Una simple mujer se ve envuelta en la perversión de su jefe, sin entender el porqué. Ahora, con un nuevo puesto de trabajo, Marisol estará aún más cerca.
«¿Qué pasará cuando se cruce la línea?»
Ambos divorciados; sin embargo, ella es madre soltera.
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Un manjar a la vista
Durante el camino a casa en transporte público, Amanda no dijo nada, pero me miraba mucho, tal vez quería una explicación por mi silencio, pero no puedo hablar, no sabría que decir por la acción del Jefe.
Llegamos unos minutos más tarde y me fui a duchar, ya que debía arreglarme para el trabajo nocturno.
Al estar pronta, fui a la cocina y mi amiga ya tenía la merienda servida, nos sentamos en silencio y después me dirigí a mi trabajo. Todavía no podía procesar lo que había pasado en el ascensor, y no sé si era por la sorpresa de que un jefe tan lindo haga eso, o si es por lo que sentí con ese mínimo roce.
Llegando al lujoso Restaurante, entré por la puerta de atrás y empecé a trabajar. Normalmente, uso ropa negra y ligera, como típico uniforme de moza.
Empecé a atender unas mesas y de repente, sentí un leve aroma exquisito, no era justamente la comida, sino un perfume, uno en particular, el mismo que usaba hoy el Señor Brandon.
Miré disimuladamente, a ver si lo encontraba, pero no.
- Estás loca, ese perfume puede comprarlo cualquier ricachón - Susurré.
Fui hasta la cocina y volví al comedor con dos platos muy románticos para una pareja que cumplía aniversario.
Mi tarea era simple, estar parada en el comedor, esperando que alguien me llamara o que llegara alguien para atender, luego levantar el pedido, ir hasta la cocina y recogerlo al estar pronto.
Luego de varias mesas, se acercó un compañero...
- Mesa VIP quiere tu atención. - Me Susurró.
- ¿Mi atención? Tú te encargas del VIP porque eres serio, yo soy del estilo "Simpático" y no es "agradable" para ellos - Le recordé.
Un día, la jefa empezó a catalogar quien iría al VIP para atender gente que mucho dinero, lo que significaba, bastante propina, entonces me ofrecí y me dijo que no, porque son personas serias que solo quieren hablar de negocios o amoríos de turno, por lo cual no era ideal que atendiera una mujer simpática, para no distraer a nadie o hacer pasarles un mal rato, por culpa de los celos.
Comprendí en ese momento y traté de no ser tan amable para que me cambien a esa área por las ganancias, pero no ha sucedido, hasta ahora que una persona quiere ser atendido por mí, ¿Me conoce, quiere provocar celos, crear distracciones o qué?
- Ve, no puede estar esperando. - Me señaló el VIP y Caminé un poco dudosa.
Al entrar me Choco con una realidad alterna a lo que se encuentra en el comedor, ya que allí es un ambiente donde escuchas risas, voces altas, algo más normal, pero aquí, es todo silencioso, con una música bastante tranquila, relajante, Íntimo y hasta romántico.
En la mesa solo había una persona dándome la espalda y podía saber que era un hombre. El perfume otra vez me recordó a mi jefe, sus preguntas personales y el ascensor.
Caminé hacia el comensal que estaba esperando y al colocarme enfrente de él, lo vi, realmente es mi jefe.
- Señor Belmonte, ¿Qué desea pedir?
Brandon- Marisol, dime por mi nombre. Cada vez que te diriges a mí con esa formalidad, creo que llamas a mi padre. - Me mira detenidamente y agrega - El uniforme de nuestra empresa, le queda mucho más sexy. - Sonrió y yo ya estaba sonrojada, es mucho para un día.
- Señor Brandon, ¿Qué desea pedir? - Repetí, pero con su nombre.
Brandon- Tu atención.
- La tiene, usted mandó a llamarme.
Brandon -¿La tengo? ¿Segura? - Inclinó su cabeza y me daba una mirada ¿seductora? No, creo que estoy soñando.
- S...í- Contesté algo dudosa
Brandon- Entonces, atiéndeme, Marisol. - Dios, yo no puedo pensar mal, el doble sentido de esa frase podía flaquear en cualquier momento.
- ¿Qué desea comer?
Brandon - Lo que tú quieras darme. - Esto está mal, yo no puedo pensar así.
- Le... recomiendo... Pasta con camarones.
Brandon- No puedo, soy alérgico. ¿Solo eso tienes para darme? - Ahí vamos otra vez, mente degenerada.
- Un Bistec con la ensalada especial - Ofrecí
Brandon- Me interesa, quiero que la carne sea muy jugosa y que se derrita en mi paladar. - No pienses mucho
- Jugosa y tierna. - Escribía una anotación en la libreta, ya que siempre se pregunta como quieren la cocción de la carne.
Brandon- Sí, jugosa - Repitió.
- Anotado -mantuve mi postura sería, no quería desaprovechar este único día atendiendo el VIP. -¿Desea Vino?
Brandon- Sí, sobre esa deliciosa Carne. - Ay dios, ya imaginé el vino sobre mí.
Su mirada es intensa, pero se ve tan relajado, sus manos encima de la mesa, su ropa arreglada, el peinado tan lindo sin salirse nada del lugar. Todo en él Grita seguridad, pero sus expresiones, sus ojos, sus palabras, me hacen derretir con este espécimen prohibido.
Brandon- ¿Traerá mi pedido o quiere que realice todo el trabajo? - Me sacó de mi hipnosis y sin querer apreté las piernas.
- Diculpe -Me alejé de él y divague en mis pensamientos.
- Que él realice el trabajo no me parece mala idea, si la carne soy yo y quiere tirarme vino encima. - Susurré no muy lejos de él.
- Interesante - Me dijo una voz en mis oídos.
Me di vuelta y lo vi parado detrás de mí. Estaba muy cerca y me mostró una sonrisa enorme, muy sexy y antojable.
- ¿Qué escuchaste, Brandon? Pregunté asustada.
Brandon- Marisol, me alegra que me tutees tan de repente. - Habló en susurros, pero podía escucharlo, estábamos muy cerca. Su aliento podía chocar con mi cara.
- ¿Qué escuchó, Señor? - Volví a tratarlo con formalismo porque antes se me olvidó con el susto.
Brandon - Duró tan poco y me hizo muy feliz. - Hizo una mueca, parecido a un puchero infantil - No escuche nada, Marisol, pero ¿Debía hacerlo? ¿Qué dijo, que la puso alerta?
- Nada. - Contesté enseguida.
Brandon - ¿Me ha insultado o por su mente han pasado pensamientos impuros? - Me acarició el pelo de una forma tan lenta y sensual que solo cerré los ojos y apreté nuevamente las piernas, estaba consciente del problema que tenía ahora mismo.
- No hagas eso, me haces pensar que tu mente está creando diferentes escenarios pervertidos - Acarició mis piernas, más puntualmente, donde se aprietan mis muslos, para separarlos y tocar la parte interna.
Con muy poca cordura y antes de soltar un jadeo, decido retirar su mano y alejarme de él.
- Su cena será servida en unos minutos, señor Belmonte - Dije para luego salir corriendo.
Al traerle la cena y su vino, noté que él se había sacado su saco y corbata, quedando en una camisa blanca con sus primeros botones abiertos y el sexy pantalón.
- Un manjar a la vista - Pensé, pero no abri la boca. No quería arriesgarme a que pudiera escucharme. Seguro me despidiría de la empresa.