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Maneras de Reconquistarte

Maneras de Reconquistarte

Status: Terminada
Genre:CEO / Aventura de una noche / Embarazo no planeado / Embarazada fugitiva / Reencuentro / Romance de oficina / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:20
Nilai: 5
nombre de autor: Melissa Ortiz

Alexandre Monteiro es un empresario brillante e influyente en el mundo de la tecnología, conocido tanto por su mente afilada como por mantener el corazón blindado contra cualquier tipo de afecto. Pero todo cambia con la llegada de Clara Amorim, la nueva directora de creación, quien despierta en él emociones que jamás creyó ser capaz de sentir.

Lo que comenzó como una sola noche de entrega se transforma en algo imposible de contener. Cada encuentro entre ellos parece un reencuentro, como si sus cuerpos y almas se pertenecieran desde mucho antes de conocerse. Sin oficializar nunca nada más allá del deseo, se pierden el uno en el otro, noche tras noche, hasta que el destino decide entrelazar sus caminos de forma definitiva.

Clara queda embarazada.
Pero Alexandre es estéril.

Consumido por la desconfianza, él cree que ella pudo haber planeado el llamado “golpe del embarazo”. Pero pronto se da cuenta de que sus acusaciones no solo hirieron a Clara, sino también todo lo verdadero que existía entre ellos.

NovelToon tiene autorización de Melissa Ortiz para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 15

...Alexandre Monteiro...

Terminé la reunión con el sector de marketing y caminé hasta mi oficina sintiendo los hombros pesados. Cuando finalmente me dejé caer en la silla, me masajeé las sienes con fuerza. Me palpitaba la cabeza. Y aún necesitaba firmar una pila de documentos sobre la entrega de los equipos para los Estados Unidos.

Llegué de Canadá de madrugada, y desde el lanzamiento del proyecto por allá —y también en los Estados Unidos— nuestra lista de pedidos simplemente explotó. Era genial, claro. Pero también significaba que no había un segundo de descanso. Eran clientes importantes, contratos enormes, reputaciones en juego. No podíamos dejar que nada saliera mal.

La puerta se abrió, y Betina apareció con una expresión práctica, cargando una pila de sobres.

— Otra remesa de papeleo del correo. — avisó, dejando caer todo sobre mi mesa con un golpe suave.

— Dios mío... — pasé la mano por mi rostro, exhausto. — ¿Tendré que crear un robot para hacer esto por mí, será? — resongué, dejando caer la pluma.

Betina soltó una risa corta, intentando contener la diversión.

— Lo siento.

— No estoy bromeando. — repliqué, serio, y ella rio aún más. — En serio, Betina. ¿Puedes buscar un ingeniero de inteligencia artificial, por favor?

— Puedo comenzar una cotización el lunes. — dijo, recomponiéndose, pero aún sonriendo. — ¿Quieres que separe todo entre lo que es más urgente y lo que puede esperar?

— Por favor. — asentí, empujando la pila en su dirección. — Si depende de mí, voy a terminar firmando un contrato de venta de la empresa entera por error.

— Está bien, jefe. Yo me encargo de eso.

Betina se sentó en la silla frente a mí y comenzó a abrir y organizar los sobres con esa competencia silenciosa que siempre admiré. Mientras tanto, saqué el notebook y comencé a responder una avalancha de e-mails que no paraban de llegar.

El cursor parpadeaba en la pantalla, pero mi mente insistía en ir a parar en otro lugar. Ella debería estar participando de su éxito.

— ¿Señor? — Betina me llamó con cautela.

Yo solo murmuré un “humm”, sin quitar los ojos de la pantalla.

— Tal vez necesite ver esto.

— ¿Qué es tan importante así, Betina? — pregunté, ya impaciente, levantando el rostro.

Ella empujó un sobre por encima del papeleo, y de dentro cayó una fotografía. Pero no era una fotografía común.

Una ecografía.

El mundo pareció quedarse en silencio. Cerré el notebook despacio y lo empujé hacia un lado, como si cualquier movimiento brusco pudiera despedazar aquel momento. Tomé la imagen con cuidado.

Detrás de ella, había algo escrito a mano:

Yo sé que la ansiedad es casi una enemiga. Pero yo no quiero ser confusión.

Mi garganta se cerró.

Ella no respondió ninguno de los mensajes que yo había mandado. No me atendió. No quiso hablar conmigo. Y yo entendí. Yo merecía cada silencio. Pero aún así... Ella me mandó esto.

La primera imagen de nuestro hijo.

Cerré los ojos por un instante, sintiendo el peso del arrepentimiento y una punzada de esperanza dilacerante que no tenía derecho de sentir. Mis ojos ardieron, y por muy poco no dejé escapar una lágrima.

Tal vez ella me estaba dando una chance de hacer lo mínimo correcto. Tal vez me permitiera estar presente.

¿Pero perdonarme?

Eso yo no sabía si sucedería. Yo mismo no conseguía perdonarme por haberla hecho sentirse tan humillada y tan sola. Por no haber corrido tras ella cuando salió por la puerta. Por haber creído en lo peor de ella cuando yo mismo pasé la vida entera implorando para que no creyeran en lo peor de mí.

