BL.
⚠️ Para mayores de 18, la novela puede contener escenas no aptas para menores. ⚠️
¿Quieres saber de que trata la novela? Te invito a leerla.
NovelToon tiene autorización de Xie Lian. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 4: ¿Amiga o enemiga?
🌼
17/05/2025
—¿Cuál es la fecha límite?
—No lo sé...
Alfred suspiró, dándose por vencido con su tonto hermano. ¿Quién en su sano juicio no pregunta la fecha límite de algún pago?
—Por supuesto que no lo sabes —se burló antes de pasarle a su hermano la "carta" arrugada. Hugo la miró con una expresión de duda y comenzó a leerla. Su rostro se mantuvo impasible hasta que leyó lo de la recompensa. Secretamente, Alfred esperaba ver algún resplandor de emoción en sus ojos mientras leía, pero al final no fue así. Incluso parecía algo sombrío.
—¡Sin duda esto es una señal de que tendremos buena fortuna!— Comentó entre dientes.
—¿Eso crees?, ¿crees que la recompensa pueda ser real?
—Pues claro —su hermano le devolvió el papel arrugado con una gran sonrisa que no llegaba a sus ojos. No había duda en su respuesta, o eso pensó. Alfred quería preguntarle qué opinaba de la leyenda, pero al final suprimió la extraña inquietud de su corazón y no dijo nada—. Me mostraste esto porque planeas ir allí conmigo, ¿verdad?
—Sí, pero antes tengo algo que hacer. Tú ve empacando las cosas, no sé a qué hora llegaré. Si se hace de noche, no me esperes despierto.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Entró a la taberna y pidió a uno de los empleados que llamara a su jefe. Había venido para averiguar la fecha límite del pago; después de todo, aún no sabía dónde estaba esa posada Kerba que se mencionaba en la carta. Si quería asegurarse la recompensa, tenía que ir hasta allí más tarde.
—Hola —Alfred saludó, e inmediatamente el otro hombre le sonrió. Era el mismo de la otra vez, el que lo había llamado amigo. Ahora, frente a esta persona, se sintió un poco avergonzado por su actitud anterior, por lo que aclaró su garganta—. Este... ¿tu jefe?
—¿Jefe? Me dijeron que querías hablar conmigo. No-amigo.
El hombre tenía una pequeña cicatriz en la frente, la cara regordeta y un pañuelo blanco en su cabello castaño. Su cuerpo, apenas musculoso, desprendía un fuerte olor a tabaco que hacía que su nariz picara.
¿Este hombre era el jefe del lugar?
Se lamentó internamente. Si lo hubiera sabido, jamás lo habría tratado de tal manera en el pasado. Quizás así se apiadaría y reduciría la deuda de su hermano... Y lo peor parecía ser que esta persona lo recordaba.
—Lamento lo de la otra vez, fui impulsivo —sonrió, apenado—. Estás en lo correcto, solicité verlo para consultar una deuda —su tono era más cortés y formal que la anterior vez que se habían visto.
—¿Una deuda? ¿Usted es un deudor de aquí?
Alfred negó.
—Mi hermano, el que estaba la otra vez...
—¡Ah, ese chico! ¿Así que es tu hermano? Por como lo regañaste, pensé que era tu hijo —se burló, y Alfred sonrió superficialmente—. Me debe mil quinientas monedas de oro. ¿Quieres saber en qué gastó tanto dinero?
—Me comentó que fue una apuesta —luchó por no fruncir el ceño.
—En parte —al notar que Alfred no lo interrumpía, continuó—. Antes de hacer la apuesta de mil monedas de oro, dijo que no importaba si era el ganador o el perdedor: ¡invitaría a todos a doce rondas de bebidas! La verdad es muy agradable. Dígale que es bienvenido cuando quiera.
¡Ese imprudente!
Solo quería regresar a casa y hacer que Hugo se encargara completamente de la estupidez que había hecho.
—Le diré...— Reprimió su irá—. ¿Cuál es el plazo para pagar?
—El plazo es de un año, pero ya pasó un mes —los ojos del hombre se oscurecieron—. Si tu hermano no me paga a tiempo, haré su vida miserable. Maldecirá el día que entró en este establecimiento hasta el día de su muerte.
