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PERTENECES A MI

PERTENECES A MI

Status: Terminada
Genre:Completas / Mi novio es un famoso
Popularitas:3.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Deanis Arias

Perteneces a Mí

Una novela de Deanis Arias

No todos los ricos quieren ser vistos.
No todos los que parecen frágiles lo son.
Y no todos los encuentros son casualidad…

Eiden oculta su fortuna tras una apariencia descuidada y un carácter sumiso. Enamorado de una chica que solo lo utiliza y lo humilla, gasta su dinero en regalos… que ella entrega a otro. Hasta que el olvido de un cumpleaños lo rompe por dentro y lo obliga a dejar atrás al chico débil que fingía ser.

Pero en la misma noche que decide cambiar su vida, Eiden salva —sin saberlo— a Ayleen, la hija de uno de los mafiosos más poderosos del país, justo cuando ella intentaba saltar al vacío. Fuerte, peligrosa y marcada por la pérdida, Ayleen no cree en el amor… pero desde ese momento, lo decide sin dudar: ese chico le pertenece.

Ahora, en un mundo de poder oculto, heridas abiertas, deseo posesivo y una pasión incontrolable, Eiden y Ayleen iniciarán un camino sin marcha atrás.

Porque a veces el amor no se elige…
Se toma.

NovelToon tiene autorización de Deanis Arias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 24 – El precio de la lealtad

La ciudad despertó bajo una capa de niebla gris.

Y con ella, un aire pesado de incertidumbre que se filtraba por las ventanas cerradas de los apartamentos donde Eiden y Ayleen se escondían. Había sido una semana tensa, marcada por las filtraciones, la violencia en las calles y el caos que no dejaba espacio para el descanso. Pero hoy, al menos, podrían dar el siguiente paso.

Eiden estaba sentado en la mesa, revisando los documentos que Marisol le había entregado. Estaba completamente enfocado, sus dedos pasando por cada página, cada transacción. Ayleen observaba desde la distancia, su rostro calmado pero sus ojos fijos en él.

— ¿Ya lo tienes claro? — Preguntó Ayleen mientras tomaba un sorbo de café. Su tono era suave, pero había una firmeza que demostraba la tensión que ambos compartían.

— Sí — respondió Eiden, sin apartar la mirada de los papeles —. Todo lo que hemos hecho hasta ahora ha sido solo un preludio. Mañana, todo explota. El trabajo de tu padre, la información que hemos obtenido… todo lo que tenía que quedar oculto, ya no lo estará.

Ayleen se levantó lentamente y se acercó a él. Tomó su mano y la apretó suavemente.

— ¿Sabes lo que significa esto, verdad? — preguntó, buscando sus ojos.

Eiden asintió. Lo sabía. Pero las palabras no alcanzaban para describir la magnitud de lo que se desataría. Esta vez, el movimiento que harían no era solo contra los enemigos que habían hecho daño, sino contra todo un sistema que había mantenido su dominio a través del miedo y la corrupción.

— Lo sé — murmuró Eiden.

La puerta de la habitación se abrió de golpe, interrumpiendo su conversación. Era Helena, que entró rápidamente y cerró la puerta tras ella con fuerza.

— La operación está lista. Mañana, a primera hora, todo se publica — dijo Helena, con la voz seria pero decidida.

Eiden y Ayleen intercambiaron miradas. Este era el momento. Pero también sabían que no sería fácil. Las consecuencias serían imprevisibles.

Ya no había vuelta atrás.

Mientras tanto, en la mansión de los Rivas, Baltazar recorría sus pasillos con pasos pesados. Había perdido la calma, algo que nunca le había sucedido en todos estos años de control absoluto. Sabía que las cosas se estaban fuera de su alcance, pero aún pensaba que podía jugar una última carta.

La noticia de la filtración había llegado rápidamente a sus oídos. Su imperio se desmoronaba. El poder, que durante tanto tiempo había sido suyo, ahora estaba al borde del colapso. Pero había algo que aún podía hacer.

En su oficina, una figura se encontraba de pie, esperándole. Elías, su yerno, estaba allí. No se hablaban desde hacía meses, pero esa noche, los dos sabían que tendrían que enfrentar las decisiones de toda una vida.

— Ya sabes lo que tienes que hacer — dijo Baltazar, su tono imponente, como si aún tuviera control.

Elías lo miró fijamente.

— No soy tu peón, Baltazar.

