La novela trata sobre una joven llamada Jazz que, después de un accidente de tránsito, se reencarna en el mundo de su novela favorita, "Príncipe de la Oscuridad". Ahora es la reina Anastasia, casada con el rey Richard y es madre del pequeño Ethan de cinco años. A medida que explora este nuevo mundo, Jazz debe navegar por la política y la magia, mientras descubre su papel en la historia y su conexión hacia ese mundo.
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Capítulo 24 : Las emperatrices han venido
Mientras Anastasia y Roselia seguían revisando las telas para el gran banquete, la puerta del salón se abrió de golpe. Alba, la sirvienta principal, entró apresuradamente, con el rostro agitado.
—¡Majestad, tiene visitas! —dijo entre jadeos.
Anastasia levantó la vista, algo desconcertada.
—No estaba esperando a nadie. ¿De quién se trata?
Alba tragó saliva antes de responder.
—Es que... las Emperatrices están aquí.
La confusión de Anastasia se transformó rápidamente en incredulidad.
—¿Qué?
—Sí, Majestad. La Reina del Norte, la Reina del Occidente y la Reina del Sur han venido juntas. Están esperándola en el salón principal.
Anastasia sintió un nudo formarse en su estómago. Su expresión se endureció al instante, pero mantuvo la compostura.
—Muy bien, Alba. Atiéndelas como corresponde. Que no les falte nada mientras espero.
—Sí, Su Majestad. —Alba hizo una ligera reverencia antes de marcharse.
Roselia observó a Anastasia con atención, percibiendo el cambio en su rostro.
—Parece que esta reunión será importante.
Anastasia asintió, tomando aire para calmarse.
—No es una visita cualquiera. Si esas tres están aquí juntas, es porque tienen mucho que decir... o exigir. —Hizo una pausa, mirando a Roselia—. Ayúdame a elegir un buen vestido. Si voy a enfrentarme a ellas, debo lucir impecable.
Roselia sonrió ligeramente, comprendiendo la gravedad del momento.
—Por supuesto, Su Majestad. Vayamos a sus aposentos.
Con pasos decididos, ambas mujeres salieron del salón, dejando atrás los rollos de tela. Anastasia sabía que este encuentro no sería sencillo, pero estaba dispuesta a demostrar que, como Reina del Oriente, estaba a la altura de cualquier desafío.
Llegando a los aposentos, Anastasia se apresuró a probarse varios vestidos mientras Roselia la observaba atentamente. Cada opción parecía rechazada rápidamente por la reina, hasta que Roselia se cruzó de brazos y señaló un vestido blanco con detalles plateados.
—Póngase este, Majestad. Resalta la pureza de su piel y combina perfectamente con su cabello.
Anastasia tomó el vestido, algo dudosa, pero decidió probarlo. Al salir del vestidor, Roselia dejó escapar un suspiro de admiración.
—Vaya, Majestad... Ese vestido le queda perfecto. Hace que su piel se vea tan limpia, como si brillara.
Anastasia sonrió con una mezcla de orgullo y nerviosismo.
—Jajaja, gracias, Roselia. Es hora de ir a verlas.
—Sí, Su Majestad. —Roselia hizo una reverencia ligera antes de abrir la puerta.
Ambas salieron juntas hacia el salón principal. Allí estaban las Emperatrices, cada una sentada en un extremo del salón, con expresiones serias y distantes, como si la tensión en el aire las separara aún más. Ninguna parecía dispuesta a dirigir la palabra a las demás.
Anastasia mantuvo la cabeza en alto mientras avanzaba, su presencia imponiendo respeto. Al llegar al centro de la sala, detuvo su caminar, dirigiendo una mirada neutral pero firme a las tres.
—Damas, bienvenidas al Reino del Oriente. Espero que mi hospitalidad esté a la altura de sus expectativas —dijo con voz tranquila pero cargada de autoridad, rompiendo el silencio incómodo que reinaba en el lugar con una reverencia.
De repente, la Reina del Norte, Anne, rompió el incómodo silencio con una sonrisa llena de sarcasmo.
—Oh, joven Reina... ¿Acaso hacer una reverencia ante otra Reina no demuestra que tu posición es baja? —dijo con desdén, fijando sus ojos en Anastasia—. Veo que te falta mucho por aprender.
El comentario cayó como un golpe. Anastasia permaneció en silencio, sopesando cuidadosamente su respuesta, pero antes de que pudiera hablar, Roselia, con el porte de alguien que no temía enfrentarse, dio un paso adelante y respondió con una sonrisa cortés.
—Oh, Reina Anne, debo aclarar que en el Reino del Oriente es costumbre saludar con respeto. Mi Reina es una mujer excepcionalmente educada, y jamás suelta palabras sin considerar cuidadosamente el lugar y la compañía en la que se encuentra. —Roselia inclinó la cabeza ligeramente, pero sus palabras llevaban una fina capa de acero bajo la seda de su tono.
