Mi nombre es Alexander Dy Galyz, hijo mayor de Violeta de Dy Galyz, más conocida como "La Rosa Negra", la poderosa y enigmática líder colombiana radicada en Monza, Italia. Soy consciente de que mi historia está entrelazada con la de mi madre, una mujer que ha dejado una huella indeleble en el mundo, tanto en su vida personal como profesional.
A mis 24 años, soy ingeniero de sistemas, y con ello, el sucesor de un legado que mi madre ha construido con esfuerzo, sacrificio y una inteligencia que la ha convertido en una mujer respetada y temida por igual. Mi madre, a sus 41 años, ha logrado lo que pocos pueden imaginar: ha creado un imperio en Italia y ha conseguido un respeto absoluto en los círculos más altos de la sociedad.
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La Historia de Samuel
Un día, hastiado de tanto sufrimiento, decidí escapar. Pensé que el mundo fuera de esas paredes sería diferente, que encontraría la libertad que tanto deseaba. Pero, por un error de cálculo, terminé en manos de personas que estaban aún peor que aquellos de los que huía. Me encontré atrapado en un ambiente de crimen y abuso, un lugar oscuro donde mi desesperación se multiplicó.
Estaba en un antro, rodeado de individuos peligrosos. Lo que no sabía era que Samuel, a pesar de su corta edad, había llegado con su madre a ese mismo lugar. Alexander tenía 14 años en ese entonces, pero ya mostraba un nivel de madurez impresionante. Mientras yo estaba en medio de esa pesadilla, él, que se encontraba en una zona lejana del antro, se dio cuenta de lo que sucedía. Estaba jugando, sin saber que, sin quererlo, se convertiría en mi salvador.
Con una velocidad que nunca olvidaré, Alexander reaccionó. Sin pensarlo, corrió hacia donde estaban los hombres que me tenían atrapado. A pesar de la diferencia de edad y tamaño, se enfrentó a ellos con una valentía que ni yo sabía que poseía. Y lo que parecía un simple acto impulsivo se transformó en una gran pelea. La situación se descontroló rápidamente, y, al final, terminé en el hospital.
samuel, aunque herido, no dejó de preocuparse por mí. Cuando mi madre llegó, se armó un alboroto. alexander había sido testigo de la escena, había alertado a su madre, y a pesar de todo, su instinto lo había llevado a protegerme, aún sin saber lo que realmente estaba sucediendo. A partir de ahí, todo cambió.
La relación que Alexander y yo teníamos ya no era solo de amigos. Él me había salvado la vida, no solo esa noche, sino también en muchas otras ocasiones, siempre a mi lado, siempre dispuesto a defenderme sin importar lo que le costara. Desde ese día, no pude ver a Samuel solo como un amigo. Era más que eso: era mi hermano, mi protector, el hombre que, en el momento más oscuro de mi vida, decidió luchar por mí.
En ese momento, a los 11 años, no entendía del todo lo que había hecho por mí. Pero ahora, como adulto, al mirar hacia atrás, comprendo que Samuel fue mi ángel guardián. Esa pelea, ese incidente, fue solo un reflejo de lo que significaba para mí: alguien que siempre estaría dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantenerme a salvo.
Con tan solo 22 años, mi vida parecía haber dado un giro inesperado, pero no fue hasta que los Dy Galyz me acogieron en su hogar que comencé a entender realmente el significado de la familia, la lealtad y la protección.
Desde aquella noche, cuando tenía 11 años, y gracias a Alexander, mi vida cambió para siempre. Aquella pelea en el antro, donde casi pierdo la vida, no solo me hizo más fuerte, sino que me unió a la familia Dy Galyz de una forma que jamás habría imaginado. Alexander me salvó, pero fue la familia Dy Galyz quien me enseñó a vivir de nuevo.
Después de ese incidente, no solo mi amistad con Alexander se fortaleció, sino que mi vida dio un giro completo cuando Violeta, la matriarca de la familia, me ofreció un hogar. Sin saberlo, me había dado la oportunidad de empezar de nuevo. Ella no solo había acogido a Alexander como su hijo, sino que vio en mí a un niño que necesitaba protección y un propósito en la vida.
Violeta, La Rosa Negra, fue una figura maternal que siempre supo lo que necesitaba. A pesar de la frialdad con la que se mostraba al mundo exterior, dentro de su casa era cálida, comprensiva y directa. Me brindó su apoyo sin reservas. Mi vida se transformó a partir de ese momento. Estar en la casa de los Dy Galyz me permitió aprender y crecer. Violeta, Enzo y Alexander me enseñaron todo lo que necesitaba para sobrevivir en un mundo mucho más grande y peligroso de lo que jamás habría imaginado.
Aprendí desde joven los valores fundamentales de la familia Dy Galyz: respeto, lealtad, y el poder de proteger a los que amas, sin importar el costo. Estar rodeado de personas que se preocupaban por mí, que me daban un propósito, fue lo que realmente me permitió dejar atrás mi pasado y avanzar. No fue fácil al principio, pero gracias a ellos, me sentí parte de algo más grande que yo mismo.
A los 22 años, mi conexión con la familia Dy Galyz era inquebrantable. Ya no era solo el amigo de Alexander, el niño que había sido rescatado; ahora, era parte del legado, parte de la fuerza que mantenía a esa familia unida. Ya no tenía miedo de la oscuridad del mundo ni de lo que pudiera pasar, porque sabía que, mientras estuviera a su lado, nunca estaría solo.
Y ahora, con la amenaza de Juan Rodríguez sobre nosotros, sabía que todo lo que me habían enseñado y todo lo que había vivido me preparaba para enfrentar lo que se venía. La familia Dy Galyz me había dado una segunda oportunidad, y esa oportunidad la iba a defender con mi vida.
