De Sirvienta A Reina

La Madre Superiora corría por el pasadizo oculto, con la respiración agitada y el corazón golpeando con fuerza. Detrás de ella, los ecos de la batalla aún resonaban. Eyra la perseguía, implacable, pero la mujer logró crear una distracción con su magia de tierra, derrumbando parte del techo del túnel y obligando a la pelinaranja a detenerse.

Al llegar al final del pasadizo, la Madre Superiora empujó la puerta secreta que daba al bosque. Pero no logró dar ni dos pasos cuando una daga se clavó en su pierna, haciéndola caer al suelo con un grito de dolor.

—¿A dónde crees que vas? —dijo Ross con voz fría, emergiendo de entre los árboles.

La mujer la miró, y un escalofrío recorrió su cuerpo al ver la expresión de la pelirrosa. Ross no era la niña dulce que había criado. Era otra cosa. Algo que ella misma había ayudado a crear.

La Madre Superiora se puso de pie con dificultad, arrancó la daga de su pierna y usó su magia para curarse. Luego atacó a Ross con magia de tierra, levantando raíces y rocas para distraerla y escapar hacia el bosque.

Eyra llegó minutos después, observando a Ross entre los árboles.

—Yo iré por ella —dijo Ross, sin mirar atrás.

La Madre Superiora corría entre los árboles, pero algo no estaba bien. Escuchaba risas de niños, susurros que parecían venir de todas partes. Se detuvo, girando en círculos, sintiéndose observada.

Un grito escapó de sus labios cuando una mano salió de la tierra y la agarró del tobillo. Usó su magia para liberarse, pero pronto vio cómo del suelo emergían figuras infantiles: niños con la piel podrida, sin ojos, que gritaban una y otra vez:

—Todo esto es tu culpa.

La mujer intentó atacarlos, pero no podía avanzar. Los niños la rasguñaban, la hacían sangrar, la rodeaban como sombras vivas.

Desde la distancia, Ross observaba con una sonrisa. La daga que había lanzado antes estaba impregnada con un veneno que Eyra le había ayudado a preparar. Un veneno que provocaba alucinaciones con el peor miedo de quien lo recibía, luego paralizaba el cuerpo, y finalmente causaba una muerte lenta y dolorosa.

Ross se acercó a la Madre Superiora, que ya yacía paralizada en el suelo, con los ojos llenos de lágrimas. La pelirrosa se agachó, acariciando sus mejillas con suavidad.

—Esto que estás sintiendo no es nada comparado con lo que hiciste sufrir a tantos niños… incluyéndome a mí.

Las lágrimas de la mujer se mezclaban con la sangre. Ross siguió acariciándola, luego materializó pequeñas agujas hechas de esas mismas lágrimas, usando su poder.

—Te sorprendería saber el gran dolor que estas pequeñas pueden causar si se insertan en los puntos correctos —dijo, pasando una de ellas por el rostro de la mujer—. Ah, se me olvidaba… es que vas a probarlo.

Con una sonrisa siniestra, comenzó a clavar las agujas en los nervios del cuerpo de la Madre Superiora. Grito tras grito, el bosque se llenó de los sonidos del castigo. Ross no se detuvo. Eyra le había enseñado bien, y ella estaba disfrutando cada segundo.

Mientras tanto, en el convento los soldados del Imperio de Alderidge habían capturado a los mercenarios y monjas cómplices. Los niños estaban a salvo, al igual que las pocas monjas que no habían participado en el tráfico.

Eyra regresó al convento con su cabello nuevamente morado. No quería que nadie supiera quién era realmente. Raven la vio a lo lejos y le hizo una señal para que se acercara.

—Nadie ha resultado herido —le dijo, cruzándose de brazos—. Todo salió según el plan.

Eyra lo observó con atención. El día anterior, cuando salieron del despacho con las pruebas, ella lo había acorralado contra una pared, apuntándole con una daga.

—¿Quién eres realmente? —le había preguntado.

Raven le confesó que era un infiltrado del ejército de Alderidge. Su imperio llevaba meses investigando el convento, tras detener a un noble por tráfico de esclavos. Uno de los niños rescatados había hablado del lugar, pero sin pruebas, no podían actuar. El testimonio de un niño plebeyo no valía mucho ante la corte.

Eyra lo soltó, aún dudando. Pero si lo que decía era cierto, esta era su oportunidad. Así, junto con Ross, planearon la operación.

Ahora, mientras Raven daba órdenes a los soldados, Eyra lo observaba. Era muy joven para estar en el ejército. Tal vez hijo de algún noble. Algo no cuadraba.

—Vi el cuerpo de la monja Lira —dijo él, acercándose—. Vaya que eres una caja de sorpresas. Y no solo hablo de tus pociones… también de cómo peleas y tu conocimiento en magia.

Se inclinó hacia ella, susurrándole al oído:

—¿Quién eres en verdad, Arye?

Eyra lo miró con calma.

—La misma pregunta te hago a ti. ¿Quién eres, Raven?

Sin más, se alejó. Con el asunto del convento resuelto, solo quedaba seguir con su venganza. Y los próximos en su lista eran cierta protagonista… y sus pretendientes.

Esa tarde misma tarde los soldados encontraron el cuerpo sin vida de la Madre Superiora. Cuando Raven fue informado, solo dijo:

—Esa mujer se merecía lo que le pasó. No tomaré represalias.

