Sofía y Erick se conocieron cuando ella tenía seis años y él veinte. Ese mismo día la niña declaró que sería la novia de Erick en el futuro.
La confesión de la niña fue algo inocente, pero nadie imaginó que con el paso de los años aquella inocente declaración de la pequeña se volvería una realidad.
¿Podrá Erick aceptar los sentimientos de Sofia? ¿O se verá atrapado en el dilema de sus propios sentimientos?
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La despedida
Leonardo llegó a casa al caer la noche, cansado pero contento. Después de saludar a Mónica y asegurarse de que los gemelos estuvieran dormidos, se sentó con su esposa, Sofi y Marco para cenar. La conversación comenzó ligera, entre comentarios sobre el día y las travesuras de los pequeños, hasta que Leonardo recordó su momento a solas con Erick.
—Hoy vi a Erick en la oficina —comentó mientras servía un poco más de jugo en su vaso—. Estuvimos en una reunión con un cliente nuevo.
Mónica levantó la vista con interés.
—¿Y qué tal está? Hace días que no hablamos con él. ¿Todavía no se marcha a Suiza, verdad?
Leonardo se encogió de hombros, sin percibir el cambio en la expresión de Sofia, que permanecía en silencio, jugando con su tenedor.
—Bien, como siempre, aunque no mencionó mucho de su vida personal.
Mónica frunció el ceño, intrigada.
—¿Nada de Helena? ¿Ni una palabra?
Leonardo negó con la cabeza y soltó una breve carcajada.
—No, aunque cuando le pregunté, dijo que ella lo visita a menudo en Suiza. Pero, ¿sabes? Lo más curioso fue su reacción cuando le conté que Sofia había decidido estudiar arte y fotografía.
Sofía levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de su padrastro.
—¿Qué dijo? —preguntó con un tono casual, aunque la tensión en su voz era evidente.
—Se alegró mucho. Creo que le gustó saber que estás siguiendo lo que amas. —Leonardo sonrió, pero su expresión se congeló cuando ella dejó caer el tenedor y tomó aire, como si estuviera a punto de soltar una bomba.
—Por cierto —dijo con firmeza—, en seis horas sale mi vuelo a Europa— dijo.
La mesa quedó en completo silencio. Mónica y Leonardo la miraron desconcertados, mientras Marco alzaba las cejas, sorprendido.
—¿Qué? —preguntó Mónica, su voz apenas un susurro—. ¿Por qué tan pronto?
—Porque no quería despedidas multitudinarias ni sentimentalismos— respondió la muchacha y sostuvo la mirada de su madre, con un temple que denotaba determinación—. Solo quiero que ustedes estén conmigo antes de irme, y eso es más que suficiente.
Leonardo frunció el ceño, tratando de procesar la noticia.
—¿Y cuándo decidiste esto?
—Hace unas horas. Ian estará en el aeropuerto esperándome— respondió— Pensamos que lo mejor era que solo nuestras familias estuvieran presentes al momento de partir.
Mónica miró a su hija con una mezcla de orgullo y tristeza.
—¿Estás segura de esto, mi amor?
—Más segura que nunca, mamá— respondió Sofia con una pequeña sonrisa que apenas lograba esconder el nerviosismo detrás de su decisión—. Es algo que quiero y necesito hacer.
Leonardo suspiró, asintiendo lentamente.
—Si esto es lo que realmente deseas, estaremos contigo en cada paso, princesa.
Mónica extendió la mano para tomar la de su hija.
—Te vamos a extrañar tanto.
Sofia sonrió, sintiendo una mezcla de emociones. Sabía que este era el comienzo de algo nuevo, aunque también era un adiós temporal a su familia y al mundo que conocía. Lo único que deseaba en ese momento era que su partida marcara el inicio de una etapa donde finalmente pudiera ser ella misma, lejos de las sombras del pasado.
Los gemelos, que habían estado escuchando desde el umbral de la puerta con sus ojos curiosos, corrieron hacia su hermana al escuchar la noticia.
—¿Te vas, Sofi? —preguntó uno de ellos con el ceño fruncido, mientras el otro, con los ojos vidriosos, agregó
—: ¡Te vamos a extrañar mucho!
Sofia se agachó para abrazarlos, rodeándolos con cariño.
—Yo también los voy a extrañar, pero les prometo que hablaremos por videollamada todas las semanas. Y les enviaré muchas fotos de los lugares que visite, ¿de acuerdo?
Los pequeños asintieron, aunque la tristeza era evidente en sus rostros. Marco, que había permanecido en silencio, tomó la palabra con tono serio:
—¿Y Diego? ¿Ya le avisaste?
Sofía asintió, mirando a su hermano menor.
—Sí, le avisé esta mañana. Papá va estar esperándome en el aeropuerto para despedirse.
