— Advertencia —
La historia está escrita desde la perspectiva de ambos protagonistas, alternando entre capítulos. Está terminada, así que actualizo diariamente, solo necesito editarla. Muchas senkius 🩷
♡ Sinopsis ♡
El hijo de Lucifer, Azaziel, es un seducor demonio que se obsesiona con una mortal al quedar cautivado con su belleza, pero pretende llevársela y arrastrar su alma hacia el infierno.
Makeline, por su lado, carga con el peso de su pasado y está acostumbrada a la idea del dolor. Pero no está segura de querer aceptar la idea de que sus días estén contados por culpa del capricho de un demonio.
—¿Acaso te invoqué sin saberlo?
—Simplemente fue algo... al azar diría yo.
—¿Al azar?
—Así es. Al azar te elegí a ti.
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El precio de la indiferencia
¿Acaso ella estaba insinuando que mi esencia no era suficiente por sí sola? Yo no dependía de nadie para sentirme poderoso, por favor, es de mí de quien estamos hablando.
—No tienes idea de lo que estás diciendo. —dije, apoyé mi peso en ambas manos para inclinarme hacia ella, un poco más serio por su comentario—. Para empezar, literalmente soy el diablo.
—Payasadas —dijo. Miró la hora en su teléfono y luego la ventana. Estaba anocheciendo y creo que mañana tenía una jornada completa en su insípido trabajo, supongo que medía el tiempo—. Ahora, déjame estudiar. Tengo un examen la próxima semana.
—No es ninguna payasada —me enderecé, ignorando su petición—. Soy un demonio, de verdad.
—Sí, Azazel, Lo sé. ¿Quieres una fiesta por eso?
Así que se iba a poner insolente.
—No la necesito —deseché la idea con las manos, restándole importancia—. Me conformo con que aceptes que aún me temes.
Limpió sus lentes, miró a través de ellos y se los colocó, luego pasó a escribir en la libreta como si no estuviéramos teniendo esta conversación. Como si tener un ente demoníaco frente a ella se hubiera vuelto algo trivial y si era de ese modo, todo había sido culpa mía por tanta benevolencia.
—Eso no se puede forzar, perdón por desilusionarte —respondió.
Ahí estaba otra vez, ridiculizándome como en un principio, cuando debería estar implorándome por su vida.
—¿De veras ya no me temes? —pregunté con incredulidad.
Lanzó una risa suave—. No
—¿Ya no me crees lo suficientemente amenazador?
—Un moscón molesto. Más bien.
—¿En serio me ves como algo tan inofensivo? —no recibí más respuestas de su parte, me estaba haciendo mute en su cabeza—. Deberías tener más cuidado con lo que piensas sobre mí. No querrás que me canse de ser tan condescendiente contigo.
—El hecho de que sigas intentando tener esta conversación, demuestra que, en el fondo, no me harías nada realmente.
Y lo dijo con tanta seguridad que me removió el fastidio. Levanté la mano, mostrando mi palma. Pequeñas llamas púrpuras y alargadas comenzaron a danzar sobre mi piel, a la vez que la contemplaba con intensidad.
—¿Estás tan segura?
Veía el brillante color por el rabillo del ojo, sin mirar completamente.
—¿Qué, vienes del circo?
Me sentí ofendido y apagué las llamas con un chasquido, torciendo mi expresión con frustración.
—Me estás volviendo loco. Encuentro muy desconcertante que hayas dejado de temer tan pronto.
—Lo que temo es que no te quedes callado cuando tengo mucho que leer todavía.
Eso me produjo hastío. En mi desesperación, cavilé en que debía experimentar un poco con ella. Formé una expresión perversa, doblándome a centímetros de su rostro. Mi mirada se volvió penetrante y parecía incluso sangrar.
—Dímelo. Di que me temes —mi voz resonó con gravedad, como si viniera de algún rincón oscuro.
El gesto de Makeline estaba entre aburrido y cansado, ni siquiera hizo el esfuerzo por levantar la cabeza.
—Deja de jugar, Azazel —colocó sus apuntes encima de su libro y tomó sus cosas para ponerse de pie. Se fue hacia el sofá con un resaltador en la otra mano—. En serio tengo cosas que hacer.
Yo sostenía la mirada sombría, siguiéndola. Me desvanecí y volví a aparecer sentado a su lado. Apoyé mi brazo izquierdo en el respaldo, fijándome en su rostro.
—¿Seguirás con esto? —preguntó ella.
Regresé a su semblante— ¿Por qué no haces lo que quiero?
—No soy tu juguete, ¿sabes?
—¿De verdad estás completamente segura de que no me temes lo más mínimo?
Suspiró, golpeando su libro contra su regazo.
—Dios. Pareces un niño caprichoso.
—¿Un niño caprichoso? —repetí con desdén—. ¿Es eso lo que piensas de mí? —Makeline tomó el libro con ambas manos y se lo puso sobre la cara, bloqueando mi presencia— ¿Confías en que eso impedirá que te pueda ver?
—No me importa, mientras yo no te vea a ti.
Maldita sea, era una malcriada.