Engañada Por Su Novio, Se Casa Con Un Joven Millonario

Con el tiempo, Aya se hizo más hábil en la elaboración de bolsos reciclados. No solo hacía bolsos con diseños sencillos, sino también bolsos con diseños más complejos y artísticos.

Los bolsos hechos por Aya se hicieron cada vez más conocidos por el público. Mucha gente encargaba bolsos hechos por Aya para diversos fines. Aya se sintió abrumada al recibir pedidos.

Sin embargo, el éxito no hizo que Aya se olvidara de sí misma. Siguió siendo humilde.

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Ese día, Aya y Marcel regresaban del centro comercial después de comprar algunos adornos para sus artesanías de bolsos. En el camino, vieron a algunas personas con discapacidad y a personas pobres pidiendo limosna y mendigando al borde de la carretera.

A Aya le dio lástima ver su situación. "¡Joven maestro, por favor, deténgase!", dijo de repente, haciendo que Marcel frenara bruscamente.

"Aya, ¿qué pasa?" Marcel preguntó con pánico. Temía que le pasara algo a la chica que amaba. Miró a su alrededor. Afortunadamente, la calle por la que pasaban era una zona libre de estacionamiento. Afortunadamente, la calle estaba tranquila.

"¡Míralos!"

La punta del dedo de Aya apuntaba a las personas que estaban sentadas al borde de la carretera. Entre ellos había una mujer sentada sosteniendo un bastón. Su mirada estaba vacía. A primera vista, se podía ver que era una persona ciega. También había un joven de aspecto harapiento que caminaba con muletas.

"Qué lástima. Debe ser difícil para ellos ganarse la vida", le dijo Aya a Marcel.

Marcel miró a Cahaya, luego asintió. Intentó adivinar la intención de la chica. Tal vez se estaba comparando a sí misma, que también era una persona con discapacidad. O tal vez estaba recordando su vida en el pasado.

"¿Quieres darles limosna?" preguntó Marcel, luego sacó su billetera del bolsillo de su chaqueta. Asintió con la cabeza en señal de aprobación. "Aquí tienes. Puedes dárselo a ellos". Le extendió a Aya unos billetes azules que sacó de su billetera.

Aya miró a Marcel, en su corazón se sintió feliz, su joven maestro era generoso. Sin embargo, eso no era lo que quería.

"Joven maestro, ¿qué tal si les ayudamos?" preguntó Aya. Su mirada suplicante estaba llena de esperanza.

"¿No quieres dar limosna? ¿Entonces qué?" Marcel todavía no entendía la intención de Aya.

"La limosna solo se acabará para una comida. Necesitan más que eso para sobrevivir. Un trabajo que les impida mendigar y pedir limosna. Porque la persona que les dio limosna una vez, no necesariamente se la dará de nuevo cuando se encuentren en el futuro. Puede ser que el benefactor se sienta molesto de encontrarse constantemente".

"Aya, ¿puedes ir al grano? Todavía no entiendo a dónde quieres llegar".

"¿Podría el joven maestro acogerlos? Les enseñaremos a hacer bolsos reciclados. Quién sabe, podrían ganar dinero con esa habilidad", sugirió Aya.

Marcel miró a Cahaya con el ceño fruncido. Finalmente, el hombre asintió en señal de comprensión. Y estuvo de acuerdo con la idea.

"¡Qué buena idea, Aya! Estoy totalmente de acuerdo. Les ayudaremos, pero ¿lo aceptarán sin más?" preguntó Marcel.

"Yo tampoco lo sé. Vamos a acercarnos a ellos primero".

"Está bien". Marcel simplemente asintió.

Sin embargo, cuando Aya estaba a punto de abrir la puerta del coche para bajar, Marcel le agarró la muñeca.

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"¿Qué pasa, joven maestro?" preguntó Aya con el corazón latiendo con fuerza, porque su muñeca estaba en las manos de Marcel.

"¿Qué obtendré si te acompaño a ayudarles?" Marcel miró fijamente el rostro de Cahaya.

