Clara y Javier se mudan a un pequeño pueblo en busca de un nuevo comienzo, pero su refugio pronto se convierte en una pesadilla. Enfrentando misteriosos eventos paranormales y oscuros secretos familiares, su amor es puesto a prueba mientras una entidad maligna los acecha. En un lugar donde nada es lo que parece, la pareja lucha por sobrevivir y desentrañar la verdad detrás de la maldición que amenaza con destruirlos.
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La visita inesperada
El sol apenas comenzaba a asomarse cuando Clara despertó de su inquieto sueño. Los últimos vestigios de la pesadilla seguían revoloteando en su mente: la mujer del retrato, con ojos llenos de tristeza, le había susurrado algo incomprensible. Clara intentó recordar las palabras exactas, pero se desvanecían como humo en el aire.
Decidió levantarse, sintiendo una urgencia inexplicable de salir de la casa y respirar aire fresco. Después de una ducha rápida, se vistió y bajó a la cocina, donde encontró a Javier preparando café. Parecía más animado que en los días anteriores, lo que la reconfortó un poco.
"Buenos días", dijo él, dándole un beso en la mejilla. "¿Dormiste bien?"
Clara forzó una sonrisa. "Más o menos. Soñé con esa mujer otra vez."
Javier la miró con preocupación. "Quizás deberíamos tomarnos el día para explorar el pueblo. Podría distraerte un poco y ayudar a que te relajes."
"Sí, podría ser buena idea", respondió ella, aunque en el fondo sabía que la casa no la dejaría en paz tan fácilmente.
Después del desayuno, se prepararon para salir cuando escucharon un golpe en la puerta principal. Ambos se miraron con sorpresa, pues no esperaban visitas. Clara abrió la puerta con cautela y se encontró cara a cara con una mujer mayor, de aspecto amable pero con una mirada intensa que la hizo sentir un ligero escalofrío.
"Buenos días", dijo la mujer con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. "Disculpen la intromisión tan temprano, pero me llamo Inés, y vivo en la casa al final de la calle. Solo quería darles la bienvenida al vecindario."
Clara le devolvió la sonrisa, aunque algo en la presencia de la mujer le resultaba perturbador. "Gracias, Inés. Es muy amable de su parte. ¿Le gustaría pasar?"
Inés aceptó la invitación y entró en la sala, observando cada rincón con detenimiento. Clara y Javier la invitaron a sentarse, y Javier sirvió una taza de café para la invitada.
"Esta casa tiene mucha historia", comentó Inés mientras tomaba un sorbo de café. "He vivido en este pueblo toda mi vida, y recuerdo cuando tus abuelos vivían aquí, Clara. Eran personas reservadas, pero muy respetadas por todos."
Clara asintió, sintiendo que había más detrás de esas palabras. "Sí, tengo algunos recuerdos vagos de esta casa cuando era niña. Pero no he estado aquí en años."
"Lo entiendo", dijo Inés, clavando su mirada en Clara. "Pero algunas cosas no cambian, no importa cuánto tiempo pase. Esta casa... tiene una energía peculiar, ¿no lo crees?"
Clara sintió un nudo en el estómago. "Sí, algo así."
Javier intervino, intentando suavizar la conversación. "Estamos seguros de que nos adaptaremos con el tiempo. Es solo cuestión de acostumbrarnos."
Inés sonrió, pero sus ojos seguían fijos en Clara. "Espero que así sea. Pero tengan cuidado, queridos. A veces, las casas antiguas guardan secretos que es mejor dejar en paz."
La atmósfera en la sala se volvió densa, y Clara sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Agradeció que Javier estuviera allí, porque la presencia de Inés comenzaba a hacerla sentir incómoda.
"Bueno, no quiero ocupar más su tiempo", dijo Inés finalmente, poniéndose de pie. "Solo quería asegurarme de que se sintieran bienvenidos. Si alguna vez necesitan algo, no duden en llamarme."
Clara la acompañó a la puerta, sintiéndose aliviada de que la visita hubiera terminado. "Gracias, Inés. Ha sido un placer conocerla."
"El placer ha sido mío, querida", respondió la mujer. Pero antes de irse, se giró y añadió en un tono más bajo, casi como un susurro: "Recuerden, en esta casa, nada es lo que parece."
Con esas palabras, Inés se despidió y se alejó por el camino empedrado. Clara cerró la puerta y se apoyó contra ella, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Javier se acercó a ella y la abrazó, intentando calmarla.
"¿Estás bien?", le preguntó.
Clara asintió, pero sabía que las palabras de Inés resonarían en su mente por mucho tiempo. Porque, aunque no quería admitirlo, también sentía que en esa casa, nada era lo que parecía.