El Vestido De Su Vida

León y Sophia estaban en el estudio viendo que prendas iban a ir en la colección de esa temporada , acariciando a Emperatriz, que ronroneaba con evidente satisfacción en su regazo, mientras Thalos, celoso de la atención, se restregaba contra su brazo para que lo mimara también.

—Tranquilo, Thalos, también hay cariño para ti —dijo Sophia con una sonrisa, pasando una mano suavemente por su pelaje.

León, observaba la escena de reojo lo mientras colocaba o quitaba un boceto tras otro . Era imposible no notar lo natural que se veía Sophia en rodeada de sus gatos. Parecía que siempre había estado allí.

De repente, la puerta se abrió y apareció Lucas, luciendo su característico aire de confianza y una sonrisa juguetona.

—Sophia, esta vez no aceptaré un no como respuesta —dijo, cruzándose de brazos mientras la miraba—. Vas a salir conmigo a tomar algo.

Sophia levantó la vista, sorprendida, y luego dejó escapar una risa.

—¿Otra vez con eso, Lucas?

—Sí, otra vez. Pero esta vez tengo un plan infalible. No puedes pasar toda tu vida encerrada con gatos y diseñadores excéntricos. Necesitas un poco de diversión.

Sophia arqueó una ceja, pero no pudo evitar reírse ante su insistencia.

—¿Y cuál es tu plan infalible?

—Un club nuevo en el centro. Buena música, buen ambiente, y yo como tu compañía. No puedes negarte.

Sophia miró a León, que estaba apoyado contra el marco de la puerta con su taza de café, observando la conversación en silencio. Su expresión era neutral, pero había algo en sus ojos que Sophia no pudo descifrar del todo.

—Bueno… hace tiempo que no voy a bailar —dijo finalmente Sophia, encogiéndose de hombros.

Lucas levantó las manos en señal de victoria.

—¡Sabía que aceptarías! Prepárate, salimos a las nueve.

—Está bien, está bien —respondió Sophia, riendo mientras Lucas salía de la habitación con aire triunfal.

León tomó un sorbo de su café y se acercó a Sophia, dejando la taza sobre la mesa.

—¿Así que ahora también aceptas invitaciones de modelos insistentes? —preguntó con un tono despreocupado, pero Sophia pudo notar un leve matiz de molestia en su voz.

Ella lo miró con una sonrisa traviesa mientras seguía acariciando a Emperatriz.

—Solo porque hace mucho que no salgo a bailar. Y porque Lucas no se rinde fácilmente.

León se inclinó un poco, mirando a Thalos y Emperatriz como si hablara con ellos.

—¿Qué opinan, chicos? ¿Deberíamos dejar que nuestra Sophia salga con un modelo que cree que puede conquistarla?

Sophia se rió y le dio un leve empujón en el hombro.

—Deja de hablar con los gatos como si fueran mis guardianes.

—Son más confiables que algunos humanos —respondió León con una sonrisa.

Sophia negó con la cabeza, pero no pudo evitar sentir una pequeña punzada de culpa. Aunque sabía que León no lo diría directamente, algo en su actitud le hacía pensar que no estaba del todo contento con la idea de que saliera con Lucas.

La música del club resonaba con fuerza mientras Sophia se movía al ritmo de las luces y los beats. Lucas, con su típica confianza, le ofrecía su mejor sonrisa mientras bailaban. Ella se sentía relajada por primera vez en mucho tiempo, disfrutando del ambiente y la libertad de la noche.

—Sabía que te encantaría venir —dijo Lucas, acercándose para que pudiera escucharlo sobre la música.

—Es divertido —admitió Sophia, sonriendo mientras giraba al ritmo de la canción.

Mientras tanto, en el apartamento, León estaba en su estudio, rodeado de bocetos, telas y sus fieles compañeros felinos. George dormía sobre una pila de papeles, Emperatriz estaba hecha un ovillo en su silla favorita, y Thalos jugueteaba con un carrete de hilo.

León, sin embargo, no podía concentrarse. Había algo que lo distraía, una sensación incómoda que no lograba sacudir. Se pasó una mano por el cabello, frustrado, y dejó caer el lápiz sobre la mesa.

"¿Por qué estoy pensando en ella?" se preguntó, mirando el reloj por enésima vez. Imaginaba a Sophia riendo, bailando, quizás demasiado cerca de Lucas. El simple pensamiento le provocaba un malestar que nunca había experimentado antes.

Se levantó y caminó hacia el sofá, donde se dejó caer con un suspiro. Emperatriz, como si sintiera su inquietud, se subió a su regazo. León la acarició distraídamente, su mirada perdida en la pared.

—¿Qué tiene esa chica? —murmuró, más para sí mismo que para la gata.

Emperatriz ronroneó, como si tuviera la respuesta.

León dejó escapar una risa seca.

—Es mi asistente. Mi asistente. Pero… —se interrumpió, sus pensamientos girando en círculos—. Es más que eso, ¿verdad?

Era algo que no quería admitir, pero no podía evitarlo. Sophia había llenado su vida de una manera inesperada. Se había convertido en alguien esencial, alguien que no solo entendía su mundo, sino que lo hacía más llevadero, más cálido.

—La quiero —dijo en voz baja, como si decirlo en voz alta lo hiciera más real.

Se quedó en silencio por un momento, sintiendo el peso de sus propias palabras. Era cierto. A su manera, con todas sus rarezas y su carácter complicado, quería a Sophia. Pero el pensamiento de que estuviera con alguien más, de que pudiera preferir a Lucas o a cualquier otro, lo hacía sentir algo que nunca había sentido antes: celos.

—Esto es ridículo —se dijo, pero no pudo evitar mirar el reloj otra vez, preguntándose cuánto faltaría para que Sophia regresara.

Mientras tanto, Sophia, ajena a los pensamientos de León, seguía disfrutando de la noche. Pero, en el fondo, había algo que la hacía sentir un poco inquieta. A pesar de la música, las luces y la compañía de Lucas, no podía dejar de pensar en León y en cómo estaría pasando la noche sin ella.