Reencarnando por un Dios en un hada; Num deberá salvar a la humanidad, pero este Dios es corrupto y no le interesan los humanos, Num buscará vengarse de las razas esclavizadoras y de este Dios.
¿Podrá Num acabar con ellos? ¿conseguirá su venganza?
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Capitulo 0.5
Recuerdo con dolor el pasado, no tuve una vida agradable: Mis padres me vendieron, los elfos usaron mi cuerpo como quisieron y fui una esclava.
No culpo a mis padres, la humanidad no tiene fuerza para competir contra otras razas, lo he visto y siempre termina de la misma forma; los elfos ganan.
Varias razas en este mundo: Elfos, Driades, Elfos oscuros, ferales, Lizardman, demonios, ángeles y los humanos siendo los únicos incapaces de usar la magia.
Una raza no mágica tratando de sobrevivir.
Quisiera que alguien cayera del cielo y cambiara esto, es injusto.
Vivir como mascotas, no poder desear algo mejor.
Entre las paredes de los calabozos podían oírse las torturas y violaciones que los elfos y sus amigos cometían cuando tenían un nuevo esclavo a su colección.
Por suerte a la edad de diecinueve años encontraría la paz de la muerte, un descanso de la vida.
O eso creía.
Al abrir mis ojos acostumbrados a la oscuridad duelen al chocar contra la luz del lugar.
Un bosque siendo iluminado por fragmentos pequeños que vuelan, cuerpos con dos pares de alas.
¿Son las llamadas hadas? Creí que no existían, que era una leyenda.
— Tu nombre será Num, te encargarás de la raza humana, muévete—. Declara una voz a mi lado.
Un gigante quien me observa con asco, al darme cuenta de esto mi cuerpo está desnudo.
No, no es mi cuerpo ¿O si?
— ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy viva?—. Pregunto a aquel hombre.
— No tengo por qué decirte nada, muévete—. Declara para darse la vuelta y marcharse lentamente.
No sé quién eres, pero tienes una mala actitud.
Me levanto del suelo para volar instintivamente, se siente increíble.
Una sociedad de Hadas, suena algo atractivo.
No veo nidos ni casas, no veo locales ni lugares que habitar, no hay ninguna construcción en este bosque.
— Hola, ¿qué tal?—. Saludo con mi mano a las demás hadas quienes me ignoran.
Creo que es adrede ¿Hice algo indebido?
— ¿Qué haces? Tenemos que movernos ¿No escuchaste?—. Reclama alguien a mi espalda.
— Si, eso escuché, pero no tengo ni idea de que debo hacer—.
— Fácil, buscas un candidato a Dios, le das tu bendición y le das tu guía. Somos hadas eso hacemos—. Exclama como si fuera lo más obvio.
— ¿Cómo hago eso? No entiendo—.
— Te lo explico en el camino ¿Si? Tenemos que irnos de aquí o Sakiel se enojará—.
— ¿Quién es ese?—.
— Es el Dios hada, quien te dió la vida, eres muy rara en serio—. Declara para tomarme del brazo sin precio aviso.
Con gran velocidad volamos fuera del bosque, para pasar ciudades, lagos, ríos e incluso un basto mar.
— No me canso de volar, me encanta este cuerpo de hada—. Declaro con una sonrisa.
— ¡Ya entiendo! Eres rara por qué eres una reencarnada, que raro—.
— Era una humana, me llamo...— Intento pensar en mi nombre cuando estaba viva sin éxito, creo que no tenía uno — Num, así me llamo el gigante—. Declaro finalmente.
— Soy Nem, supongo que somos algo así como hermanas, ese gigante es Sakiel ¿Algo que me quieras preguntar?—.
— Básicamente todo—.
— Ay no, que tarea más tediosa—. Reclama ella.
— Perdón, no quiero molestarte—.
— Ya, déjalo así—.
Llegamos hasta un pequeño bosque con animales salvajes, aterrizamos en la copa de los árboles para sentir la brisa que acaricia mi piel.
Aún tenemos ese brillo que ilumina el lugar.
— Cada hada tiene una bendición para ofrecer, no todas podemos hacerlo, quienes si podemos somos encargadas de dar nacimiento a un Dios ¿Entendido?—.
— Si ¿Cómo le hago?—.
Al pregunta eso de su mano genera una especie de esfera con un brillo anaranjado con matices escarlatas.
Me observa con algo de orgullo para decir; "inténtalo", estiró mi brazo para generar una esfera no muy simétrica de color oscuro con matices carmesí.
— ¡Puaj, es azabache, debe ser una bendición exigente! ¿A qué raza debes darle eso?—.
— A un humano creo—.
— No pienso que se pueda, los humanos no tienen magia... Bueno da igual, mucha suerte—. Dice con poca emoción para dejarme atrás.
— ¡Oye! ¿Me vas a dejar?—. Le reclamo.
— Ya sabes que hacer, te deseo mucha surte—. Dice mientras se escapa de mí.
Al verla partir me quedo tranquila con esta nueva libertad, volando a lo alto observando la vida salvaje.
Debo juzgar y dar nacimiento a un humano.
No siento hambre ni sed, no tengo necesidades básicas como las que tenía al ser un humano, es tan agradable.
Al volar por las cercanías puedo notar una gran población de humanos, un campo con pocas casas y personas, una calle bastante transitada con locales y tiendas además de un castillo de mediano tamaño.
Son humanos.
Parecen vivir bien, siento alegría al verlos.
Al acercarme a ellos puedo entender que no son capaces de notarme, no pueden verme.
¿Soy invisible?
Incluso si toco su cuerpo o me detengo frente a ellos es inútil.
Debe existir una razón.
Investigando cada lugar incluso dentro de las casas llegó a un sótano, más bien un calabozo donde los elfos torturan a niños y niñas pequeñas.
No puedo evitar sentir dolor al recordar estas cosas, ellos aún son niños y deben sufrir cosas como estás.
— ¡Eso no se hace!—. Exclamo nerviosa.
No puedo hacer nada incluso si pico sus ojos ellos no se detienen.
—¿Estás bien?—. Pregunta uno de los elfos.
— Creo que una mugre cayó en mi ojo, maldita sea—. Dice para frotar su puño contra su ojo.
No hay forma de que pueda hacerles daño, no tengo nada más que un cuerpo pequeño.
No siquiera poseo uñas para atacar.
Un cuerpo blando y una fuerza que solo sirve para resistir el vuelo.
Al pasar por el calabozo más a fondo los sonidos empeoran y puedo entender con dolor que tan profundo es, qué tantos humanos son y que este lugar es un nido de esclavos, el pueblo entero lo es.
Unos pocos elfos y una gran cantidad de humanos ¿No los atacan? Claro que no, no podrían ganar incluso con esa cantidad.
No recuerdo cómo es la magia de los elfos, pocas veces la he visto.
Recuerdo cuando una vez para torturarme cortaron mi brazo derecho con una ráfaga de aire, luego continúe mis labores con un solo brazo.
¿Tenía sentido? Ellos habían dicho que los esclavos son baratos de todas formas.
Entiendo, un Dios humano podría cambiar la situación ¿Verdad?
Me encantaría que pudiera hacer algo, quiero que los humanos dejen de sufrir, no quiero ver esto.
Sin poder soportarlo salgo del lugar asqueada, aun así recuerdo donde es, ignorar que existe es imposible.
— Tengo que buscar a alguien—. Me digo a mi misma.