Kairos y Alessia , el primer amor de cada uno, Separados por una promesa de matrimonio. Zahraea, la esposa de Kairos tienen un accidente junto con él por una rabieta de celos de su primer amor. Después del accidente , Kairo puede leer todos los pensamientos de su esposa Zahraea, y Kairos decide no mencionar el divorcio nunca más, pero Zahraea no está de acuerdo con Kairos.
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LA BODA DEL AÑO
En un jardin espacioso y lujoso estaba adornada con cientos de rosas blancas y lirios, iluminada por enormes arañas de cristal que reflejaban la luz en destellos dorados. La alta sociedad estaba reunida, vestida con sus mejores galas, mientras los medios de comunicación esperaban en las afueras del recinto.
Era la boda del año.
Y, sin embargo, dentro de la imponente salón lujoso, la atmósfera estaba cargada de un silencio tenso.
Kairos Lazarescu se encontraba al final del pasillo, vestido con un impecable traje negro hecho a la medida, con la mirada fija en las puertas que en cualquier momento se abrirían. Su mandíbula estaba tensa, sus manos entrelazadas frente a él en un intento de mantener la compostura.
El murmullo de los invitados se redujo a un susurro cuando las enormes puertas dobles se abrieron lentamente.
Y entonces apareció ella.
Zahraea caminaba con elegancia, sosteniendo un ramo de peonías blancas en sus manos enguantadas. Su vestido, una obra de arte hecha de encaje y seda, se ceñía perfectamente a su figura antes de abrirse en una falda vaporosa que arrastraba un velo delicado.
Era la novia perfecta.
Pero sus ojos… Sus ojos reflejaban la misma frialdad calculada que la noche en que se comprometieron.
Kairos la observa acercarse con su característico aire de serenidad inquebrantable. No había emoción en su rostro, ni nerviosismo, ni alegría. Solo el entendimiento de que aquel día no se trataba de amor, sino de responsabilidad.
Cuando finalmente llegó a su lado, Zahraea extendió su mano y ella la tomó con suavidad, sus dedos fríos contra los de él. Se miraron a los ojos por un breve instante.
No había sonrisas. No había ternura. Únicamente solo cortesía. Solo respeto.
El notario comenzó la ceremonia con voz solemne, enumerando las promesas del matrimonio, hablando del amor y la fidelidad. Cada palabra resonaba en los muros de la catedral, pero ninguna llegaba realmente a los novios.
Cuando llegó el momento de los votos, Kairos tomó aire y habló con tono firme, pero vacío de emoción.
—Yo, Kairos Lazarescu , te tomo a ti, Zahraea Clutterbuck, como mi esposa. Prometo respetarte y honrar este matrimonio, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe.
Zahraea lo miró sin pestañear y respondió con la misma cortesía impersonal.
—Yo, Zahraea Clutterbuck, te tomo a ti, Kairos Lazarescu , como mi esposo. Prometo respetarte y honrar este matrimonio, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe.
El notario sorprendiendo con satisfacción dice —Puede besar a la novia.
Kairos dudó. Por un segundo, una sombra de incomodidad cruzó su rostro. Zahraea lo notó, pero no reaccionó.
Sabían que era una formalidad. Una actuación para la audiencia, así que Kairos se inclinó levemente y depositó un casto beso en su mejilla.
Los invitados se estallaron en aplausos, y con ese gesto, sus destinos quedaron sellados.
El banquete fue un derroche de lujo: mesas con arreglos florales majestuosos, una orquesta tocando música en vivo y un menú diseñado por los mejores chefs del país.
Kairos y Zahraea se sentaban en la mesa principal, rodeados de familiares, socios de negocios y miembros de la élite.
Conversaban con sus invitados con amabilidad. Sonreían cuando la situación lo requería. Bailaron el vals de los recién casados con gracia impecable, pero entre ellos, no hubo ni un solo gesto de intimidad, ni una sola palabra sincera.
Mientras la celebración continuaba, Kairos sintió el peso de la realidad hundiéndose en su pecho.
Había cumplido con su deber, pero ¿a qué precio?
Él solo sabía, no importa que, solo le sería fiel a la mujer que amaba.