Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta, decidida, libre para expresarse.
Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Como un imán
Ese dia, el Ceo Alejandro Martínez se sumergió en sus tareas con una determinación inquebrantable desde el momento en que llegó a la empresa, todo su tiempo y dedicación fueron absolutamente para cumplir con cada uno de sus compromisos y tareas de acuerdo a su tan importante puesto. Las reuniones de la mañana habían ido sin problemas, pero aunque había trabajado arduamente, su mente estaba lejos de estar tranquila. En su fuero interno, intentaba con todas sus fuerzas no recordar el sueño que había tenido la noche anterior, un sueño en el cual, para su desconcierto, se había colado Isabella.
Aquel sueño, era una imagen persistente, como un eco en su subconsciente, pero logró mantenerla a raya hasta el mediodía. Mientras se dirigía al ascensor, su mente se enfocaba en el almuerzo que le esperaba. Pensaba que, con algo de suerte, la comida le ayudaría a despejar por completo cualquier rastro de aquel sueño. Sin embargo, todo su esfuerzo se desmoronó en un instante.
Al salir del ascensor, y sin saber con exactitud los motivos, su mirada se desvío y se fijó de inmediato en una figura femenina que estaba de espaldas, caminando por el pasillo junto a uno de sus empleados. La mujer hablaba animadamente, su risa clara y melodiosa se escuchaba en el aire. Entonces, Alejandro sintió como si el mundo se detuviera por un segundo. Su corazón dio un vuelco cuando se dio cuenta de que la mujer no era otra mas que Isabella.
-¿Qué demonios...?- Alejandro murmuró para sí mismo, incapaz de apartar la vista de ella. Una ola de frustración lo invadió, no solo por lo que estaba viendo, sino porque, a pesar de todo su autocontrol, no podía dejar de mirarla. Era como si algo lo empujara a seguirla, a observarla, a intentar entender por qué una mujer como ella lo afectaba de aquella manera.
Carlos le decía algo a Isabella, quien respondió con una risa suave. Sin poder evitarlo, Alejandro se encontró a sí mismo siguiendo sus pasos, manteniéndose a una distancia prudente. No tenía ni idea de por qué lo hacía. No solía actuar de manera tan irracional, pero aquella mujer parecía ser un imán para su atención, y la irritación crecía dentro de él al darse cuenta de lo poco que podía controlarse.
La muchacha y Carlos salieron del edificio, y antes de darse cuenta, Alejandro estaba ya en su coche, observando cómo Carlos e Isabella pasaban en el coche de Carlos junto al suyo, para dirigirse a un restaurante cercano.
-Esto es ridículo- Alejandro se reprendió en voz baja, arrancando el auto casi por reflejo. No podía entender cómo había terminado en esa situación, pero sus manos giraron el volante casi por instinto, y en cuestión de minutos, estaba estacionando frente al mismo restaurante.
Se quedó en el auto, observando desde la distancia mientras Isabella y Carlos entraban al local, charlando con tanta familiaridad que le pareció desquiciante. La risa de la muchacha nuevamente llegó a sus oídos, y algo en su pecho se tensó.
-¿Qué estás haciendo, Alejandro?- se preguntó a sí mismo, sintiéndose un completo idiota por seguir a dos de sus empleados a su almuerzo. Aun así, no podía sacudir la sensación de que había algo más, algo que lo inquietaba profundamente.
Se frotó el rostro con ambas manos, intentando sacarse de la cabeza la imagen de Isabella.
-Es solo una mujer... una mujer demasiado coqueta...una mujer que trabaja para mi padre ahora- se dijo, como si al verbalizarlo pudiera volver a enfocarse- Una mujer que no es de tu agrado, Solo eso.
Sin embargo, la realidad era otra, y la frustración aumentaba. No solo porque la había seguido hasta allí sin darse cuenta, sino porque, en el fondo, no estaba seguro de si era por curiosidad o algo más lo que lo había llevado a hacer eso.
Dentro del restaurante, Carlos e Isabella se sentaron en una mesa cerca de la ventana. Alejandro los observaba desde su auto, su mente era un torbellino de pensamientos. Carlos, siempre comportándose como un caballero, le sonrió a Isabella mientras ella miraba el menú. La expresión relajada de Isabella, la forma en que sonreía con facilidad, solo lograban irritar más al hombre que se hallaba observando.
-¿Qué tiene ella...?- Alejandro se preguntó en voz baja, mientras bufaba sin comprender por qué estaba tan absorto en lo que ella hacía. No era propio de él fijarse tanto en una empleada, y menos en alguien a quien había decidido evitar por completo.
Finalmente, decidió que ya era suficiente. No iba a quedarse allí observándolos como un adolescente celoso. Giró la llave del auto, pero no arrancó. Por el rabillo del ojo, alcanzó a ver cómo Isabella reía de nuevo ante algo que Carlos dijo. Esa risa, esa expresión de felicidad... todo lo que había intentado reprimir desde la noche anterior regresó con una fuerza arrolladora.
Sin poder soportarlo más, salió del auto y cruzó la calle en dirección al restaurante.
Al entrar, Alejandro se detuvo justo en la entrada. Carlos e Isabella no se habían dado cuenta de su presencia, ya que estaban demasiado enfrascados en su conversación. Alejandro podía ver cómo Isabella se inclinaba ligeramente hacia Carlos, riendo por alguna broma que él le había hecho. La imagen, por algún motivo, lo irritó profundamente.
-Buenos días, ¿una mesa para uno?- La voz del mesero lo sacó de su ensoñación. Alejandro se volvió hacia él, forzando una sonrisa rápida.
-No, gracias. Solo estaba de paso- dijo, y antes de que pudiera reconsiderarlo, se dio la vuelta y salió del restaurante.
De vuelta en su auto, el Ceo se sentía ridículo. No tenía razón para estar molesto, ni para seguir prestando atención a Isabella. Ella era solo una empleada más, alguien con quien no debería tener ninguna interacción significativa. Sin embargo, mientras conducía de vuelta a la oficina, no pudo evitar que las imágenes de su sueño volvieran a su mente, mezclándose con la realidad reciente.
-Tengo que mantenerme alejado de ella- murmuró para sí mismo- Esto es un desastre esperando a suceder.
Pero en el fondo, Alejandro sabía que sería más fácil decirlo que hacerlo.