Eyra caminaba por el campo de flores con cara de fastidio. Los soldados no dejaban que nadie se fuera hasta que llegaran los guardias del reino. Aunque la operación había sido ejecutada por Alderidge, estaban en tierras de Eldoria, y debían presentar las pruebas ante el rey y la corte.

Al llegar a un gran árbol en medio del campo, vio a Raven recostado allí. Él la había citado para que le entregara los documentos.

—Por un momento pensé que no vendrías —dijo con burla—. Parecías querer huir de mí hace un rato.

—No huí. Solo tenía cosas que hacer —respondió con fastidio, entregándole los documentos—. Ahora cumple lo que prometiste. Ross debe quedar exonerada y recibir un buen hogar.

—Sí, sí, ya lo sé —dijo estirándose, dejando los documentos a un lado—. Yo cumplo mis promesas. Pero ahora dejemos de hablar de acuerdos y relajémonos un rato.

Sin que Eyra lo esperara, Raven la jaló del brazo, tumbándola a su lado. Ella se quejó, pero él solo sonrió y le ofreció un sándwich.

—¿De dónde sacaste eso? —preguntó, extrañada.

Él señaló una pequeña canasta a su lado. Eyra no se había percatado de ella. Tomó el sándwich y alzó una ceja con una leve sonrisa.

—¿Todo esto lo tenías planeado?

—Puede ser —respondió él, divertido.

Después de comer, Eyra le preguntó su edad. Raven respondió que tenía quince años. Eyra se sorprendió. Pensaba que era solo uno o dos años mayor que ella, no cuatro.

—¿Raven es tu verdadero nombre? —preguntó.

Él no respondió. En cambio, acarició su mejilla y limpió un resto de sándwich de sus labios, haciendo que ella se sonrojara levemente.

—¿Arye es tu verdadero nombre? —preguntó él.

Eyra no respondió. Se había perdido en el verde de sus ojos. Raven sonrió y la abrazó, haciendo que ambos rodaran por el campo de flores. Eyra intentó zafarse, pero él la abrazó más fuerte. Así se quedaron, hasta que ambos se quedaron dormidos.

Unas horas después Eyra despertó con los rayos del atardecer en el rostro. Miró a Raven, que dormía plácidamente a su lado. Sonrió y volvió a su apariencia real.

Se inclinó sobre él, contemplando su rostro.

—No, Arye no es mi verdadero nombre —susurró cerca de sus labios—. Espero que nos volvamos a ver en el futuro, Raven.

Y sin pensarlo, le dio un casto beso en los labios.

Raven despertó segundos después. Buscó a Eyra con la mirada, pero ella ya no estaba. Volvió al convento, preguntó por ella, pero nadie la había visto. Ross le dijo que Eyra se había ido… y que no volvería.

Raven se quedó en silencio, afectado por sus palabras. Luego salió del convento y ordenó a sus soldados que se prepararan para partir hacia la capital. Había perdido suficiente tiempo. Debía volver a su imperio y cumplir con sus obligaciones.

Dos días después

En todo el reino de Eldoria, la noticia sobre lo ocurrido en el convento Hermanas de la Paz se había esparcido como fuego en campo seco. Los periódicos lo titulaban como “La purga silenciosa” y “El fin de una red de sombras”. Las cortes comenzaban a moverse. Las familias nobles que habían participado en la compra de niños estaban siendo investigadas. El nombre de Eyra no aparecía en ningún informe. Tal como lo había planeado.

Thyra cerró el periódico con una sonrisa satisfecha. Estaba sentada en su despacho, con una taza de té en la mano. Frente a ella, Eyra, con su cabello naranja fuego recogido en una trenza alta, hojeaba un libro de magia avanzada.

—¿Y ahora qué piensas hacer? —preguntó Thyra, con curiosidad.

Eyra levantó la mirada, sus ojos brillaban con determinación.

—Iré a la academia. Ya fui aceptada.

Thyra arqueó una ceja, divertida.

—¿Y eso por qué?

Eyra cerró el libro con firmeza.

—Porque para lograr mi venganza… necesitaré todos los conocimientos posibles.

Thyra sonrió aún más, alzando su taza en señal de aprobación.

—Entonces que el mundo se prepare. Porque cuando tú aprendes… arde.

Eyra no respondió. Solo sonrió de lado, mientras en su mente se dibujaban los rostros de su próxima lista: una protagonista demasiado perfecta… y sus tres pretendientes.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Hola 👋 lectoras/es tal como había prometido, estaré haciendo maratón para esta novela entre hoy y mañana, para compensarles el tiempo que estuve desaparecida.

Espero le den a esta novela todo su apoyo así como con las otras.

Como pueden ver Eyra ya logró una pequeña parte de su venganza, y en su camino se cruzó con un chico interesante. ¿Volverá a verlo en un futuro? ¿Qué pasará con Ross? ¿Eyra volverá a encontrarse con ella? ¿Quién será Raven realmente, él será un aliado en su plan de venganza?

Espero sus teorías en los comentarios. Por favor no olviden darle me gusta a cada capítulo y si pueden recomendar la novela para tener más apoyo sería una maravilla.

No se olviden dar su voto.

Que tengan buen día, tarde, noche o madrugada

Besos 💋, Libi 2