Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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DÍA DE PLAYA
YARA CORTÉZ
Llegamos a la playa. Siempre Antonella caminaba de un lado a otro con Adrián. Me daba un poco de intriga ese par de hermanos.
Me senté en la arena a ver la inmensidad del mar. Parecía que el cielo y el mar se tocasen en un punto infinito.
— Cámbiate Yara, vamos a nadar.
— No sé nadar— le sonreí— está vez le haré compañía a Adrián.
Antonella miró a Adrián y le sonrió.
Me senté a un lado de la silla de ruedas de Adrián, en silencio. Continúe observando el cielo y el mar. Eran tan magníficos.
En un momento llegó un mesero a servirnos unas bebidas.
— No sabía que había meseros en la playa. Además, no hemos pedido algo.
— No se preocupe señorita, soy el mesero de la familia. La casa de playa que está cerca, es de los señoritos.
— Ah. Okey.
Adrian tomó la bebida y yo también. Él pasó el rato jugando con el celular. María y Antonella se acercaron.
— Ustedes parecen mudos. Yara, ponte el traje de baño tan siquiera para la foto.
Me cambié rápido. Me sentía apenada e incómoda. Era la primera vez que me ponía un traje de baño.
— Adrián nos toma una foto. Primero a las tres y después una a una— Él asintió con la cabeza.
Nos tomó una foto grupal, le tomó foto a María y Antonella, pero cuando llegó mi turno, no sé si por el sol o no, él tenía sus mejillas rojas y sentí una mirada caliente que salía de sus ojos. Me sentí avergonzada y me puse nerviosa.
María y Antonella se pusieron a reír.
María me tomó de la mano y me hizo seguirla.
— Si te cuento un secreto, ¿lo guardas?
— Claro.
— Te ves muy bonita en el traje de baño.
— Me haces sentir con más vergüenza.
— Eso no era el secreto— me tocó la nariz— regresemos, otro día te cuento.
El día de playa y sol terminó. Llegamos a casa.
Cuando entré al cuarto, había un ramo de flores amarillas en mi cama. Las tomé creyendo que había sido María, pero al revisar la nota, decía, te veías hermosa hoy.
No sé si esto me daba miedo porque estaba siendo acosada o alegre, porque era la primera vez que alguien mostraba interés en mí.
Fui al cuarto de María y le pedí que averiguará quién había puesto las flores o quién las trajo.
— Yara, tranquila. Seguro que es un enamorado, eres una chica bonita.
Me regresé al cuarto.
Pasaron cuatro días desde las flores amarillas.
Empecé a trabajar en la tienda. Siempre veía un Ferrari afuera de la tienda o cerca de la tienda. Asumí que tal vez era de algunos de los dueños de alguna de las tiendas cercanas.
Un mes pasó volando. Y con el primer sueldo, nuevamente busqué un cuarto. Está vez si me iba a mudar de la casa de María.
Cuando llegué a casa, estaba ella y sus primos sentados en el jardín, era alguna rutina de tres o cuatro veces a la semana ver está escena. Platicaba un rato con ellas, y luego entrabamos a cenar y yo me retiraba a mi cuarto.
En el momento de la cena.
—Quiero agradecer a María y a su familia por abrirme las puertas de su hogar cuando más lo necesité. Ya conseguí cuarto y mañana me mudo.
Adrián miró rápido a Antonella y a María.
— Pero nadie te está corriendo, puedes vivir más tiempo aquí, verdad mamá — María habló.
— No es por qué me estén corriendo, pero no quiero abusar de su amabilidad. Además, ya pagué el primer mes de renta. Si quieren pueden visitarme.
Al día siguiente, sábado, era mi día libre. Me mudé al cuarto que renté. María me acompañó.
— Estás segura de quedarte aquí, es muy estrecho.
— No te preocupes.
— Sabes, creo que es momento de que sepas aquel secreto que te dije que te iba a contar. Tú le gustas a Adrián. Yo lo supe ese día en la playa, cuando Antonella me lo confesó.
— Me dejas sin palabras.
— Se me hacía raro que él saliera tanto con nosotras, él siempre pasaba encerrado desde que ocurrió el accidente.
— Pensé que era normal que ustedes se visitaran y saliesen.
— No es así. Ahora que te mudas, él se tendrá que olvidar de ti. Porque estoy segura de que no te gusta ni un poco, porque es discapacitado.
No sabía qué responder. Nunca se me había pasado por la cabeza tener un romance con una persona inválida. Y no es que lo menosprecie, sino que el romance no está en mi lista de cosas por hacer en este momento.
— No sabía que yo le gustaba. Pero él es un chico guapo, muy callado. Nunca hablamos, por eso te pregunté una vez si él era mudo. ¿Te acuerdas?
— Si lo recuerdo. Me da un no sé que, en mi corazón porque mi familia estaba contenta porque él salía y empezó un negocio. Era como si su vida empezaba a sonar de nuevo. Bueno, ya te confesé el secreto. Espero que lo guardes. Y también espero que no cambie nada entre nosotras.
— Te lo prometo.
— Bueno, cuando hacemos la inauguración de este cuarto, para darle buenas vibras.
— Mañana, te parece.
— Okey. Mañana vengo de nuevo y voy a traer a Adrián y a Antonella. Al final somos como los cuatro fantásticos.
María se fue. Yo me quedé pensando un poco sobre lo que me había dicho de Adrián. Con razón aquella vez, en la playa se ruborizó cuando me tomó la foto. A veces sentía su mirada sobre mi y cuando lo miraba, él solo apartaba la mirada.
Tomé mi celular y busqué en internet, el modelo Adrián Jones, tratando de ver si en las noticias salía algo de ese accidente que menciona Maria.