Después de una tarde de amor pasión Hannah desaparece de la vida de Sebastián, dejándolo sumido en la más cruel desesperación. Pero él no escatimará en gastos, ni en esfuerzos para traerla de regreso a su vida. ¿La traerá para amarla o para hacerle pagar todo su dolor?
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CAPÍTULO 4
El cerebro de Hannah comenzó a trabajar a mil por horas, pero no quería sacar conclusiones apresuradas, aunque comenzaba a impacientarse.
Entonces, ella se levantó, tomó el vaso de whisky de la mano del hombre y se lo tomó de un solo trago.
El hombre le mostró una sonrisa amarga y continuó hablando.
—Yo puse mi mejor cara de hipócrita, para estar en cada ecografía de mi pequeña y poder verla crecer mes a mes. Preparé todo para mi partida. Le vendí las acciones a mi amigo, vendí cada propiedad y me alojé en un hotel los últimos días.
El día de su nacimiento, visité a mi amigo, lo drogué y lo hice dormir. Entonces, tomé su lugar y apenas mi hija nació, la tomé entre mis brazos y salí con ella de la clínica, sin mirar atrás.
El hombre sonrió y volvió a servirse un trago. Hannah, por su cuenta, estaba tentada a preguntar. Pero sabía que él no había terminado.
Entonces el hombre continuó con su historia.
—No fue fácil para mí. La pequeña nació baja de peso. Apenas llegó a un kilo, trescientos gramos. Ella necesitó una incubadora y una madre que la amamantara. Por eso contraté a una mujer que había dado a luz ese mismo día y había perdido a su bebé. Ella se convirtió en la madre de mi pequeña Alexia. Y así fue como los tres desaparecimos del mapa. Nos mudamos a Colombia y me interné en una Hacienda donde no había ningún tipo de contacto con el mundo exterior. Conocía muy bien a mi amigo, él no descansaría hasta recuperar a su supuesta hija.
El hombre sonreía con orgullo, por su gran hazaña. Había alejado a una madre de su hija.
Entonces, Hannah rompió el silencio. Ella estaba más que intrigada por terminar de escuchar la historia.
—¿Y te encontraron? —le preguntó, mostrando un genuino interés.
El hombre negó con la cabeza y sonrió.
—¿Puedes creer mi suerte? Ni siquiera nos buscaron. Resulta que ese día, en el instante en que yo me lleve a mi hija. El túnel maternal volvió a abrirse, para traer a otra niña. Sí. Así como lo oyes. Resulta que eran gemelas y que ellos ni siquiera se dieron por enterados. Mi cómplice, el doctor que la atendió, guardó silencio y todos estuvieron felices.
—¿Y por qué regresó entonces? —le preguntó Hannah cada vez más ansiosa. Sus manos le sudaban y su corazón se oprimía.
—Porque la desgracia tocó a mi puerta. Hace seis años a mi pequeña le diagnosticaron una enfermedad coronaria y ella necesitaba un trasplante de corazón. Apenas la diagnosticaron, comenzó con el tratamiento. Pero no sirvió de nada. Yo moví cielo y tierra para encontrarle un corazón compatible y la operaron hace dos años. Inicialmente, la operación fue un éxito. Pero hace meses, su cuerpo comenzó a rechazar el órgano.
—Lo siento mucho. —le dijo Hannah verdaderamente conmovida.
El hombre volvió. Limpiar sus lágrimas y tomó un poco de aire, como agarrando valor para seguir hablando.
—Hannah, cuando salimos de la Hacienda hace tres años, nos enteramos de que mi pequeña tenía una hermana gemela. Debo confesarte que me sorprendió que mi hija se expresara con rencor y odio hacia ella. El doctor nos explicó que su precario desarrollo en la matriz fue uno de los causantes de esa maldita enfermedad. Hannah, su hermana, pesó al nacer tres kilos con cien gramos. Más del doble de lo que pesó mi pequeña.
Hannah, inmediatamente, tomó la medalla en su pecho y la giró para leer la inscripción en ella. "Te amo mis 3.100 kg". Ese fue un regalo de su padre al nacer. Todo encajaba perfectamente.
Pero no tenía el valor de preguntar directamente, lo que tenía atorado en la garganta. Prefería terminar de escuchar la historia que ahora había tomado un rumbo macabro.
El viejo pudo notar el cambio en el semblante de la joven frente a él. Ella tenía razón. Estaba sentada frente a su verdadero padre. Aunque para él, ella no significaba nada. Ella fue un estorbo en su venganza y no siente por ella más que rencor. Él tiene solo una hija y hará hasta lo imposible por salvarla.
—Si Hannah, Hanston Fisher, era mi amigo y la zorra de tu madre, fue mi perdición.
Hannah se quedó petrificada. Una cosa era sospecharlo y otra más difícil era oírlo con todas sus letras. Aunque había una frase que la atormentaba. "Su hermana gemela la odiaba". Esto sembraba en ella un profundo dolor.
Entonces, ella limpió sus lágrimas y le respondió:
—¿Qué es lo que quieres de mí? Porque acabas de destruir el uno por ciento de autoestima que me quedaba. Ahora resulta que soy una bastarda, que mi verdadero padre me desprecia y mi hermana gemela, me odia por haberme desarrollado más que ella, en el vientre de mi madre. Ja, ja, ja. Que mal chiste.
Hannah soltó una sonora carcajada, mientras limpiaba sus lágrimas.
—Yo no te desprecio, todo lo contrario. Yo te agradezco que salves la vida de mi hija. Hannah Fisher, solo quiero ofrecerte una muerte digna. Has pasado el último año tratando de morir y te ha hecho falta valor para hacerlo. Yo te ofrezco la oportunidad de reivindicar, tu camino y salvar a tu hermana. Así obtendrás lo que tanto has deseado. Morir.
Hannah sintió su mundo derrumbarse. No era posible que ella no valiera nada, para este hombre. Definitivamente, solo su hermano Hans la quería. Solamente él está a su lado por amor.
Entonces, ella recordó su promesa y comenzó a negar con la cabeza. Ella estaría dispuesta a darle su corazón a Hans si él lo necesitara, sin dudarlo. Pero no lo abandonará, por salvar la vida de una desconocida que la odia sin ningún motivo.