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Rehén

Rehén

Status: Terminada
Genre:Posesivo / Mafia / Dominación / Romance oscuro / Completas
Popularitas:12
Nilai: 5
nombre de autor: Syl Gonsalves

El silencio puede ser ensordecedor, como dijo algún poeta cuyo nombre ya olvidé. La oscuridad puede ser más cruel que la luz. Y algunas prisiones no necesitan barrotes para ser imposibles de escapar.

Si decidiste abrir este libro, debes saber que estás a punto de cruzar una frontera peligrosa. Aquí, no hay garantía de finales felices, ni promesas de redención. Esta no es una historia de amor común. Es una historia de posesión, dolor y supervivencia.

Las páginas que siguen contienen temas intensos y perturbadores. Aquí nada está suavizado. Aquí nada es fácil de digerir…

Aquí, las cadenas no siempre son visibles…

Aquí, el deseo y el miedo caminan de la mano…

Aquí, nadie sale ileso.

Este libro no trata de cuentos de hadas. No hay héroes ni villanos evidentes. Solo hay supervivencia. Y la línea entre víctima y prisionero, entre pasión y miedo, entre amor y obsesión… es más delgada de lo que parece.

NovelToon tiene autorización de Syl Gonsalves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 4

Río de Janeiro, 2020. Días antes de que Vini despertara atado a aquella cama lujosa.

...~...

En la playa de Ipanema, en medio del calor sofocante y el sonido de las olas rompiendo suavemente en la arena, un hombre guapo de unos treinta años, con una sonrisa relajada y gafas de sol, caminó hasta una pequeña venta improvisada a la orilla del mar. Pidió un trago de agua de coco, su mirada deteniéndose un poco más de lo habitual en el chico que lo atendía.

El muchacho, de sonrisa amplia y cabello castaño despeinado por la brisa, notó la mirada, pero se mantuvo profesional, aunque con una leve curiosidad. Cuando entregó el vaso al cliente, este inclinó la cabeza y preguntó con una voz grave, pero llena de suavidad:

— ¿Cuántos años tienes?

La pregunta tomó al joven por sorpresa. Parpadeó, deteniéndose por un momento como si no estuviera seguro si aquello era un acercamiento o mera curiosidad. Después, sonrió de forma radiante y un toque de timidez en los ojos.

— Voy a cumplir dieciocho el próximo fin de semana. ¿Por qué? — devolvió la pregunta, tras una pausa que parecía casi calculada, aunque inocente.

El hombre esbozó una sonrisa discreta, el tipo que sugería experiencias de vida y un encanto casual.

— Iba a invitarte a beber conmigo… pero creo que tendrá que ser para el otro fin de semana.

El chico rió, un sonido espontáneo que parecía iluminar el ambiente alrededor. Apoyó las manos en el mostrador de madera desgastada y se inclinó ligeramente hacia adelante, como si la conversación se hubiera vuelto interesante.

— Creo que tampoco va a poder ser — respondió, con un tono de provocación en los labios.

El hombre arqueó una ceja por detrás de las gafas oscuras, intrigado.

— ¿Ah, sí? ¿Por qué?

El joven vaciló por un momento, pero luego se encogió de hombros, su sonrisa volviéndose un poco más melancólica.

— Mis tíos me matarían si lo supieran. Y, además… — Respiró hondo, como si fuera a confesar algo importante. — Pretendo irme de aquí en cuanto cumpla dieciocho.

Eso llamó aún más la atención del hombre, que se retiró las gafas de sol para encararlo mejor. Sus ojos eran intensos, de un azul profundo que parecía captar más que las palabras dichas. Cruzó los brazos, apoyándose en el mostrador como quien quería entender más.

— ¿Adónde quieres ir?

El chico desvió la mirada por un segundo, fijándola en el horizonte, donde el mar y el cielo se encontraban en una línea azul casi infinita. Cuando volvió a encararlo, había una mezcla de sueño y frustración en su expresión.

— Si mi inglés fuera bueno, me iría a Estados Unidos, pero… — Soltó una risita sin gracia. — Solo sé contar hasta diez, y eso con suerte. Entonces, creo que voy a buscar otro estado. Tal vez hasta un país vecino.

El hombre lo observó por algunos segundos, absorbiendo aquellas palabras. Después, esbozó una sonrisa, pero no dijo nada de inmediato. Simplemente terminó su trago, escaneó el código QR para el pago de la bebida y miró una vez más al muchacho.

— Buena suerte con eso — dijo por fin, su voz cargada de algo entre admiración y un toque de tristeza, como si reconociera aquella voluntad de irse. — Hasta la próxima, chico.

El muchacho abrió la boca como si fuera a decir algo, pero vaciló. Observó al hombre alejarse lentamente por la arena, su figura alta y confiada pronto perdiéndose en la multitud de cuerpos bronceados que llenaban la playa aquel día de verano.

El sonido de las olas continuó, pero, de alguna forma, la ausencia de aquel extraño parecía haber dejado el aire un poco más pesado. El muchacho volvió al trabajo, pero no pudo evitar pensar que, de alguna manera, aquel breve encuentro era más significativo de lo que parecía a primera vista.

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