, hijo de una familia influyente en la sociedad Pero que se ve opacado por el desempeño de su tío Massimo. Pero la vida de Scarlett cambiará de un momento a otro cuando descubra el engaño de su prometido y mejor amiga, lo cual la terminara devastando, Pero también la despertara de ese sueño donde la vida es perfecta y la llevará a la vida real. ¿Que hará Scarlett para vengarse? Massimo también ha sufrido una decepción amorosa y odia a las mujeres debido a esto. ¿Que pasará?
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Capitulo 4
El lunes, los diarios y las noticias no hablaban de otro tema sino de la cancelación del matrimonio entre los Donovan y los Vitali. Se decía que no había detalles, pero todo indicaba que la ruptura había sido seria, puesto que ninguno de los dos jóvenes daba la cara frente a lo sucedido.
Al leer los diarios, Scarlett era un mar de lágrimas. Tenía miles de llamadas perdidas, no había ido a trabajar, no contestaba el teléfono y estaba sumida en la depresión. La traición de su prometido y su mejor amiga la tenía verdaderamente mal. Si antes estaba pesada, ahora, con todo lo que había comido, pesaba el triple. Todo el helado, los chocolates y papitas que pudo comer, lo hizo. El apartamento era un desastre completamente, pero eso era algo que poco le importaba a la joven.
Niccolò lanzó el periódico en la mesa. Su hermana no contestaba su teléfono. En parte, se alegraba de que la boda no tuviera lugar; sin embargo, estaba preocupado por su hermana. Ella era lo más importante para él y para su abuelo, quien también estaba desesperado por ver a su pequeña.
—Iré a su apartamento, así no me quiera ver —dijo Niccolò finalmente.
—Tráela a casa, así sea por la fuerza —le pidió el anciano.
Sin más, Niccolò salió de la empresa. Los reporteros estaban en las puertas del edificio buscando respuestas.
—¿Es usted responsable de la ruptura con los Vitali?
—Para nadie es un secreto que usted y su abuelo se oponían a la boda.
—Señor Niccolò, ¿podría responder?
La seguridad apartó a todos los periodistas, dándole paso al joven para subir a su coche y arrancar. Debía ir a ver a su hermana; ni siquiera él sabía lo que había pasado.
Al llegar al lugar, se encontró con todo un desastre en la sala, donde estaba sentada su hermana tirada como un despojo, su cara hinchada de tanto llorar. Scarlett, al ver a su hermano en la entrada, corrió hacia él y lo abrazó. Extrañaba esa calidez, lo extrañaba a él, pero por su terquedad había estado a punto de perder lo único bueno que tenía en su vida: su abuelo, su hermano y su amiga. Todos le advirtieron, pero no hizo caso.
—Fui una idiota, no merezco que me perdonen —dijo, aferrada al hombre que la sostenía en silencio—. Gianluca no era lo que pensaba, pero yo soy la responsable, soy solo un estorbo y un desastre.
—No digas eso, hermana, no eres un desastre, solo eres un poco joven para ver la realidad —le decía mientras acariciaba su cabeza—. ¿Qué pasó para que estés así?
Scarlett comenzó a llorar, mientras su hermano la consolaba y pensaba en asesinar a aquel imbécil por lastimar a su hermana, a su única hermana. Scarlett le contó la traición de Gianluca y tuvo que aferrarse a su hermano para que este no fuera a matarlo.
—Perdóname por ser tan estúpida, yo debí escuchar —decía cuando estaba más calmada.
—Estabas enamorada y cegada por él, no es toda tu culpa, solo eres demasiado ingenua.
Scarlett hizo un pequeño puchero, pero su hermano tenía razón.
—Sí, fui ingenua. ¿Quién podría fijarse en alguien como yo, además de gorda, tonta? —dijo cubriendo su cuerpo.
Niccolò la tomó con sus manos y la hizo mirarle.
—No vuelvas a decir eso. Tú no eres gorda, eres perfecta tal y como eres —Niccolò no soportaba que su hermana no se aceptara—. Que ese idiota no te valorara no quiere decir que no llegará alguien a tu vida que te haga la mujer más feliz, solo debes esperar a que ese momento llegue y debes ser paciente e inteligente.
Scarlett sonrió y asintió. Quizás su hermano tenía razón.
—Ahora vamos a casa, el abuelo necesita saber que estás bien.
—Mi abuelo debería odiarme por todo lo que le dije.
—Él no te odia y nunca lo haría.
—Pero debería hacerlo.
—Basta, Scarlett. Deja de autolesionarte psicológicamente. Nadie debe odiarte por lo que hiciste, nadie debe humillarte por ser quien eres. Nadie puede a no ser que tú seas quien le dé ese poder. Pero esta conversación la tendremos otro día, por ahora vayamos con el abuelo.
Sin más, Niccolò y su hermana salieron del edificio. Ya era bien tarde por la noche; la verdad era que se había pasado todo el día consolando a su pequeña hermana.
Al llegar a la mansión Donovan, el anciano los recibió, abrazando a su pequeña nieta.
—Perdóname, abuelo, fui una tonta —decía entre lágrimas la joven.
—La verdad, sí lo fuiste, pero lo importante es que aprendas de este error para que no lo vuelvas a cometer.
Sin más los tres ingresaron dándole todo su apoyo a la joven que había Sido humillada de la peor manera por alguien a quien ella creía amar.
Un hombre alto, guapo, con una tez un poco morena y su cabello bien peinado, se encontraba frente a un gran rascacielos en lo alto del edificio en Nueva York, mientras observaba la gran ciudad. Su secretario trataba de limpiar el desastre en la mesa; nunca había visto a su jefe de esa manera.
—Diego, encárgate de que la junta se lleve a cabo quince minutos antes y adelanta mi vuelo a Milán. Necesito llegar a Italia mañana a primera hora.
—Como ordenes, tendré todo listo de inmediato —sin más, el hombre salió de aquella sala.
Fuera, la chica de recepción llamó a Diego.
—¿Qué mierda es lo que pasa con el jefe? Siempre llega sonriente y hoy está de muy mal humor —le dijo esta, susurrando.
—Dayana, trata de no meterte en los asuntos del jefe. No te conciernen y deja de tratar de llamar su atención, te ves patética haciéndolo —sin más, el joven se marchó, dejando a la joven enojada.
En el despacho, el hombre miraba las fotografías, donde su prometida se veía muy sonriente en Londres con aquel tipo al cual besaba. Arrugando la foto, la lanzó al bote de basura mientras resoplaba. Luego se levantó y, caminando por su oficina, se paró frente al rascacielos nuevamente.
—¿Por qué carajos tenías que traicionarme? ¿Por qué tú? —gritó.
Se devolvió y lanzó todo lo que estaba en su escritorio. Mientras maldecia.
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