Prisionera De Sus Ojos

Jalil se bajo de la camioneta, se dio la vuelta y miro a Ernesto.

— Gracias por ir por mi don Ernesto, exclamó Jalil.

— No tiene que agradecer, por cierto mañana viene el contratista a ver la casa.

Jalil asintió.— Por fin una buena noticia, lo veo mañana...

Una hora después Jalil dio vuelta en la cama entre lo incomoda que era y el frio que hacia no podía dormirse.

Cerró los ojos y la imagen de Zahra vino a su mente.

La primera vez que vio a Zahra, fue durante una celebración en Jaddara, era el cumpleaños de Isra.

 Akram quería pactar un matrimonio y su hermano quería casarse. Zahra se encontraba con su prima y había llamado la atención de varios de los invitados era muy hermosa, pero aún era menor de edad.

Y volvieron a coincidir años en otro cumpleaños de Isra, esta vez en Londres.

Zahra estaba dando sus primeros pasos en el mundo, a partir de ese momento cada vez que se cruzaba con Zahra, ella huía de él.

Solo le sonreía con timidez y lo miraba con esos ojos azules. Solian frecuentar los mismos lugares, aunque no pertenecía a la realeza la familia de ella tenía una excelente posición económica y social.

La guerra estalló y las cosas se complicaron, de la noche a la mañana se transformó en el heredero.

Malek quería retirarse y si bien su nombramiento no se hizo oficial durante un año se ocupó de la agenda de su hermano.

Debía reconocer que él tampoco sentía deseos de llevar la corona pero acepto, en el fondo siempre espero que Malek regresara.

Y entonces su nombramiento se hizo oficial y él comenzó a dar que hablar, era una especie de rebeldía.

Era un príncipe, las mujeres siempre se esmeraban en llamar su atención, pero siendo el futuro sultán, era obsceno.

Tras la interrupción de Akram y la primera reprimenda de su padre, considero la posibilidad de casarse con ella una milésima de segundos, sobre todo porque con ella había cometido un error que jamás había cometido, no había usado protección, lo que había sido un indicador de cuanto la deseaba, ¿tal vez fuera por los cuatro años de rechazo?.

Si le hubiera dicho que era virgen, el habría decidido no arrebatarle la inocencia. Por su culpa había traicionado sus principios.

El castigo a su mentira había llegado más rápidamente de lo que ellos temían.

Por un lado ella le había entregado su virginidad a un hombre que no la quería y por otro él se había visto a asumir un compromiso que no quería.

Independientemente de la situación en su país y del momento que atravesaban como familia. Akram era un aliado y Jalil un amigo.

No solo compartían una visión de lo que la región debía ser si no que además tenían un negocio Hielo del Desierto.

 Entonces llego el primer rumor Zahra decía que estaba embarazada

Zahra era la manzana de la discordia, asi que decidió asumir el compromiso.

 Lo ocurrido no había sido muy inteligente ni por su parte ni por la de ella.

Como si su mala predisposición con Zahra no fuera, ya suficiente llego a su mano el diario de ella.

Darse cuenta que todo había sido premeditado, que solo lo había escogido por que era el heredero de Raleigh lo enfureció.

Por un lado él no quería ser rey, por otro, Zahra lo había escogido solo porque iba a ser rey.

Furioso como estaba la busco.

—Quiero que seas sincera. ¿ Lo que pasó entre nosotros fue premeditado?, ¿ Querías atraparme?.

Zahra las mentiras minan la confianza. ¿Cómo voy a poder confiar en ti?

— Por supuesto que no. Ojala nada de esto hubiera ocurrido... -se lamentó Zahra con pesar.

—No somos niños, Zahra. Ha ocurrido lo que queríamos que ocurriera.

Él quería sexo y ella atraparlo, desde su punto de vista Zahra merecía un castigo.

Así que se casó con ella y fue honestamente sincero, ella jamás significaría nada para él y no mentía. ¿Cómo confiar en ella?.

Jamás podría confiar en Zahra, muchas veces se preguntó si además de la corona, ella no quería el lugar de Isra junto a Sharif ¿ era ilógico pensar eso?.

Asi que después de la noche de bodas la dejo sola en el palacio, no era muy maduro, pero era como se sentía y tres semanas después invito a Kendra a la gala de beneficencia.

La conocía lo suficiente para saber que Kendra aceptaría sin dudarlo y Zahra recibiría el mensaje claro y contundente. Tu no me importas.

Zahra lo abandonó y él fue por ella.

No esperaba que a su regreso a Raleigh su padre lo obligará a permanecer en el palacio de Rhaydan, y ahi llego la reprimenda de Malek.

