Graciela Sáenz una joven de 20 años que despierta en la cama de un extraño y años después tiene que volverlo a enfrentar con una realidad que unirá sus mundos.
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miedos
Mi embarazo ha llegado a los cinco meses de gestación. Siento mi cuerpo con mucha energía, trato de hacer ejercicios suaves o dar pequeños paseos por un muelle cercano a casa. Ya Fiorella y Damián parecen más tranquilos con que pasee sola. Les hice entender que estaría bien y, además, ellos son un matrimonio. No pueden pasar todo su tiempo pendientes de mí. Sé que aman a mi bebé como suyo, pero con todo y mi proceso de aceptación, jamás sería capaz de hacerle algo a este bebé, soy su madre.
Mi vientre se ha puesto enorme. No puedo creer cómo pasa el tiempo. Ya siento sus movimientos en todo su esplendor, y aunque al comienzo fue algo que me hizo llorar, una cosa era aceptar estar embarazada y otra era aterrizar en el hecho de que tenía un ser vivo dentro de mí. Día a día me siento más cómoda. Mi psicóloga me recomendó hablarle mucho a mi bebé para generar esa conexión, y aunque fuera extraño al comienzo, parecía hablar sola, pero poco a poco entendí que sus patadas son en respuesta a mi voz, y a sus gustos o disgustos. Me he dado cuenta de que le encantan las fresas y la voz de LeBron. Cada vez que este pasa por la puerta, este bebé se mueve como si quisiera salirse.
Hasta el momento, he centrado todo mi ser en mi bebé y los pasteles. Esto ocupa tanto mi tiempo que hasta he dejado de pensar en todos los que dejé atrás. Me imagino que mi media hermana ya debe de haber tenido a su bebé. ¿Será que es un niño o una niña, y su relación con Ethan continuará? ¿Qué será de la vida de mi padre y dónde estarán viviendo? Entre todo, es imposible no pensar en ese hombre todos los días. Si mi bebé se pareciera a él o a mí, si tendrá algo de los dos, a pesar de todo tengo que admitirlo, es un hombre hermoso que desearía no haberme topado en mi vida. Trato de no pensar en eso, pero al negar la situación de que este bebé tiene sus genes, será más fuerte para mí enfrentar mis miedos si se llegara a parecer a él.
El día de hoy salí más temprano que de costumbre hacia la ahora pastelería Angels Fiorella, la cual decidieron cambiarle el nombre en honor a mi hijo ya que dicen que será un niño. Hoy voy en compañía de mi guardaespaldas Lebron, ya que Fiore se ha sentido indispuesta con una simple gripe pero tiene miedo de contagiarme. Así que Damian se ha entregado en cuerpo y alma a cuidarla pero, como no se olvidan de mí, me han asignado a Lebron para que les informe cada paso que doy. Aunque no me enojo con él todo el día ya que tiene un carisma único, hoy nos toca estar al pendiente de la tienda por lo que no tendré tiempo de decorar pasteles, estaré al frente atendiendo el negocio, lo menos que puedo hacer por Fiore.
Aunque muchos pensaran que este es un lugar pequeño, pues no es así, es una pastelería de renombre donde vienen altos ejecutivos y otros que se visten como tales, pero sé muy bien que no lo son. De igual manera, son clientes que nunca dan problemas, al contrario, dejan las mayores propinas. Comenzamos realizando un pequeño inventario y organizando con los demás el lugar antes de abrir. Todo tenía que estar pulcro y daríamos la mejor atención para que Fiore se sintiera orgullosa. Además, esto les enseñaría que estoy embarazada, no enferma como parece ser para ellos.
El turno más pesado es el de la tarde, por eso ahorré todas mis energías en la mañana, porque sabía que teníamos varias reservas en el segundo piso, que era como un VIP donde los altos ejecutivos se tomaban su café mientras tenían especie de reuniones. Cuando se dio la una de la tarde, ya tenía un hermoso delantal en mi vientre y salí dispuesta a atender mesas. Los clientes ya me conocían, así que no tendría problema con que fuera un poco más despacio, aparte de que al estar embarazada era un imán para los halagos, las propinas y uno que otro piropo de lo hermosa que me veía. Tenía el delantal más cómico que se puedan imaginar, digamos que un regalo de todos aquí.
Corrección:
Me encargaría de atender el VIP, pues sería más fácil para mí, ya que serían pocas las personas a atender en esta área. Habían llegado alrededor de cinco hombres, pero habían realizado una reservación para seis. Pensé que esa persona tal vez no asistiría, así que en un corto tiempo tomé los pedidos. Como siempre, piropos y más piropos para embarazadas. Si supieran que en esta belleza se esconden constantes ganas de ir al baño, algo de incomodidad al dormir, náuseas a ciertos olores, malgenios culpa de las hormonas, calores y demás. En vez de un piropo, me ofrecieron la silla y una merienda al lado de ellos. Pero no, este hermoso proceso lleva todo esto y más.
Cuando sus pedidos estuvieron listos, tomé una bandeja y, con la experiencia del poco tiempo que llevo aquí, la tomé al estilo más cómodo debido a mi vientre, pero elegante. No se me podía olvidar que eran clientes y además VIP. Una buena reseña de su parte le hace muy bien a este lugar. Pero como el destino es así conmigo, en la llegada a la mesa se encontraba un hombre que haría mis días de insomnio más largos. Ahí, dándome la espalda, esa voz, ese cuerpo, esa inconfundible era él y como yo no sabía otra cosa más que hacer, el shock me hizo soltar la bandeja, provocando que todos pusieran su mirada en mí y como no, una embarazada que deja caer una bandeja era código de caballeros salir en su auxilio. Pero fue cuando su mirada se cruzó con la mía que mi mundo se oscureció.