En un mundo devastado por un virus que desmorono la humanidad, Facundo y Nadiya sobreviven entre los paisajes desolados de un invierno eterno en la Patagonia. Mientras luchan contra los infectados, descubre que el verdadero enemigo puede ser la humanidad misma corrompida por el hambre y la desesperación. Ambos se enfrentarán a la desición de proteger lo que queda de su humanidad o dejarse consumir por el mundo brutal que los rodea
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Capitulo 23
El Plan B. Leer esas palabras escritas en el suelo por Facundo me heló la sangre.
Unas horas antes
Mirko y César se marcharon hacia el aeropuerto en sus caballos, y mientras los veíamos alejarse, Facundo nos reunió a Kevin y a mí.
- Debemos pensar en otro plan si ellos fallan y nosotros estamos aquí, atrapados junto al muro -dijo con seriedad.
- Pero está César con Mirko... además, solo tienen que traer a los infectados -respondí, intentando restarle peso a la posibilidad de fracaso.
Facundo no me dejó terminar.
- Mario, estamos en un mundo que es un infierno, donde todo puede pasar. Incluso si todo está fríamente calculado, puede fallar -sus palabras, acompañadas de una mirada seria y fría, no dejaban espacio para la discusión-. Y creo que tú lo sabes y lo entiendes, ¿verdad?
Llevamos seis años trabajando juntos, y en ese tiempo he visto este lado de Facundo más veces de las que quisiera recordar. Es severo cuando la situación lo requiere, pragmático hasta lo imposible. En muchas ocasiones le he discutido sus decisiones, pero esta vez no pude más que asentir en silencio.
- Perfecto. Si algo sale mal y ellos no llegan en el tiempo que calculamos, sea porque los caballos se asustaron, porque alguien los vio o porque algo peor sucedió, debemos actuar. No podemos quedarnos esperando al lado del muro, sin saber si vendrán o no. Esa espera podría costarnos la vida.
Kevin miraba el suelo, claramente abrumado por la situación. El chico no está preparado para esto, no todavía. Facundo bajó la mirada hacia el dibujo de los islotes que había hecho en la tierra con una rama.
- ¿Qué sugieres? -le pregunté finalmente.
Facundo se quedó en silencio unos segundos, mirando el dibujo como si de ahí pudiera extraer todas las respuestas.
- Lo único que se me ocurre es prácticamente una misión suicida... -dijo al fin.
Cogió la rama y marcó los tres puntos que representaban nuestra posición junto al islote pequeño de la derecha.
- Si ellos no vienen con los infectados, los cohetes serán clave aun así. Uno de nosotros tendrá que nadar sigilosamente hasta el islote grande, el de la izquierda. Es riesgoso, pero es la única manera. Allí, debe encender los cohetes y lanzarlo hacia la dirección del aeropuerto. Sí, está lejos y quizás no funcione del todo si ellos fallan, pero debemos intentarlo. Es el lado más cercano al aeropuerto, y será suficiente para distraerlos.
Me quedé observando cómo Facundo continuaba explicando su plan, completamente concentrado.
- Una vez que el cohete explote, el que lo lanzó debe meterse en el agua de inmediato y nadar hacia la otra orilla para esconderse. Los de los dos islotes se alarmarán. Pero solo los del islote grande irán a investigar, porque está más cerca. Los del islote pequeño vigilarán desde sus muros, sin moverse.
Con un movimiento rápido, marcó con la rama el otro extremo del islote pequeño, el lado contrario.
- ¿Qué logramos con esto? -continuó-. Nadie vigilará este flanco del islote pequeño. ¿Por qué? Porque el instinto humano es mirar el fuego y la luz. Es subconsciente. Si hay un espectáculo visual, todos miran hipnotizados hacia allí.
- A mí me gustan los fuegos artificiales... -murmuró Kevin, avergonzado.