"¿A qué se refiere el joven maestro?" La garganta de Cahaya se sintió estrangulada. No sabía lo que quería su joven maestro, y por qué de repente su joven maestro pedía algo a cambio de lo que iban a hacer. ¿Desde cuándo el joven maestro Marcel se ha vuelto calculador?

"Como recompensa, ¿te pido que me llames solo por mi nombre? Si te sientes incómoda cuando estamos en casa, al menos hazlo cuando estemos solos como ahora. No me llames joven maestro. Me hace sentir como un extraño para ti".

Cahaya tragó saliva con dificultad. El joven maestro Marcel ya había pedido algo así antes, y en ese momento ella se negó. Pero ahora realmente lo necesita. Quiere que el joven maestro Marcel ayude a las personas con discapacidad y a las personas pobres.

"Entonces, ¿cómo debo llamar al joven maestro?"

"Si no quieres llamarme solo por mi nombre, puedes llamarme hermano. Hermano Marcel. ¿Qué te parece?"

Una vez más, Cahaya tragó saliva. ¿Debería hacerlo? Pero parece que no tiene otra opción.

"Es está bien, Her Her Mar Cel". Finalmente, esas palabras salieron de su boca aunque tartamudeando.

Marcel sonrió ampliamente. "¡De acuerdo! ¡Bajemos!"

Aya y Marcel luego salieron del coche. Cahaya trajo consigo una bolsa de plástico con los aperitivos que había comprado en el centro comercial. Los dos caminaron hacia las personas con discapacidad.

"Disculpen... ¡Esto es para todos ustedes!" Aya extendió la bolsa que tenía en la mano.

Los que estaban en el lugar miraron a Cahaya y Marcel, luego se miraron entre sí. Pero luego uno de ellos, que parecía ser el mayor entre ellos, se levantó y aceptó lo que Cahaya les había dado.

"¡Gracias, señorita!" dijo. "¡Oigan, miren, hay alguien repartiendo comida!" Gritó llamando a sus amigos.

Algunos que antes estaban sentados un poco lejos se apresuraron a acercarse. Uno de ellos tomó comida de la bolsa de plástico y se la dio a la chica que estaba sentada con un bastón.

Aya se sintió conmovida al verlo. Realmente estaban en armonía. Aunque estaban en una situación de carencia. Cahaya tomó asiento cerca de la chica ciega. Y los vio comer con avidez como si nunca hubieran tocado la comida.

Mientras tanto, Marcel se sentó cerca del joven que caminaba con muletas. Sus ojos escudriñaron los alrededores, parecía que ese lugar era su puesto.

"¿Dónde viven?" preguntó Marcel.

El joven discapacitado que estaba cerca se giró. "Debajo del puente Kuningan". Una respuesta bastante breve.

"¿Su trabajo diario es mendigar y pedir limosna? ¿No quieren buscar otro trabajo? ¿No hace mucho calor estar en la calle cuando el sol está abrasando?"

"¡Joven!" El hombre que había recibido la bolsa de plástico de Cahaya, que parecía ser su líder, miró a Marcel con desagrado. "¿Qué sabes tú de nuestras vidas? No eres más que un hijo de ricos que nació con una cuchara de oro en la boca", dijo sarcásticamente.

"Tío, lo siento. El joven maestro no quiso decir eso". Cahaya se sintió incómoda porque Marcel recibió esa respuesta.

El líder se rió entre dientes con cinismo. "Oh, ¿así que es un joven maestro?" dijo burlonamente.

"Nos acercamos a ustedes, no pretendemos juzgar ni reírnos de sus vidas. Precisamente queremos ofrecerles una solución, para que dejen de mendigar al borde de la carretera".

"¿Solución? ¿Qué tipo de solución? ¿Van a decirnos que busquemos trabajo? No hace falta que nos enseñen. Estamos aquí no porque seamos perezosos y no queramos trabajar. Sino porque nadie quiere dar trabajo a personas como nosotros".