Enfrenté aquella imagen en blanco y negro por largos segundos, como si mi mundo entero cupiera allí.

— Necesito contarte una cosa. — Cibele habló, entrando sin golpear.

— Con permiso. — Betina dijo, saliendo discretamente y cerrando la puerta tras de sí.

Cibele se detuvo en medio de la oficina y me observó por un instante. Yo aún estaba sosteniendo la ecografía.

— ¿Sabes a quién vi en la clínica hoy? A C... — Ella interrumpió la frase al percibir lo que yo tenía en las manos. Sus ojos se iluminaron. — ¿Ella te mandó esto?

Asentí, tragando en seco. Cibele se aproximó despacio, tomó la imagen y pasó los dedos sobre el papel con cuidado, como si fuera algo frágil de más.

— Ella hizo la primera consulta hoy.

— ¿Ella está en Florianópolis? — pregunté, mi voz saliendo más ronca de lo que yo quería admitir.

— Sí.

Giré la silla despacio, encarando la vista de la ciudad más allá del cristal. Las nubes cargadas anunciaban lluvia. Todo parecía pesado.

— Necesito verla. — hablé, bajo, como una decisión que no cabía más en mí.

— No, Alex. — Cibele se sentó y posó la ecografía sobre la mesa, respirando hondo. — Deja que ella te busque.

— ¿Y si ella no busca? — Miré a mi hermana, intentando contener la ansiedad que quemaba por dentro.

— Ella mandó esto para ti. — Cibele apuntó la ecografía. — Cuando tú dejaste claro que creías que el hijo no era tuyo.

— Yo no dije eso. — protesté, la voz fallando.

— Pero insinuaste. — La mirada de ella era firme, pero no había juzgamiento, solo constatación. — Y conociéndote, fue de la peor forma posible.

— Carajo. — Cerré los ojos con fuerza, pasando la mano por mi rostro. Era verdad. Toda la mierda que hice. Todo lo que hablé. — Piensa en mi lado, poxa. Yo recibí laudos diciendo que yo era estéril, exámenes comprobando eso. ¿Crees que no entré en desesperación de repente?

— Yo sé, Alex. — Ella habló más bajo, como quien recordaba el propio pasado. — Pero Clara estaba vulnerable también. Y tú la acusaste de ser cualquier cosa menos la mujer que siempre estuvo de tu lado.

El silencio entre nosotros pesó como plomo. Yo me sentía el mayor de los canallas.

Cibele suspiró y me devolvió la ecografía.

— Piensa bien en lo que vas a hacer ahora. Ella puede no estar lista para oírte, y tú necesitas respetar eso. Y tal vez esté lista para oírte de nuevo, pero aún esté vulnerable.

Encaré la imagen del bebé. Dos golpecitos en la puerta, y ella fue abierta nuevamente. Luíza entró, con su andar apresurado y expresión impaciente. Puso los ojos en blanco en el exacto momento en que vio a Cibele sentada allí.

— ¿Reunión de hermanitos? — se burló, cruzando los brazos. — Necesitamos de Clara Amorim para resolver la puta de un problema, ¿pero adivina? Nuestra querida genio no atiende el maldito celular.

— ¿Qué problema? — Cibele preguntó al mismo tiempo que yo, ya levantándome en la silla.

— Falla en el sistema del Tonix. — Luíza dijo con los ojos chispeando. — Los asistentes del equipo técnico intentaron de todo, pero no consiguieron contornar. El sistema se trabó en varios dispositivos durante una demostración en Dubái. Estamos hablando de un proyecto que se volvió vitrina mundial, y ahora... está fallando. ¿Ustedes tienen idea de la mierda en que esto se puede volver?

Mi mente giró por un segundo. Clara era la única que entendía las capas más profundas del Tonix, ella proyectó el núcleo, los sensores, la IA de respuesta. Nada de lo que fue hecho allí era simple.

— Entonces necesitamos de Clara. — Cibele reafirmó, con seriedad.

— ¡Obvio! — Luíza exclamó, impaciente. — Ella es la única que puede resolver esa falla, pero desapareció del mapa. ¿Y adivina? Eso va a caer en nuestra cabeza si los accionistas perciben la inestabilidad del producto.

Llevé la mano al micrófono de la mesa y apreté el botón.

— Jefe del sector de creación, sala de reunión ahora. — dije, intentando mantener la calma en la voz, aún con la presión creciendo.

Apagué el micrófono, miré a las dos mujeres en la oficina y dije con firmeza:

— Vamos a la sala de reunión. Ahora.

Cibele se levantó en silencio. Luíza bufó y nos siguió.

En el camino por los corredores de vidrio de la Monteiro Tech, mi cabeza estaba hirviendo. Clara necesitaba ser contactada de alguna forma. Necesitaba saber de lo que estaba aconteciendo, no como una funcionaria, sino como la verdadera creadora de todo aquello.

Si ella no viniera por nosotros, tal vez viniera por lo que creó.

Y en el fondo… yo sabía. Era un motivo más para yo ir tras ella. No solo como CEO, sino como el hombre que erró feo con la única persona que podría salvar la empresa en aquel momento.

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