Una profesora de campo muere tras un accidente en su escuela-casa. Reencarna en Arlette, la protagonista de una historia donde la verdadera villana es ella. pero ella no seguirá la trama y creará a su propio villano para protegerla
NovelToon tiene autorización de Melany. v para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 24: Mi nueva vida
El orfanato construido como un vestigio del pasado, con sus muros de piedra desgastados y un campanario que se alzaba hacia el cielo gris, como si anhelara tocar las nubes del atardecer.
Arlette se sentía intrigada al contemplar su fachada. Había llegado con un propósito claro en mente; retomar su carrera de profesora y ofrecer a esos niños un poco de luz en un mundo que a menudo parecía sombrío. Sabía que su padre, al enterarse de la muerte del príncipe, intentaría cambiar el rumbo de su vida, obligándola a unirse a otro hombre de alta cuna. Pero antes de que eso sucediera, quería establecerse en el orfanato, donde podría marcar una diferencia para su futuro.
— Everest. Quédate aquí. Iré a hablar y regresaré pronto —dijo Arlette.
— está bien —respondió él, observando cómo se alejaba en dirección a la entrada de la iglesia.
La media hora que pasó sintió como un susurro del tiempo, aunque su mente estaba ocupada con pensamientos de lo que podría encontrar. La idea de trabajar con niños la llenaba de esperanza. Cuando finalmente regresó, el espectáculo que encontró la sorprendió. Everest estaba rodeado de un grupo de niños, su risa resonando en el aire mientras uno de ellos trepaba por su espalda, ajeno a la seriedad que normalmente lo caracterizaba. Arlette sonrió al ver esa imagen; ella siempre había creído que los niños tenían la capacidad de transformar a los adultos, de hacer que se olvidaran de sus preocupaciones, aunque fuera por un momento.
— ¡Pequeños, hora de volver! ¡Dejen de molestar al señor! —gritó la hermana de la iglesia, interrumpiendo el bullicio.
Los niños, con su energía desbordante, corrieron en dirección a la puerta, dejando a Everest un poco perplejo, pero con una sonrisa involuntaria dibujada en su rostro. Arlette se acercó a él, la hermana se despidió y le comentó a la joven.
— podras venir a esta hora todos los días para enseñarles —dijo, emocionada. Luego, cerró la puerta.
Everest se giro hacia ella y le pregunto algo que era obvio, pero que él quiera escuchar.
— te gustan mucho los niños, ¿verdad?
— sí. Me gustan. Son tan inocentes. Además, puedes ayudarlos a ser mejores personas para el futuro. Ahora, regresemos —respondió ella, su tono un poco más serio, aunque aún con un destello de alegría.
— quisiera pasear contigo un rato más... —insistió Everest, un gesto de súplica en sus ojos.
— Everest... —dijo ella, sintiendo un tirón en su corazón, queriéndose negar.
— por favor —le suplicó, y en ese momento Arlette sintió que no podía negarse a esa mirada. Asintió, y juntos se aventuraron a caminar un poco más.
La noche había caído suavemente sobre la ciudad, y la pequeña plaza que encontraron estaba llena de vida, con luces titilantes que danzaban en las sombras. A pesar de la reciente tragedia que había golpeado al reino, las risas y los murmullos de los habitantes creaban una atmósfera de alegría y esperanza. Arlette se sentía feliz. Otra vez tendrá su vocación de educar a los más jóvenes. Ella desea por lo menos tener algo en que ocupar la mente. Ya que dentro de un mes, Alejandra se irá, y Everest también. Sin embargo, un pensamiento dulce sal a relucir para distraerse de la partida de las personas que quiere.
— Alejandra le gustó mucho el postre —comentó Arlette.
— ¿Y a ti? —preguntó Everest.
— ¿A mí? No hay palabras para describir lo sabroso que estaba —respondió ella, riendo.
— te seguiré cocinando si así lo prefieres —dijo, bromeando con un tono ligero que hacía que la tensión entre ellos se desvaneciera.
El momento se tornó más serio cuando Arlette, con un giro inesperado, le preguntó sobre su futuro.
— Everest... Si te vas... ¿A dónde te dirigirás? —su voz tenía un matiz de preocupación, aunque estaba decidida a mantener la serenidad.
— al norte. Cruzaré el río que separa este reino con el imperio de Heloria. Ahí remediaré mis errores —respondió Everest, su mirada perdida en el horizonte, como si ya estuviera vislumbrando la travesía que le esperaba.
— ¿A qué te refieres con errores? —preguntó ella, sintiendo un nudo en el estómago ante la idea de su partida.
— Arlette. Sabes que eres importante para mí. Nada te quitará ese lugar que tienes dentro de mí. Pero mi pasado es más fuerte de lo que piensas. Cómo quisiera decírtelo todo, pero no puedo... —su voz se tornó melancólica, y Arlette sintió cómo su corazón se apretaba ante su dolor.
Sin pensarlo, Arlette alargó su mano y tocó suavemente el rostro de Everest, buscando consolarlo.
— está bien. Sé esperar. Si algún día, antes de irte de la casa, deseas contarlo, estaré para escucharte. No te obligaré a que me cuentes un pasado que te duele, cuando yo te he dicho que mires al futuro. Comenzarás una nueva vida; es lo correcto que olvides y comiences de nuevo —le dijo, su voz suave pero firme.
— pero Arlette... Tú eres mi nueva vida —susurró Everest, acercándose más a ella, y en sus ojos brillaba un dolor profundo.
Se acercó, dejando que el silencio hablara por ellos. En ese instante, el mundo se desvaneció alrededor, y todo lo que quedaba era la conexión fuerte entre ellos. Everest, con una mezcla de desesperación y ternura, se inclinó hacia ella, y sus labios se encontraron en un beso suave y dulce, como si el tiempo no existiera en ese momento. Arlette sintió que su corazón latía con fuerza, como si cada latido resonara en la profundidad de su ser, llenándola de una calidez que había creído perdida.
...----------------...
...----------------...
La noche, con su manto estrellado, los envolvió mientras se besaban, y Arlette supo que, sin importar lo que el futuro les deparara, ese momento quedaría grabado en su memoria. A pesar de que en un futuro, le dolerá recordarlo.