Baltazar lo observó fijamente.

— Lo fuiste desde el momento en que aceptaste formar parte de esta familia.

Elías se acercó lentamente a la mesa y puso una mano sobre ella.

— Este es el momento en que el poder pasa a otras manos. Y no hablo de ti ni de tu legado.

La operación estaba en marcha. La información había sido enviada a los medios, los foros, los periodistas. Cada fragmento de evidencia que Ayleen y Eiden habían recolectado estaba ahora al alcance del mundo. No había forma de detenerlo. No había vuelta atrás.

Eiden estaba sentado frente a su computadora, observando cómo las primeras publicaciones comenzaban a rodar. Sabía que el impacto sería inmediato, pero también sabía que nada podría prepararlos para lo que venía después.

Ayleen se acercó a él, sus pasos suaves sobre el suelo frío de la casa. Observó la pantalla, luego sus ojos se encontraron con los de Eiden. Había algo en su mirada: no era miedo, sino una mezcla de determinación y aceptación.

— Esto es solo el principio — dijo Eiden en voz baja.

Ayleen asintió. Era cierto. Lo que se estaba desatando no solo afectaría a su familia, sino que cambiaría el curso de la ciudad, de todo el país. La corrupción que había sido invisible por tanto tiempo ya no podía ocultarse.

— La gente está comenzando a hablar — continuó Eiden, mientras observaba la cantidad de comentarios y reacciones que ya se acumulaban en los medios. — No nos queda mucho tiempo.

Ayleen miró la hora. Faltaba poco para la medianoche, y la información continuaba esparciéndose como un incendio.

— Estás seguro de lo que vas a hacer mañana? — preguntó ella, consciente de las repercusiones que tendrían sus acciones.

Eiden la miró con firmeza.

— Mañana, todo lo que hemos hecho hasta ahora se pondrá a prueba. Es nuestra única oportunidad de derribar todo esto.

En el apartamento de Baltazar, la situación estaba lejos de ser controlada. La noticia de la filtración ya había llegado a los círculos más cercanos a su familia, y aunque intentó mantener la calma, algo en su interior comenzaba a quebrarse. La traición ya no podía ocultarse. El pasado, finalmente, había comenzado a cobrar su precio.

— Es solo cuestión de tiempo — dijo Elías, observando a Baltazar, quien permanecía en silencio, mirando por la ventana. — Ya no hay manera de esconderlo. Lo sabes.

Baltazar se giró lentamente, y por un momento, su mirada fue tan fría como el metal de su escritorio. Elías, su propio yerno, había sido parte de este imperio, pero ahora parecía ser la única amenaza real que quedaba. Un traidor en su propia casa.

— ¿Qué es lo que quieres, Elías? — preguntó Baltazar con calma, su tono grave.

— Lo que siempre quise, Baltazar. El control.

Baltazar lo miró con una mezcla de decepción y comprensión.

— No me subestimes. Si crees que puedes tomar lo que queda de este imperio, entonces te has equivocado de nuevo.

Elías sonrió ligeramente, pero había algo más en su rostro: determinación. Su tiempo como peón había terminado. La partida estaba en un punto de no retorno.

A la mañana siguiente, la situación se intensificó aún más. La ciudad estaba llena de rumores, de protestas. La gente no podía creer que alguien como Baltazar Rivas hubiera sido el cerebro detrás de un sistema tan corrupto. Los informes seguían saliendo a la luz. Las demandas por la justicia y la verdad se alzaban con fuerza.

Ayleen y Eiden sabían que el impacto era irreversible. Ya no podían dar marcha atrás. La batalla por el poder no solo se libraba en las calles, sino en cada una de sus decisiones personales.

En un pequeño café en el centro de la ciudad, Eiden se reunió con algunos de los periodistas que habían sido parte de la operación. Sabían que no podían confiar completamente en nadie, pero estos hombres y mujeres, aunque desconfiados al principio, ahora eran aliados importantes.

— Tenemos que mantener la presión — dijo uno de los periodistas, un hombre de unos cuarenta años que había sido editor en un periódico local. — La gente está esperando que se haga justicia, pero hay demasiado poder detrás de todo esto. Tendremos que ser muy cuidadosos con el siguiente paso.

Eiden asintió. Sabía que las sombras se acercaban. Ya no se trataba solo de una filtración de información. El sistema comenzaba a dar señales de que estaba dispuesto a destruir todo lo que se interpusiera en su camino.

