La ciudad despierta alarmada y aterrada con un horrendo triple crimen y Fiorella descubre, con espanto, que es una mujer lobo, pensándose, entonces en un ser cruel y sanguinario, lo que la sume en desesperación y pavor. Empieza, por ende, su agonía, imaginándose una alimaña maligna y quizás la única de su especie en el mundo. Fiorella es acosada por la policía y cazadores de lobos que intentan dar con ella, iniciándose toda de suerte de peripecias, con muchas dosis de acción y suspenso. Ella se enamora, perdidamente, de un humano, un periodista que tiene la misión de su canal de noticias en dar con la mujer lobo, sin imaginar que es la muchacha a quien ama, también, con locura y vehemencia. Fiorella ya había tenido anteriores decepciones con otros hombres, debido a que es una fiera y no puede controlar la furia que lleva adentro, provocándoles graves heridas. Con la aparición de otras mujeres lobo, Fiorella intentará salvar su vida caótica llena de peligros y no solo evadir a los cazadores sino evitar ser asesinada. Romance, acción, peligros, suspenso y mucha intriga se suceden en esta apasionante novela, "Mujer lobo" que acaparará la atención de los lectores. Una novela audaz, intrépida, muy real, donde se conjuga, amor, mucho romance, decepción, miedo, asesinatos, crímenes y mafias para que el lector se mantenga en vilo de principio a fin, sin perder detalle alguno.
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Capítulo 4
Casi un año después empecé a salir con Matthew, un chico muy agradable que estudiaba medicina forense. Nos conocimos jugando voleibol, matriculados en los cursos de extensión académica. Nos reíamos mucho porque éramos los peores de las clases de ese deporte. Fallábamos en todas las pelotas y nunca acertábamos dando pase o recibiendo los ataques contrarios, pero en realidad lo único que nos importaba era aprobar las materias.
Así en medio de risotadas, comenzamos a vernos. Él me hablaba de sus clases y yo de las mías y nos fuimos enamorando. Él me parecía súper divertido, muy agradable, siempre entusiasta, optimista y además me resultaba muy guapo, aunque no era un adonis, sino bastante delgado y un poquito desgarbado, pero me gustaba su nariz bien pincelada, su sonrisa varonil y sus ojos con muchos fulgores, que me encandilaban demasiado.
Yo lo besé , para variar, sorprendiéndolo, cuando estábamos conversando en uno de los jardines del campus. Lo vi tan adorable, seductor, avasallante y dominante que no me resistí. Lo tomé de las mejillas y le di un besote con mucho encono y vehemencia, saboreando sus labios toscos. Él parpadeó azorado y no supo qué hacer mientras yo estaba acaramelada a su boca, chupándolo igual a un caramelo, impulsada por mis deseos de estar con él, y quedar ebria de sus besos.
Así empezó un bonito romance entre los dos. La pasaba de maravillas en sus brazos, él me hablaba muy dulce, con susurros, y eso hacía explotar mi sensualidad además de sus besos y caricias.
Me hizo suya en mi apartamento que tengo en ese vecindario vacío y tétrico, cerca a la universidad. Me dominó fácilmente porque yo estaba seducida a su encanto, lo deseaba y me excitaba sobremanera. Apenas empezó a besar mi cuello y lamerme las orejas, sentí el fuego calcinando mis entrañas, haciéndome sentir muy sensual, disfrutando de sus manos recorriendo mis curvas y redondeces con ímpetu y vehemencia. De un momento a otro empecé a gemir extasiada, a menear la cabeza, parpadear y respirar con dificultad cuando su boca comenzó a lamer mis pechos erguidos igual a inmensos cerros. Él fue conquistando uno a uno mis rincones, besando mis muslos, el ombligo, mi espalda, provocándome más y más fuegos.
