Ella siempre supo que no encajaba en esa mansión. No era querida, no era esperada, y cada día se lo recordaban. Criada entre lujos que no le pertenecían, sobrevivió a las humillaciones de su madre y a la indiferencia de su hermanastra. Pero nada la preparó para el día en que su madre decidió venderla… como si fuera una propiedad más. Él no creía en el amor. Sólo en el control, el poder y los acuerdos. Hasta que la compró. Por capricho. Por venganza. O tal vez por algo que ni él mismo entendía. Ahora ella pertenece a él. Y él… jamás permitirá que escape.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Luna sin miel
Thalía estaba sentada en el borde de la cama, con los pies descalzos rozando el suelo frío. No hablaban mucho desde que llegaron. Adrián había sido… correcto. Casi amable. Pero aún con demasiadas palabras atrapadas en la garganta.
—¿Te gusta el lugar? —preguntó él desde el sofá, con la voz baja.
—Es hermoso —respondió ella, sin volverse—. Pero no cambia lo que somos.
Silencio. Él no discutió.
—¿Y qué somos, Thalía?
Ella giró la cabeza. Lo miró con cansancio, pero sin odio.
—Dos personas rotas intentando jugar a que todo está bien.
Adrián dejó su copa sobre la mesa. Se levantó y caminó hacia el ventanal. Por un momento, pensó en no decir nada. Pero la marea interna era más fuerte que su orgullo.
—Yo… —hizo una pausa, se frotó la nuca, frustrado—. No quiero que pienses que todo esto fue fácil para mí. Porque no lo fue. Hice cosas horribles. Te dije cosas horribles. Y ni siquiera tengo una excusa para justificarlas.
Thalía no respondió. Solo lo miraba.
—Te lastimé —añadió—. Porque pensé que eras fácil de lastimar. Porque eras el reflejo de todo lo que yo detestaba de mí mismo. Porque necesitaba sentir que tenía el control de algo. Y tú eras eso.
Ella parpadeó. Una sola lágrima traicionera se deslizó por su mejilla.
—Fuiste cruel —susurró.
—Lo sé —dijo él, la voz quebrada—. Y no espero que me perdones. Pero… lo siento. Lo siento de verdad, Thalía.
El silencio se volvió denso. Doloroso. Pero también necesario.
Entonces, sin pensar, ella se levantó. Caminó hacia él. No para golpearlo. No para gritarle. Solo lo abrazó. Fuerte. Como si ambos se estuvieran sosteniendo con los pedazos que quedaban.
Adrián dudó un segundo. Luego la rodeó con los brazos, bajando la cabeza a su hombro. Sus manos temblaban.
—Yo también tengo cicatrices, Adrián —susurró ella—. Pero no quiero que las tuyas me arrastren. Ni que las mías te sigan ahogando a ti.
Él no dijo nada. Solo la apretó un poco más fuerte.
El abrazo no tenía tiempo, ni razón. Era la pausa entre dos tormentas. La tregua entre dos corazones deshechos.
Thalía sintió el latido de Adrián contra su mejilla. No era un latido firme, seguro, autoritario como él aparentaba ser… era inestable. Vulnerable. Casi humano.
—No sé cómo seguir —dijo ella en voz baja, separándose apenas.
—Yo tampoco.
Sus ojos se encontraron. Por primera vez sin rabia, sin juicio, sin máscaras. Había algo nuevo ahí. Un eco de comprensión. O tal vez solo el reflejo de dos personas que, sin buscarlo, se habían convertido en testigos del dolor del otro.
Adrián levantó una mano y le acarició la mejilla con los nudillos. Fue un roce leve, como si temiera romperla.
—Estás temblando —susurró.
—No es por ti —murmuró ella—. Es por todo.
Él asintió. Y bajó la mano… pero no del todo.
Los dos sabían lo que estaba a punto de pasar. Ninguno lo buscó. Ninguno lo impidió.