Anne levantó una ceja, evidentemente no satisfecha.
—¿Educación? —espetó, mirando a Roselia como si fuera una simple sirvienta—. En este reino, parece que incluso la clase baja se atreve a meter sus narices en conversaciones que no les corresponden.
Antes de que el comentario pudiera escalar, la Reina del Sur, Rubí, intervino, su voz cortante y firme, como si el peso de su posición aplastara las palabras venenosas de Anne.
—Emperatriz Anne, es una grave falta de respeto hablar así a la Emperatriz Anastasia, más aún estando en su castillo. No olvide que usted es invitada aquí.
El aire en la sala se volvió aún más denso. Anastasia, ahora más serena, dio un paso adelante, mirando directamente a Anne.
—Reinas, lamento que el propósito de esta reunión parezca estar desviándose. Como anfitriona, les pido que mantengamos el respeto que cada una de nosotras merece. —Su voz era tranquila, pero el filo en su mirada advertía que no toleraría más insultos.
Rubí asintió ligeramente en señal de aprobación, mientras Anne entrecerró los ojos, pero permaneció en silencio, mostrando una ligera mueca de disgusto.
La Emperatriz del Occidente, Alice, dijo con una sonrisa aparentemente cálida.
—Esta será tu primera fiesta y banquete de los Cuatro Reinos, Anastasia. Estoy feliz por ti. Eres la Emperatriz más joven, con tan solo veinticinco años. Tienes un hijo adorable y un esposo guapo. No puedes permitirte decepcionarnos, ¿verdad? —dijo, su tono cargado de un matiz pasivo-agresivo que no pasó desapercibido.
Anastasia mantuvo la compostura, devolviendo una sonrisa tranquila.
—Gracias. Amo profundamente a mi hijo y a mi esposo —enfatizó con sutileza, dejando clara su posición—. Espero no decepcionarlas.
Alice pareció interesarse aún más al notar a Roselia cerca de Anastasia.
—Oh, ya veo que tienes a Roselia, mi antigua diseñadora. Mi querida Roselia, ¿cómo estás? —dijo con una risa ligera, cargada de ironía.
Roselia inclinó la cabeza con una sonrisa diplomática, sin responder más que con un educado gesto.
Anastasia aprovechó la ocasión para retomar el tema.
—Sí, claro... Pero, a lo que vinimos. He elegido estos patrones y detalles para el banquete. Espero que sean de su agrado.
Las Emperatrices comenzaron a opinar, hablando y debatiendo sobre los diseños, los colores y la organización. La conversación fue larga, pero finalmente la reunión llegó a su fin.
—Bueno, entonces será una gran fiesta real. Nos veremos dentro de tres meses —anunció Rubí con una sonrisa cordial.
Alice asintió, añadiendo:
—Espero que todas nos veamos hermosas con nuestros vestidos... y, por supuesto, con nuestros esposos. —Su tono era una mezcla de humor y ligera insinuación.
Anne, que había estado en silencio, murmuró entre dientes con evidente sarcasmo:
—Habla la que se divorcio y se volvió a casar.
Aunque sus palabras no fueron demasiado altas, Alice claramente las escuchó. El aire se tensó por un momento, pero todos fingieron que no había pasado nada.
Luego Rubí se paró y se despidió de cada una, y Anne igual.
—Majestades sus carruajes las espera
—gracias
Ambas salieron dejando el castillo del Oriente.
Cuando Rubí y Anne se retiraron, la Emperatriz del Occidente, Alice, permaneció sentada en la habitación, su postura relajada pero su mirada distante. Anastasia la observó por un momento, notando un destello de melancolía en sus ojos, algo que quizás Alice trataba de ocultar tras su sonrisa habitual.
Anastasia bajó la mirada y suspiró, sus pensamientos invadiéndola.
Una Emperatriz divorciada... En este mundo, eso es un estigma que pocos perdonan. Aunque volvió a casarse con él, ese título la seguirá como una sombra. Recuerdo su historia, plasmada en la novela 'La Emperatriz divorciada volvió con él'. Es una historia hermosa, llena de amor y sacrificios, pero también profundamente triste. Quizás nadie más conozca realmente lo que vivieron, pero ellos sí... ellos se aman de verdad. Sin embargo, por más que ahora tenga un hijo y un nuevo comienzo, la palabra 'divorcio' sigue persiguiéndola como una marca imborrable
Alice, ajena a los pensamientos de Anastasia, tomó una copa de té que aún quedaba en la mesa y dio un pequeño sorbo, como si el peso de los años no la afectara en absoluto. Anastasia no pudo evitar sentir una mezcla de respeto y lástima hacia la mujer frente a ella.