Historia de Carolina Rosales, alias La Caro, una peligrosa narcotraficante de Sinaloa, México. Una mujer de carácter violento y capaz de cualquier cosa, con tal de resguardar su territorio y ampliarlo a costa de lo que sea. Hasta que..... Mejor te invito a que leas mi cuarta novela. Muchas gracias lectoras, lectores.
Espero que la disfruten.
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12- LA CHARLA 2.
Cuando Carolina terminó su desayuno y deseó buen provecho a las comensales, fiel a su costumbre, salió corriendo hacia su habitación.
Madre, dijo Yolanda, quiero que hablemos largo y tendido. Quiero que sea hoy mismo. Pero debe ser un lugar donde estemos nada más tú y yo, y sin que nadie nos interrumpa, deberá ser en la noche en después de dormir a Caro.
Está bien hijita, nos vemos aquí en la sala y nos vamos a mi oficina del fondo del jardín.
De acuerdo, buen provecho Madre, voy a ver a Caro. Yo voy a ver a Pancho, gracias Nana Rosita, o mejor dicho, Mamá Rosita.
Rosita se quedó paralizada y dijo, es la primera vez que me llamas así.
Te lo debía desde hace mucho, Mamá Rosita. Gracias por salvar mi vida. Y Susana salió para que Rosita no la viera llorar, y salió a buscar a Pancho.
Poco a poco, las cosas y los secretos iban saliendo a la luz y se estaban acomodando.
Yolanda pasó el día al lado de su hija, que se dedicó a abrir los regalos del día anterior, después se les unió Susana, Rosita llegó con una jarra de agua de Sandía y unos vasos y cuando se iba, Carolina le dijo, quédate Bici, ven a ver mis regalos.
Es que quiero ir por mi regalo para ti mi niña, ayer no tuve tiempo de dártelo, ahora vuelvo.
Pero no tardes, te vas a quedar aquí con nosotras, Nana Rosita, dijo Yolanda.
Pero quien va a hacer la comida.
Nada, todas nos vamos a ir a comer a Altata.
Si Bici, desde hoy vas a salir con nosotras, remató la niña.
Le voy a decir a Pancho que prepare la camioneta, en un rato nos vamos.
Después de entregar su regalo a Caro, Rosita fue a cambiarse de ropa y las cuatro mujeres subieron a la camioneta y se fueron a la costa. Llegaron a un restaurante de Mariscos, comieron, después dejaron que Caro jugara en el área infantil, acompañada de su Bici. Ya al atardecer volvieron a casa y Yolanda ordenó a Carolina que ya se tenía que acostar. Rosita dijo que ella la iba a acompañar. Yolanda pasó a su habitación a ponerse ropa más cómoda, prendió un rato la T.V. Y luego bajó para encontrarse con Susana, vamos Madre. Si hijita, contestó a Yolanda.
Susana traía un llavero con varias llaves, madre e hija se dirigieron a la oficina del fondo del jardín. Abrió con una llave bastante grande, la puerta era de acero a prueba de balas y por lo mismo, muy pesada.
Susana cerró la puerta tras de sí, después de que Yolanda había entrado.
Así que es una especie de guarida, preguntó Yolanda.
Si hijita, pero eso lo dejo para el final. Mira, cuando terminé la escuela preparatoria, una vez un tipo se me acercó afuera del plantel, me dijo que quería hablar conmigo, tenía un negocio que proponerme.
Le pregunté que de qué se trataba, me dijo que si me gustaría cobrar derecho de piso. Le dije que de momento no me interesaba, que por lo pronto, estaba dedicada a mi carrera de Trabajadora Social, que no tenía tiempo.
Yo no conocía a Pancho, llegó como caído del cielo, y preguntó, todo bien por aquí?.
Yo no lo conocía y el tipo solo dijo si, muy bien.
La está molestando este señor, señorita?.
No, pero creo que ya se tiene que ir.
El tipo, que ni siquiera se presentó, ni me dijo quién era, se despidió y se fue.
Que le dijo esa sabandija, preguntó Pancho. Nada en específico, le respondí.
Mira jovencita, eres casi una niña para que te involucres con tipos de la calaña del fulano que se acaba de ir, es capaz de asesinar solo por el gusto de hacerlo. Procura no hacer negocio con ese tipo.
Me ofreció el cobro de piso entre los comerciantes de Navolato. Le dije.
Y Pancho me contestó que cosa le contesté.
Que no acepté el trato.
Bien hecho chamaca, yo siempre voy a estar por aquí cerca, si lo vuelves a ver, me llamas. Yo vivo en la casa de color blanco que ves allá enfrente, o mejor te doy mi número de celular.
Pero yo no tengo celular.
Vamos a que te compre uno, dijo Pancho, y fuimos a Culiacán por mi primer teléfono.
Desde ese día, Pancho sigue aquí, incluso, somos amantes. Ya tenemos varios años así, nuestra relación está basada en los negocios, no en el amor y así lo hemos entendido los dos.
No me interrumpas Yolanda, solo escucha.
Él es mi seguridad, mi mano derecha, y él ha contratado a varios hombres que nos cuidan en la calle, yo sé quiénes son, pero siempre andan por ahí de incógnitos.
Después, con el tiempo me enteré, gracias a Pancho, que ese tipejo es hijo del fulano Lizárraga con el que te vendió tu Padre.
Resulta que ese tipo es toda una ficha. Extorsión, Narcotráfico, secuestro, son sus actividades preferidas. Aquí, hija, desgraciadamente, si no entras al negocio, las otras bandas van a ser más fuertes que la tuya y tarde o temprano, acabarán conmigo.
Después me enteré de que luego de tu huída, tu Padre te buscó por todos lados, sobre todo, por el rumbo de Tijuana, y también por Guadalajara.
Él pensó que habías escapado hacia una ciudad grande y no a un pueblo como este.
Un día tu Padre apareció muerto en una fosa clandestina de Guasave, con signos de tortura y golpes.
Tu Madre sé que logró huir, lo mismo que tus dos hermanos. La casa familiar fue tomada por los Lizárraga y el tipejo que se me acercó es quien vive en tu casa.
No me interrumpas Yolanda. Te lo vuelvo a repetir.
Pancho es quien hizo todas las investigaciones. Este es el domicilio de tu Madre en la Ciudad de México. Si quieres ir a verla, hazlo, pero no vas a llevar a Carolina, en caso de que vayas, vas a ir con seguridad, claro, todos de incógnitos. No voy a permitir que pongas en riesgo la seguridad de Caro.
Como te decía anteriormente, tuve que entrar al negocio de las drogas.
Si no lo hubiera hecho, nosotras ya estaríamos muertas.
Pero lo que yo hago es hacer la transportación hacia Estados Unidos y Canadá, no soy distribuidora, solo la mando al otro lado y puedes ver que como negocio, es bueno.
Siempre se debe tener cuidado, nunca faltan los traidores y los tipos mala sangre. Pero he tenido que deshacerme ya de algunos, que incluso trataron de propasarse contigo.
A mí me conocen como La Doña. Es mi nombre de batalla en el negocio. No extorciono ni secuestro, nadie más que yo, opera en Navolato y en toda la ruta de Altata hacia la costa y hasta Culiacán al lado contrario. Todos me respetan y si no tengo un heredero o heredera, Navolato se va a convertir en un campo de batalla cuando yo muera, ya que es la ruta de entrada de la droga que viene, de China y Sudamerica, por lo mismo, está muy bien cotizada.
Conociendo a éste país, por mi experiencia, quizá lo secuestro un narco.