— Entendido. — respondió Eiden, su tono grave y decidido. — No dejaremos que esto quede sin resolución.

La tensión en el aire era palpable. Eiden y Ayleen sabían que el camino que habían elegido no tenía vuelta atrás, pero no había otra opción. El poder y la corrupción de su familia no podían seguir gobernando, y mientras la ciudad se sumergía en un caos controlado, ellos estaban listos para dar el siguiente paso.

Ayleen, observando el horizonte desde el apartamento, ya no sentía la misma seguridad de antaño. Ya no veía el mundo como un lugar donde todo estaba bajo control. La verdad había emergido, y con ella, las consecuencias de las decisiones que sus padres habían tomado en el pasado.

— Lo que estamos a punto de hacer cambiará todo. — Ayleen murmuró, sin desviar la vista.

Eiden se acercó y la abrazó. No había palabras que pudieran aliviar el peso de todo lo que estaba por suceder.

— Lo haremos juntos. — dijo él, con la misma certeza que había tenido cuando todo comenzó.

Pero Ayleen sabía que, aunque estuvieran juntos, la vida que conocían nunca volvería a ser la misma. La caída de los intocables era solo el principio de una nueva era.

A las 9:00 a.m., las primeras alarmas comenzaron a sonar. La noticia de la filtración había llegado a los medios nacionales, pero Baltazar aún no había hecho un movimiento. El reloj estaba en su contra. Pero lo que realmente lo inquietaba no era la prensa ni las denuncias. Era algo mucho más personal.

Alguien dentro de su propio círculo había decidido dar el golpe final.

En su oficina, el teléfono sonó. Baltazar lo recogió, sin esperar, sabiendo quién estaba al otro lado.

— Baltazar, te lo dije. Tu imperio se está cayendo. Y ahora me pregunto: ¿qué harás al respecto?

Era Elías.

Baltazar apretó los dientes.

— ¿Qué quieres, Elías?

— Quiero que entiendas algo muy claro.

El poder no se obtiene solo con dinero o control.

Lo único que garantiza la lealtad es el miedo.

Baltazar se levantó de la silla, su rostro endurecido por los años de poder.

— Te daré una última oportunidad para que cambies de bando.

De lo contrario, perderás más que tu imperio.

Elías, desde su lado, solo rió con amargura.

— Perdí mi alma hace mucho tiempo. Ahora es tu turno.

El teléfono cayó con un golpe seco. Baltazar permaneció quieto, mirando la pantalla negra, sabiendo que el camino ya estaba marcado.

Eiden y Ayleen se reunieron con los periodistas a última hora de la mañana. Todo estaba listo para el siguiente paso. La información que habían reunido estaba lista para ser entregada a la Fiscalía. Todo lo que quedaba era esperar el momento exacto para dar el golpe final.

Pero algo no encajaba.

Elías ya no era solo un simple traidor. Se había aliado con los más poderosos, con aquellos a quienes habían estado tratando de derribar.

De repente, la puerta se abrió.

— Eiden, Ayleen. — La voz de Helena sonó fría y calculada.

Eiden se giró rápidamente, su mano instintivamente buscando el arma que sabía que siempre llevaba consigo.

— ¿Qué pasa? — preguntó Ayleen, buscando la respuesta en los ojos de Helena.

— Tenemos que irnos ahora mismo.

No sé quién, pero alguien nos está observando.

Sin más explicaciones, los tres se movieron rápidamente, saliendo del apartamento sin dejar rastro.

A la hora siguiente, en el puerto, Elías estaba listo para salir. Miró alrededor, asegurándose de que nadie lo estuviera siguiendo, pero sus ojos se encontraron con la figura de Samantha, parada en la sombra, observando.

Elías la miró, sin sorpresa. Ya sabía que ella estaría allí.

— Te advertí que tomaras el camino fácil. — dijo él.

Samantha no dijo nada. Solo caminó hacia él, los ojos fríos y decididos. Sabía lo que tenía que hacer.

— Te traicioné, Elías. Y ahora, te voy a detener.

En un movimiento rápido, Samantha lo empujó al borde del barco, asegurándose de que cayera al agua. Mientras él luchaba para salir, su rostro mostraba solo un rastro de ira y desesperación.

La guerra no había terminado, pero sí había cambiado las reglas.

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Yesenia Pacheco
Excelente
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