El beso llegó sin aviso. Lento. Casi torpe. Una mezcla entre rabia acumulada y ternura. No fue un beso apasionado ni romántico. Fue algo más íntimo. Más real. Una forma de decir “estoy aquí” sin palabras.
Cuando se separaron, solo hubo confusión.
Thalía retrocedió un paso, su respiración agitada.
—No debiste… —comenzó a decir, pero su voz se perdió.
Adrián no respondió. Solo la observó con los labios entreabiertos, como si él tampoco entendiera lo que acababa de hacer.
—Fue solo un impulso —dijo al fin, sin convicción.
Thalía asintió. Y sin mirar atrás, se giró y caminó hacia el dormitorio.
El eco de sus pasos en el piso fue lo único que quedó entre ellos.
Y el peso de un beso que ninguno esperaba… pero que lo cambiaría todo.
A la mañana siguiente el mar sonaba a lo lejos, como si quisiera recordarles que el mundo seguía girando, incluso cuando sus corazones no sabían en qué dirección latir.
Thalía despertó con la mente revuelta, como si hubiese soñado demasiado, como si su cuerpo no hubiese descansado. Se quedó recostada mirando el techo, intentando hacer una línea recta con todos los sentimientos que se cruzaban en su pecho.
No podía.
El beso de anoche… no había sido solo un error. Pero tampoco podía llamarlo amor.
“Fue un impulso”, había dicho Adrián.
Pero ese impulso seguía quemándole los labios.
Se levantó con cautela, poniéndose una bata de seda. Caminó hacia la cocina de la villa, pensando que quizás Adrián seguiría dormido. Pero no. Lo encontró allí, ya vestido, sentado frente a la isla con una taza de café en las manos y la mirada perdida en el ventanal.
Él levantó la vista apenas la vio. No sonrió. No dijo nada. Solo la miró como si no supiera cómo empezar.
—Buen día —dijo ella, rompiendo el silencio.
Adrián asintió, dejó la taza sobre la mesa. Estaba incómodo. Como si tuviera algo atrapado entre la garganta y el orgullo.
—Dormiste bien? —preguntó él, como si no supiera qué más decir.
—Lo intenté —respondió Thalía con sinceridad.
El silencio volvió, espeso.
—Sobre lo de anoche… —comenzó él, mirando la taza—. No fue una estrategia. No fue por lástima. Solo… pasó.
—Lo sé —respondió Thalía, aunque en realidad no sabía nada.
Adrián inspiró hondo. Se levantó despacio y caminó hacia ella. Por un instante, ella pensó que iba a besarla otra vez, pero él solo se detuvo a una distancia prudente.
—No quiero confundirte —dijo—. No quiero que pienses que esto es algo que no es.
—Entonces dime… ¿qué es?
Él no respondió. Solo apretó la mandíbula.
—Tampoco lo sé —admitió.
Thalía bajó la mirada. No quería llorar. No después de todo. No ahora que finalmente sentía que estaba empezando a recuperar un poco de poder sobre sí misma.
—No necesito que me quieras, Adrián. Pero tampoco quiero seguir sintiéndome como un error que cometiste por cumplir con tu padre.
Eso le dolió más de lo que esperaba. A él… y a ella.
—No eres un error, Thalía. Eso lo tengo claro. El problema es que yo… no sé quién soy cuando estoy contigo.
Sus palabras la desarmaron. Porque ella sentía lo mismo.
Ambos estaban en ruinas, tratando de construir algo entre los escombros sin saber si eran compatibles… o simplemente dos heridos reconociendo su reflejo en el otro.
Adrián se alejó un paso. Luego otro.
—Voy a salir un momento. Necesito pensar —dijo. Y sin esperar respuesta, tomó las llaves y se marchó.
Tiago ya eres grande para dejarte envolver como niño creo q los padres q te dio la vida te han enseñado valores ojalá no te corrompas con esa persona q dice ser tu padre , Thalía y Joshua hicieron mal al no decirte la verdad por cuidar tu ntegidad , ahora quien sabe lo. Q te espera al lado de este demonio