**La vida perfecta no existe, y menos cuando la creamos basándonos en otras personas. Soy Elena Hernández, una mujer común que se enamoró del hombre perfecto. Juntos soñabamos con salir adelante y poder emprender nuestro propio negocio. Pero, para que esto pudiera ocurrir, uno de los dos debía sacrificar sus sueños. ¿Y adivinen quién se sacrificó?**
**Vivía en una burbuja que pronto me reventaría en la cara, haciéndome caer en el más profundo abismo. ¿Seré capaz de salir adelante? ¿Podré alcanzar mis propias metas? Acompáñame en este nuevo inicio y descubramos juntos de qué estoy hecha.**
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Capítulo XIX Travesuras
Punto de vista de Elena
Desde el primer día, la mamá de Leonardo se tomó su papel de villana muy en serio. Esa mujer era como una sombra molesta que no se iba ni aunque le lanzaras un ramo de ajo. Pero no iba a permitir que se metiera en mis asuntos. Y como si eso no fuera suficiente, decidió invitar a la ex de Leonardo a desayunar con nosotros. ¡La tal Amanda! Esa arpía parecía haber salido de un casting para el papel de "Cazafortunas 2.0". Su único objetivo era coquetearle a Leonardo y sacarme de quicio. ¡Ay, no! ¡Que no se atreva a hacerme ver como una cazafortunas! Después del desayuno, Leonardo y yo decidimos escapar del club, pero la abuela, que parecía tener una varita mágica para hechizarnos, nos pidió quedarnos. Así que ahí estábamos, cerca de la piscina, tomando el sol como si fuéramos dos lagartijas al borde de una crisis existencial. A lo lejos, vi a Amanda con su mirada pegada a Leonardo. "Pobre estúpida", pensé mientras me reía por dentro.
"Dijiste algo?", preguntó Leonardo con esa curiosidad masculina típica.
"Nada, solo estaba pensando en voz alta", respondí con una sonrisa que podría iluminar un salón oscuro. Amanda llegó con su bikini tan revelador que parecía más bien un par de cintas adhesivas. "¡Qué vulgar!", pensé, mientras me imaginaba cómo las familias de prestigio estaban tratando de no mirar. Cuando la vi acercarse, se me ocurrió un plan maestro para bajarle los humos a esa mujer y dejarle claro que aquí la única cazafortunas era ella.
"Hola, disculpen que los interrumpa", dijo ella con esa voz empalagosa, "pero necesito ayuda con mi bloqueador".
"¿Quieres que te ayude con eso?", pregunté con una sonrisa maliciosa.
"Mejor que lo haga Leonardo", dijo ella coquetamente. "No quiero que los químicos afecten a su bebé".
"Busca a otro que te haga el favor", respondió Leonardo con más frialdad que un iceberg en el Ártico.
"No tengas miedo, a mi bebé no le pasará nada", insistí como si estuviera vendiendo helados en pleno invierno. Así que Amanda no tuvo más opción que dejarme ponerle protector solar. Sonreí para mis adentros recordando la crema especial de Lucía que cambia de color al sol y se vuelve naranja. Así que sin pensarlo mucho, saqué la crema y empecé a esparcírsela por todo el cuerpo. *Veamos si después de esto sigue siendo tan ofrecida*, pensé mientras me reía en mi cabeza.
Cuando terminé y con la excusa perfecta de ir al baño, corrí a lavarme las manos antes de que se volvieran naranja también. Me tomé mi tiempo porque sabía lo que venía. Al salir del baño escuché risas y murmullos entre mujeres: "Hay tipas que no saben cómo llamar la atención... desde que llegó fue ofreciéndose a nuestros esposos". ¡Bingo! Mi plan estaba funcionando. Continué mi camino hacia donde estaba Leonardo y noté que la zanahoria humana (sí, Amanda) estaba boca abajo tomando sol como si fuera el último día del mundo. Su trasero era lo único que seguía del color original porque el resto ya era todo un espectáculo naranja.
"Leonardo, ¿podemos ir a descansar a otro lado? Aquí las cosas se están poniendo raras", dije mirando a Amanda como si fuera un cuadro abstracto.
"Lo siento Elena, tomé tu lugar solo unos minutos... pero ya me retiro", dijo ella mientras se incorporaba mostrando su cara completamente naranja. No pude contenerme más y reí hasta casi llorar mientras veía cómo Amanda intentaba mantener su dignidad (que ya había volado lejos).
"Amanda, ¿qué te pasó?", preguntó Leonardo ahogando una risa monumental.
"¿De qué hablas? Solo me estoy poniendo más hermosa", respondió ella coqueteando como si tuviera una línea directa con el sol. En ese momento exploté en carcajadas; parecía realmente una zanahoria parlante tratando de seducir a un conejo (es decir, ¡a Leonardo!). En eso llegó la bruja mayor (su madre) y al ver la escena pegó un grito digno de película de terror:
"Amanda, creo que abusaste del protector solar". La cara de susto de ambas era tan divertida que ya no podía aguantarme más. Era como ver dos comediantes en plena actuación y yo tenía primera fila.
Amanda, con su rostro completamente naranja y aún tratando de mantener su actitud coqueta, se giró hacia la madre de Leonardo, que parecía a punto de desmayarse del horror. "¡Ágata! Solo estoy disfrutando del sol... ¡y de mi belleza!", exclamó con una exageración digna de un drama.
Leonardo no pudo contener más la risa y se acercó a Amanda. "Vamos, Amanda, no te preocupes. A veces el sol puede ser un poco... intenso", dijo con una sonrisa, intentando calmar la situación.
Amanda estaba confundida por las palabras de Leonardo, hasta que Ágata le paso un espejo.
Al ver su rostro todo naranja sus aires de superioridad salieron volando, en su rostro se podía ver la ira a punto de estallar, se volvió hacia Elena con una mirada desafiante. "Tú hiciste esto, eres una mxxxxxx", soltó con agresividad, cruzando los brazos.
El ambiente se cargó de tensión, y Leonardo dio un paso adelante. "Amanda, eso no es necesario. Todos estamos aquí para disfrutar y relajarnos. No hay razón para pelear además tu misma le entregaste el protector a Elena", dijo con firmeza, poniendo una mano en el hombro de Amanda como señal de protección.
Ágata, al ver la escena que se estaba desarrollandoy como era de esperarase se puso del lado de Amanda. "Parece que tu bronceado no es lo único que está en peligro aquí", comentó mientras lanzaba una mirada despectiva hacia Elena.
Elena, sintiendo el apoyo de Leonardo pero también la presión del momento, se mantuvo firme. "No necesito tu aprobación ni la de nadie para ser quien soy", respondí con determinación.
Leonardo miró a ambas mujeres y decidió intervenir antes de que las cosas se salieran de control. "Chicas, por favor. Vinimos aquí para descansar. Estamos aquí para disfrutar del día. ¿Qué tal si te vas a lavar?". Le dijo a Amanda quien quería golpearme.
Las tensiones comenzaron a disiparse un poco, pero aún había chispas en el aire. Amanda soltó un suspiro y trató de recomponer su imagen mientras Elena se cruzaba de brazos, dispuesta a defenderse si era necesario.
"Está bien", dijo Amanda finalmente, mirando a Leonardo como si él fuera su salvador en esta batalla absurda. "Tal vez deberíamos dejar las peleas para otro momento... o mejor aún, nunca".
Y así, entre risas nerviosas y miradas desafiante pero cómicas, el ambiente comenzó a relajarse nuevamente mientras todos buscaban un lugar más fresco para descansar.