Alfred se crispó. ¿No estaba esta persona diciendo hace unos segundos que su hermano era bienvenido? ¿Dónde había quedado ese tono amigable y despreocupado?
—Ey, ey —no permitiría que nadie amenazara a su hermano así, y menos sin estar él presente—. Primero que todo, vamos a calmarnos. No hay necesidad de nada, él te pagará, tenlo por seguro... Pero en caso de...
Finalmente se mostró inseguro. Hugo creía que la recompensa era real, pero él no. Sentía que era demasiado bueno para ser verdad, así que no estaba seguro de poder contar con ese dinero. El jefe del lugar lo miró, enarcando una ceja.
—¿En caso de qué?
—En caso de no poder pagarla, además de amenazarlo como lo has hecho... ¿hay otra alternativa como pago?
El hombre guardó silencio. Al parecer jamás le habían preguntado algo así y lo estaba meditando detenidamente.
—Bueno, podría pensar en ofrecerle trabajo, pero sin paga. Hasta que salde la deuda. Posteriormente, sería despedido —los ojos de Alfred brillaron—. Pero... trabajaría en Arel.
—¿Arel? —todo entusiasmo anterior desapareció de su rostro.
—Sí. Mis empleados están reacios a ir allí y, naturalmente, yo no los mandaría a ese lugar de mala suerte. A menos de que me deban algo. Después de todo, en Arel tengo dos tabernas con poca gente trabajando.
—Mi hermano no puede ir a trabajar allí —su voz salió firme, pese al escalofrío que le produjo mencionar ese país. En los últimos años había mejorado, a eso le daba mérito, pero aun así era un lugar extraño. La ley parecía no existir. ¿Qué le pasaría a Hugo si fuera allí? No estaba seguro.
Y eso le asustaba.
Todos los relatos que le habían contado eran aterradores.
—Entonces que pague —el hombre, notoriamente aburrido por hablar con Alfred, se dio media vuelta para marcharse.
—¡Espera! ¿Existe la posibilidad de que alguien más pague la deuda por él? —esto volvió a llamar la atención del jefe, el cual de inmediato se volteó.
—Por supuesto. Mientras el dinero llegue a mis manos, no me importa quién lo pague. ¿Qué idea tienes?
—Pon la deuda a mi nombre. Soy Alfred Trich. Pagaré, ya sea con dinero o trabajando en Arel —no iba a permitir la posibilidad de que su hermano fuera a un lugar tan perverso.
—Hecho. Recuerda, Alfred Trich: el tiempo corre y no espera a nadie.
—Lo sé. Otra cosa. ¿Sabes dónde queda la posada Kerba? —preguntó con la esperanza de que este hombre supiera. Después de todo, muchos taberneros de diferentes partes del mundo mantenían contacto. Existía la posibilidad de que la posada haya sido mencionada con anterioridad.
—¿Kerba? No. Jamás oí de ella.
—Oh... Bueno, gracias —sus hombros se encorvaron un poco hacia adelante.
—¿Por qué quieres ir allí? —Alfred entrecerró los ojos. ¿A qué venía esa pregunta?
—Asuntos personales. Pero ya que no sabe dónde está, no lo voy a entretener más. Gracias.
Se dio la vuelta y se marchó. Aun así, podía sentir los ojos del jefe del lugar sobre su espalda.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Miró el par de casas agrupadas como un condominio y entró por un largo y ancho pasillo. Al final de este había una casa bastante... particular. Tenía una antena de aspecto extraño que, según sabía, era para controlar el clima, colocada en el techo, y otra antena que Alfred jamás supo para qué servía. Sentía que estaba solo como decoración; de todas maneras, nunca le prestó mucha atención a estas cosas, así que no le importaba en lo absoluto.
El color de las paredes era de un marrón opaco, así como la puerta; prácticamente esta se camuflaba con la pintura de la estructura. Si no fuera por su marco gris, no se podría distinguir. Alfred se acercó a esta y dio tres suaves toques con los nudillos; inmediatamente la puerta se abrió con un suave crujido.
—Oh, tú —la voz de la chica sonó muy deprimida.
Alf solo le sonrió levemente.
—Bea, hola. ¿Estabas esperando a alguien?