Facundo se rió y le dio una palmada en el hombro, su expresión cambiando por completo. Ese es el Facundo que respeto. Carismático y cálido cuando es necesario, pero capaz de cambiar de semblante en un instante cuando la situación lo exige. Es como si dentro de él existieran dos hombres completamente diferentes.
- No es un insulto, Kevin. A mí también me gustan los fuegos artificiales. Pero ese es el punto: todos los miramos. Por eso, con el cohete como distracción, el otro lado del islote estará descubierto. Los otros dos podrán lanzar las cuerdas con ganchos y escalar. Tendrán que ser rápidos. Una vez dentro, deben eliminar a los que estén allí lo más rápido posible. Mientras más pronto acabemos, mejor. Si logramos terminar antes de que se apaguen los fuegos artificiales, será perfecto.
Facundo nos miró con seriedad. Su semblante cambió nuevamente.
- Ahora... ¿quién quiere ir solo con el cohete y quién quiere escalar para entrar en la base y eliminar a los de adentro?
Sentí un escalofrío al escuchar la palabra "matar". Facundo lo decía con una frialdad que me ponía los pelos de punta. Desde que lo conozco, hemos ayudado y salvado a otros sobrevivientes. Pero esta vez es diferente. Esta vez tenemos que enfrentarnos a ellos, y no será para dialogar. Se que hicimos esta expedición para esto, pero aun asi me sigue incomodando.
Kevin bajó la cabeza.
- Yo no sería capaz de matar a esa gente... pero también siento que la cagaría con el cohete... -admitió, su voz apenas audible.
- Tú llevarás el cohete, Kevin -respondió Facundo con seguridad-. Yo iría sin problemas, pero mis cuchillas y yo somos los mejores para este tipo de situaciones. Yo debo infiltrarme en el islote pequeño.
Luego, Facundo me miró fijamente.
- ¿Qué opinas, Mario? ¿Quieres venir conmigo o prefieres ir con el cohete?
Su mirada me incomodó. Sentía que me estaba analizando, como si buscara una respuesta correcta en mi rostro. Cuando finalmente reuní el valor para responder, Kevin me interrumpió.
- Lo haré. Yo llevaré el cohete al otro lado. Confíen en mí. Lo haré bien.
- ¿Estás seguro? -le pregunté, casi en un susurro.
- No puedo matar a esa gente. Usted es mejor que yo en eso, señor Mario. Lo mejor es que usted vaya con Facundo.
Quería discutirlo, pero no pude. Kevin tenía razón. A mí me toca acompañar a Facundo. Pero la idea de que este chico vaya solo me revolvía el estómago.
- Tienes razón -dijo Facundo, tomando la mano de Kevin y apretándola con firmeza-. Confío en ti. Lo harás perfecto.
Me quedé callado, incapaz de decir nada. En mi mente solo escuchaba una voz que me repetía: ¿Y tú qué haces aquí, Mario? Siempre creí que era un líder, pero ¿qué clase de líder soy si no puedo abrir la boca en estos momentos?
Facundo me dio un golpecito en la frente con un dedo, sacándome de mis pensamientos.
- ¿Estás bien? Estás muy callado. ¿No estás de acuerdo con el plan? -me preguntó con una sonrisa tranquila, como si todo estuviera bajo control.
- Estoy bien. Solo estoy pensando... -respondí, incapaz de sostener su mirada.
- Relájense y prepárense -dijo finalmente-. Esto no es solo por Franco y Oscar. Es por los que están en casa, esperándonos. Debemos protegerlos, y quiero que los cinco volvamos con vida. Confíen más en ustedes mismos. Yo confío en ustedes.
Facundo se alejó y comenzó a afilar sus cuchillas arrojadizas, mientras Kevin envolvía cuidadosamente los cohetes, asegurándose de que no se mojaran. Yo me quedé mirando el dibujo en el suelo, sintiendo un peso creciente en el pecho.
Ojalá no tengamos que llegar a este plan. Nada puede terminar bien si ocurre.