Llevaban varios días en el palacio junto a su familia. Él se encontraba en su oficina cuando Zahra ingresó.

Como siempre y gracias a él debía reconocer la discusión no tardó en llegar.

—¿Por qué no puedes darme una oportunidad?

Él la miró con desprecio.

—Porque yo no te quiero. Creo que fui bastante claro el día de nuestra boda. Aquí no hay lugar para ti.— exclamó él llevándose la mano al pecho.— Solo eres una codiciosa que quería ser reina y lo conseguiste. Soy un idiota debí desconfiar de una mujer que se exhibe como mercancía.

Zahra salió de la oficina la puerta no había terminado de cerrarse tras Zahra cuando Malek irrumpió en la oficina. Jalil se irguió de inmediato; su hermano mayor tenía el rostro tenso.

—¿Qué demonios fue eso, Jalil? —preguntó Malek, sin elevar la voz.

Jalil apretó la mandíbula.

—Nada que te concierna.

—Pero concierne a Raleigh —corrigió Malek, cruzándose de brazos—. Y por ende nos concierne a todos.

Jalil desvió la mirada hacia la ventana, irritado.— Te recuerdo que te fuiste. Esa mujer que defiendes solo me vio como una corona. Eso es todo lo que soy para ella.

Malek lo observó largo rato, como quien lee un libro que conoce de memoria.

—Lo comprendo —dijo al fin—. Créeme que lo comprendo más de lo que imaginas y se que tienes razón. Pero si ese es realmente tu pensamiento… ¿por qué permites que la boda siga adelante? Sabes que este matrimonio tendra consecuencias.

—Malek…

—No me interrumpas. Jalil, te recuerdo algo que parecé haz olvidado; de esta unión debe nacer el heredero que continuará nuestra línea. No es una cena informal, no es una aventura. Es el futuro de todo lo que nuestro abuelo construyo, es el esfuerzo de nuestro padre.

Jalil frunció el ceño.

—Lo tendré —dijo con dureza—. Cumpliré mi deber y tendremos un hijo.

—¿A qué precio? —respondió Malek, acercándose—. ¿Esta es la vida que quierés para tu hijo? ¿Un palacio dividido, una esposa llorando, un padre consumido por el rencor?

El silencio fue demoledor

—Ella mintió —insistió Jalil, casi un susurro—. Me usó…

—Esta bien —admitió Malek—. ¿Y qué hay de tus errores? ¿O crees que tú no pusiste nada de gasolina en este incendio?

Jalil apretó los puños.

—No voy a pedirle perdón.

—Nadie dijo que tengas que hacerlo —respondió Malek, calmado pero firme—. Pero sí tienés que decidir algo; o la dejas ir, de manera digna…

o dejas de humillarla.

Porque los rumores no son buenos ni para la posición ella, ni para ti, ni para tu futuro hijo.

La mirada de Malek se suavizó apenas.

—Hermano no repitas mis errores —dijo, con un dejo de tristeza—. Mi primer matrimonio fue una guerra, una mujer a la que yo no podía amar y que me despreciaba en igual medida. Criar hijos en medio de eso es destructivo.

Jalil tragó saliva, luchando entre el orgullo y una verdad que no quería escuchar.

—No sé si puedo confiar en ella —admitió.

—Entonces sé honesto contigo mismo —respondió Malek—. Pero deja de castigarla por un error que no se arregla con crueldad.

Malek se giró hacia la puerta, pero antes de salir añadió.l

—Recuerda quién eres, Jalil Hazbun. Y recuerda quién es ella; la esposa del futuro sultán. Trátala acorde a su posición… o termina con esto...

Jalil no tenía sueño, pero sí un frío mortal. Se levantó resignado y fue hacia la salamandra. Metió leña, prendio fuego, lo abanico un poco para animarlo… y lo único que consiguió fue una bocanada de humo que empezó a llenar la habitación.

—No puede ser —tosió, abanicando el aire con la mano.

El humo siguió saliendo, tercamente. Jalil apretó la mandíbula, marchó hasta la pared y tomó el hacha.

Alzó el hacha y golpeó.

La salamandra, una vieja mole de hierro fundido, ni se inmuto.

Jalil, temblando de rabia.

Probó de nuevo.

Esta vez el hacha rebotó y casi le pega en la pierna. Se quedó mirándola.

—¿En serio?

Un tercer golpe abrio un enorme hueco en la pared. No en la salamandra.

Una ráfaga de viento helado entró apagando lo poco que había prendido.

Jalil furioso, tomo su valija , luego unos papel y prendió fuego la vieja silla de madera, abrió la puerta y salió afuera a observar el espectáculo la vieja choza ardía...