Ella se hizo a un lado para dejarlo pasar mientras miraba a su alrededor con cautela. Después entró y cerró la puerta. El olor a tinta y humedad hizo que la nariz de Alfred picara.
—Estaba esperando un paquete.
—¿Por qué está tan oscuro?
Hablaron ambos al mismo tiempo. Bea bufó, sintiendo que Alfred era demasiado exigente, así que, para callarlo de una vez, encendió la luz moviendo la palanca del interruptor.
Todo el lugar era un caos.
Había papeles desperdigados por todas partes; algunos parecían ser mapas de ciertos lugares, e incluso otras cosas que no llegó a descifrar. De hecho, parecían más garabatos de algo.
La tinta estaba esparcida sobre la mesa, seca. Y sobre el pequeño sofá había una pila de cuadernos desorganizada.
—¿Qué pasó?, ¿alguien entró a robar? —bromeó.
Bea se burló.
—Nadie se atrevería a hacer tal estupidez, y en caso de que así fuera, no dudaría en encajarle una bala en la frente.
En el pasado, Alfred se hubiera reído con nerviosismo y pensaría que esta mujer de cabello castaño, corto y desordenado, estaba loca.
Aunque sí estaba loca.
No había nada que él pudiera hacer, así que se acostumbró a su extraña personalidad de ermitaña. También sabía que las palabras de Bea eran sinceras: ella tenía armas en la casa, muy bien escondidas.
—¿A qué has venido?, ¿a provocarme más desastres? —Sus palabras lo sacaron de su estado de estupor y aclaró su garganta, avergonzado.
—No, y me disculpo por lo anterior. —Además, mi deuda ya está saldada. ¿Por qué me molestas tanto?, pensó. No se lo expresó a la chica por miedo a que tomara algún objeto contundente y se lo partiera en la cabeza; ya una vez lo había hecho con una lámpara de mesa. Alfred había aprendido a ser precavido con sus palabras delante de esta mujer debido a aquel incidente que casi lo manda al hospital local tras decirle "Deberías limpiar más". Su comentario no había sido con maldad, pero la otra persona se lo había tomado muy a pecho. —Tengo una pregunta que sé que tú podrás responder.
—Habla.
—Necesito saber dónde queda la posada de Kerba —sonrió Alfred.
Bea puso los ojos en blanco.
—¿Para qué quieres ir hasta allí?
—¿Sabes en dónde está? —No pudo evitar sentirse esperanzado.
—Respóndeme.
Alfred la miró por un tiempo y se mordió el labio, algo inquieto. ¿Estaba bien contarle a Bea sobre esto? Después de todo, eran los problemas de su hermano y suyos; no quería involucrar a personas externas. Finalmente suspiró y se decidió, sabiendo que si no contaba el motivo por el cual buscaba el lugar, Bea jamás se lo diría.
—Hugo se metió en una deuda.
—¿Eso qué tiene que ver con la posada?
—Verás, la posada ofrece una recompensa —Bea lo miró, así que continuó—. Tengo un viejo diario que tiene una leyenda. Esta posada ofrece una recompensa por ir a una montaña a buscar a un Ángel —se burló—. ¿No es ridículo?
Los ojos de la mujer loca de repente brillaron con algo de claridad y obsesión.
—¿Un Ángel?, ¿tienes ese diario contigo?
Alfred no logró notar esta anormalidad en Bea y asintió. Del bolsillo de su pantalón sacó el viejo diario y se lo pasó. Ella lo tomó de inmediato y, al abrirlo, sus ojos se movieron con frenesí por las palabras. Una extraña sonrisa se estaba formando en su rostro.
—No planeas robar el dinero, ¿verdad?
—¡A la mierda el dinero, este diario es una antigüedad!
Se acercó a ella tras oír eso, ya que se había alejado hasta la sucia mesa. Él no pudo evitar pasar un dedo sobre la tinta seca; inmediatamente, una pequeña cantidad de tinta se pegó en la yema de este, manchando la pálida piel de un suave negro. Parecía una flor marchita arraigada a su dedo.
Volvió sus ojos de color miel hacia Bea.
—¿En verdad? —Siempre le habían gustado las antigüedades, desgraciadamente no lo suficiente como para investigar sobre ellas.
Alfred era así: si algo no lograba llamar su atención, no era importante para sus ojos. Pero si lo contrario ocurría, se clavaría profundo en su corazón y querría saberlo todo.