Mónica y Leonardo intercambiaron una mirada, reconociendo la planificación meticulosa de su hija. Sin embargo, decidieron no agregar nada más.
La conversación retomó un tono más ligero mientras continuaban cenando. Los gemelos hicieron mil preguntas sobre Europa, desde si Ian le enseñaría a hablar otros idiomas hasta si traería regalos cuando regresara. Marco, aunque algo reservado, también le deseó buena suerte, recordándole que siempre podía contar con él.
Unas horas después, ya listos para salir, Sofia revisó su maleta por última vez mientras Mónica ajustaba los abrigos de los gemelos y Leonardo organizaba todo para salir. Marco se despidió de su consola de videojuegos por un momento y se preparó para acompañar a su hermana mayor.
En el auto, el ambiente era una mezcla de emociones. Mónica no dejaba de mirarla por el espejo retrovisor, y los gemelos insistían en que les enviara mensajes apenas aterrizara. Al llegar al aeropuerto, encontraron a Diego esperándolos en la entrada, con una gran sonrisa, aunque sus ojos reflejaban melancolía.
Sofi lo abrazó con fuerza.
—Papá, gracias por venir.
Diego le devolvió el abrazo, acariciándole el cabello.
—Siempre voy a estar para ti, princesa. No importa cuantos kilómetros tenga que hacer para estar a tú lado— afirmó.
De pronto llegaron Ian yesi familia, Isabella y Alejandro al igual que Mónica y Leonardo estaban igual de sorprendidos por la decisión de su hijo, mientras que Lucas el hermano menor de este no paraba de hacer preguntas sobre cómo sería la vida en Europa.
Diego, con su sonrisa característica y amable, aguardaba a un costado, observando con orgullo a su hija. Sofia no pudo evitar pensar en lo mucho que esa sonrisa le recordaba a Erick. Sacudió ese pensamiento de su mente y se concentró en el presente.
—Bueno, aquí estamos —dijo Ian, con su tono bromista, mientras se ajustaba la mochila—. ¿Estás lista para conquistar Europa?
—Más que lista —respondió Sofi con una sonrisa determinada, aunque en el fondo su corazón latía rápido ante lo desconocido.
Las despedidas comenzaron. Ian abrazó a su madre, quien le dio innumerables consejos sobre cuidarse y mantenerse en contacto. Su padre, con un abrazo más discreto, le deseó suerte, mientras que Lucas le dio una palmada en la espalda.
—¡Tráeme algo genial de Europa! —le gritó Lucas con entusiasmo, haciendo que todos rieran.
Cuando fue el turno de Sofia, Diego se acercó a ella y la envolvió en un fuerte abrazo.
—Estoy muy orgulloso de ti, princesa. Sé que vas a hacer cosas maravillosas —dijo en voz baja, mientras la sostenía con cariño.
La muchacha, sintiendo el nudo en su garganta, respondió:
—Gracias, papá. Prometo que te escribiré siempre y que no me olvidaré de todo lo que me enseñaste.
Diego la miró con ternura, acariciándole el cabello como cuando era niña.
—Nunca olvides que aquí tienes un hogar y una familia que te ama.
Después de abrazar a su madre, Leonardo y los gemelos una vez más, Sofia tomó aire y caminó hacia la puerta de embarque con Ian a su lado. Este último levantó una mano y la agitó enérgicamente hacia sus padres y Lucas, despidiéndose con su característico estilo desenfadado.
Antes de cruzar, Sofia se detuvo un momento, volviendo la vista hacia todos los que se quedaban. Sus ojos se encontraron con los de Diego, quien le sonrió con ese gesto lleno de calidez que tanto la reconfortaba. Ella le devolvió la sonrisa, lanzándole un beso al aire.
—Vamos, Sofi, que el avión no va a esperar por nuestros dramas —bromeó Ian, tirando suavemente de su brazo.
Con un último vistazo, Sofia caminó hacia la puerta junto a Ian, ambos cargados de sueños y determinación. Subieron al avión, listos para enfrentar todo lo que la vida les tenía preparado en ese nuevo capítulo lleno de desafíos y posibilidades.
Mónica apenas podía contener las lágrimas al despedirse, mientras los gemelos se aferraban a ella como si intentaran evitar que se fuera.
Finalmente, Sofia cruzó las puertas de seguridad, deteniéndose un momento para voltear y ver a su familia. Les lanzó un beso al aire, con una sonrisa que no lograba ocultar la mezcla de tristeza y emoción en su corazón. Sabía que esto no era un adiós definitivo, sino el comienzo de una nueva etapa.
El avión la esperaba, y con él, una vida llena de oportunidades y desafíos que estaba dispuesta a enfrentar con determinación.