Matthew quedó también ebrio con mis cascadas y le excitaba además escucharme gemir mientras exploraba todo mi cuerpo. Se embelesó con mis posaderas que siempre las había visto majestuosas, firmes y poderosas, y ahora estaba encantado estrujándolas, apropiándoselas y colonizándolas como un aventurero extasiado.
Invadió mis íntimos vacíos con una fuerza descomunal que me hizo delirar aún más. Mi cabeza se llenó, entonces de estallidos, rayos y truenos, miles de fulgores y luces de colores. Intentaba resistirme pero me era imposible. Él era un volcán en erupción, reventando en mis entrañas, provocándome nuevas y mejores sensaciones, desatando mi absoluta feminidad.
Llegó hasta límites y parajes que ni conocía, sumiéndome en la inconsciencia. Sintiendo su poder invadiendo mis abismos, yo gritaba y me jalaba los pelos, presa de la euforia, percibiéndome muy suya, sudando mucho, chillando y aferrándome a su espalda con mis uñas, abriéndole grandes heridas.
Pero a Matthew no le importaba el dolor de mis uñas arranchándole el pellejo. Estaba febril llegando hasta destinos tan distantes de mi anatomía que le parecía una idílica fantasía que lo llevaba, también, al delirio, gozando a plenitud de todos mis encantos.
Entonces sentí mi corazón patalear con desenfreno, desorbité los ojos y los inyecté de rabia. Sentí las garras afilándose en ms uñas y mis dientes se tornaron colmillos. Esta vez no era una pesadilla ni estaba perdida en el limbo o un mundo de fantasías. Era verdad. El pelaje fue apareciendo en mis manos, los brazos, la espalda y me aterré.
Lo mordí con mucha furia en el brazo, hundiendo mis colmillos en su piel y Matthew chilló adolorido, derrumbándose sobre las almohadas.
Asustada corrí desnuda hacia el baño y me encerré. Me dejé caer sobre las mayólicas y me puse a llorar a gritos.
Matthew vio su brazo completamente ensangrentado y tomando un pañuelo envolvió la herida e hizo un nudo, Con una de sus medias se hizo un torniquete, porque pensaba que le había abierto una vena.
-¿Estás bien Fiorella?-, tocó después la puerta. Yo seguía llorando.
-¡Vete Matthew!-, le supliqué.
-Solo es una herida superficial, nada serio. Ya está controlada, tus dientes entraron muy hondo pero solo mordiste el músculo-, me explicó entre angustiado y perplejo.
Yo no quería verlo. Seguía aterrada. Miré mis manos y ya no tenía garras ni pelaje y mis colmillos habían desaparecido. Sin embargo mi corazón seguía frenético golpeándome el pecho. Después de un rato, decidí salir., Me envolví en una toalla y le abrí la puerta a Matthew. Reía.
-Jamás vi una chica que se pusiera tan eufórica conmigo-, le parecía una hazaña lo que yo le había hecho. Me dio risa. -Idiota-, le dije entre carcajadas. Fuimos otra vez a la cama y nos metimos nuevamente entre las sábanas.
-¿Te asustaste?-, me preguntó. Él no entendía nada y yo le seguí el juguete. -Sí, bastante. Te mordí muy fuerte-, le dije aún pasmada. Sin querer estaba temblando y eso lo preocupó un poco más a Matthew.
-¿Estás enferma?-, me preguntó él acariciando mis pelos.
-Fue mi primera vez-, le mentí y eso le dio aún más ínfulas, orgullo y ánimo a Matthew. Sus ojos brillaron y su sonrisa se ensanchó en su cara pintada de felicidad. -¡¡¡Soy el hombre más dichoso del mundo!!!-, gritó y volvió a besarme con encono.
Yo ya había tenido intimidad con John y Fabrizzio y más antes, con Sandro, que había sido el primero en mi vida, cuando era muy joven. Sin embargo con ninguno de ellos había desatado tanta furia, víctima de la excitación, como ocurrió con Matthew. En ese sentido, efectivamente, él había sido el primero.