—Sí —ella asintió—. Todas las copias de este diario se perdieron en el tiempo. De hecho, yo tenía uno, pero me lo robaron.
Alfred no pudo evitar burlarse en su corazón al recordar las palabras de la contraria hace unos instantes: "¿Quién se atrevería a robarme?"
—¿Tienes alguna manera de averiguar dónde está Kerba? —Alfred fue directo; no quería desviarse más de este tema. En respuesta, Bea puso los ojos en blanco.
—Pues claro, ¿tú crees que mi cerebro está de pinta?
Mientras hablaba, la mujer se acercó a unos estantes y extendió su mano para sacar una especie de caja metálica que estaba allí. La depositó con un estruendo sobre la mesa. Al abrirla, sacó un extenso mapa del mundo hecho a mano, por ella misma. Bea había estado en muchos lugares, o de eso se había jactado innumerables veces. Alfred ladeó la cabeza al mirar las masas de tierra dibujadas con perfectos trazos finos y gruesos. En algunas había grandes X marcadas.
Sin previo aviso, su largo dedo se detuvo en un punto y, de la misma caja metálica, sacó otra hoja, esta más pequeña.
—Aquí.
Alf entrecerró los ojos para poder leer, pero se le hizo imposible. Las letras de la chica eran extrañas: a veces finas y pequeñas, y otras veces alargadas. Parecía que todo estaba escrito en otro idioma.
—Listo. Está en Moet.
—Que rápido.
Alfred parpadeó, incrédulo. ¿Moet?, ¿por qué ese nombre le sonaba?
Una imagen de alguien se extendió ante él, pero era tan borrosa que no recordaba de quién se trataba. Finalmente se dio por vencido y dejó que ese recuerdo nebuloso se hundiera en el fondo de su memoria.
—¿Puedes comprarme un mapa...?
—No tengo dinero. ¿Moet, en algún lugar en específico?
—Vaya, no sé cómo puedes vivir así —comentó—. No lo sé, ¿cerca de alguna costa? En mi mapa solo están las masas de tierra, así que desconozco en qué muelle podrías parar.
Alfred se avergonzó un poco. Jamás había sido alguien de mucho dinero. Tras las palabras de Bea, supo que debía investigar un poco más, aunque sentía que esta misma le estaba ocultando información de manera deliberada.
—Solo por esta vez te lo voy a regalar.
Minutos después, Alfred se despidió de Bea. Ya tenía el mapa en la mano y el viejo diario nuevamente en su bolsillo. Ahora solo tenía que ir a otro lugar, llegar a casa y descansar, para así emprender su viaje.
Por otra parte, la mujer se quedó de pie. Su expresión alternaba entre sombría y burlona. Chasqueó sus dedos y, de inmediato, una bola de luz pálida se condensó a su lado, dándole a su rostro un brillo espeluznante.
—Lo encontré.
<<< Lo sé. >>>
—¿Eh?, ¿esperabas que hoy lo supiera o tú...?
<<< Me enteré hace poco tiempo, aún no tuve la oportunidad para ir a verte. Ese muchacho está rondando por todos lados. >>>
Bea no pudo evitar burlarse.
—Así es él, ya sabes. Un estúpido.
<<< No es tan tonto como crees. >>>
La chica frunció el ceño cuando la otra parte defendió a Alfred. Sabía que decir algo sería contraproducente, así que solo suspiró.
—Como sea, ya que tenemos esta información. ¿Qué quieres que haga a continuación?
<<< Síguelo, asegúrate de que en verdad esté el ángel allí. >>>
Hubo un tiempo de silencio, como si el hombre estuviera debatiendo consigo mismo si decir algo o no, pero al final agregó:
<<< Si les estorba, atáquenlo, pero está prohibido matarlo, ¿entiendes? >>>
—Entiendo.
La bola se deshizo en motas de luz. Bea miró cómo estas desaparecían.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Mini escenario:
Andy: Creo que Alfred se metió en problemas...
Hugo: Posiblemente, siempre lo hace.
Alfred: Bea es mi amiga, cállense. Además, yo no fui el que se endeudó hasta el cuello.
Hugo: ........
Y que sea feliz con Elast 😔😔😔