Recuperando La Felicidad

Días después

Hoy es domingo y es mi día de descanso. No tengo que ir al trabajo y la escuela no empieza hasta mañana. Además, mamá se fue a visitar a la familia de su esposo, lo que significa que hoy tendré tranquilidad.

Me levanto a las 11:30 a.m., voy a mi armario y me pongo un suéter largo y unos shorts. Bajo las escaleras y me dirijo hacia la cocina. Entro a la cocina y me pongo a preparar mi desayuno. Cuando termino, me voy a ver una película mientras desayuno.

Una hora después

Estoy en la sala escuchando música pop a todo volumen. Me subo al mueble y empiezo a mover mis caderas de un lado a otro. Mientras bailo, voy cantando las canciones con mucho ánimo. Canto y bailo sin parar. Ya cuando me canso, apago la música, me siento en el mueble a ver una película y así me quedo toda la tarde. Hasta que recibí una llamada de mi amiga Amelia.

—¿Hey, dónde estás? —me pregunta Amelia con una voz de molestia.

—Estoy en casa, ¿por qué? —le respondo muy feliz y con mucho ánimo.

—No lo puedo creer, Ada, me prometiste que vendrías a la fiesta y no estás aquí. Te tuve que llamar porque si no, no hubieras venido —me responde con enojo. Ya no está molesta, sino enojada.

Y justo ahí fue cuando me acordé que tenía planes con ella. Mientras ella me seguía gritando, yo subía corriendo las escaleras.

—Sí, adelante, yo llegaré en 30 minutos, lo prometo, sí voy a ir —respondo con seguridad, pero un poco asustada. Esa mujer es un demonio cuando se enoja y, como no le puedo mentir, me tocó apurarme.

—Está bien, te estoy esperando. La dirección es avenida 59, calle 9, es una zona residencial, casa 7 —me responde y luego cuelga.

Estoy en mi armario mirando qué me pongo, cuando encuentro un vestido negro. Me dirijo hacia el baño para probármelo. Cuando me lo pongo, resulta que me queda perfecto. Resalta mi cintura y mis caderas, en verdad me queda muy bien. Me pongo unos tacones negros y un maquillaje ligero. Cuando termino, ya estaba lista. Miro la hora en el reloj y faltan 10 minutos para la hora en la que le dije a Amelia que llegaría.

Salgo de mi casa, cojo un taxi y en todo el camino no dejo de estar nerviosa. Luego de 5 minutos, ya estaba al frente de la casa. Pago el taxi y salgo.

Miro la casa y se ve muy animada. Saco mi celular y llamo a Amelia. El celular timbra 3 veces y no contesta. Cuando estaba a punto de colgar, ella responde.

—¿Ada, llegaste? —me pregunta con una voz muy animada.

—Sí, ya estoy acá. ¿En qué parte estás? —le pregunto, mientras observó el lugar.

—Estoy en la cocina. Estás en la entrada principal, camina hacia la derecha y allí estoy. Muévete, vamos a divertirnos —y con eso cuelga. Me dirijo hacia la entrada.