capítulo 1: El accidente y El inicio

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Jazz siempre había sido una lectora empedernida. Su novela favorita, Príncipe de la Oscuridad, la había acompañado por años. La había leído tantas veces que ya conocía cada diálogo, cada giro, cada escena como si fueran parte de su propia vida. Aquella historia de amor, traición y magia era su refugio… hasta que todo cambió.

Ese día, volvía a casa emocionada, con el nuevo tomo de la saga en el asiento del copiloto. La lluvia caía con fuerza, empañando los cristales. Un camión invadió su carril y, al intentar esquivarlo, su auto se estrelló contra un árbol. Recuerda el impacto, el dolor... y luego, la oscuridad.

Cuando volvió en sí, ya no estaba en su mundo.

Se encontraba en medio de un jardín exuberante, rodeada de rosas blancas, rojas y azules y entre otros colores más.

Altos árboles daban sombra a senderos cuidados, y una brisa perfumada rozaba su piel. Se incorporó lentamente, desconcertada. ¿Dónde estaba? ¿Qué era ese lugar?

Un sonido detrás de ella la hizo girar.

Un niño pequeño se acercaba, con grandes ojos brillantes y una sonrisa inocente.

—¿Quién eres? —preguntó Jazz, con el corazón acelerado.

—Soy Ethan. Tu hijo —dijo con dulzura—. Eres mi madre, la reina Anastasia.

—¿Madre, volviste a desmayarte? ¿Otra vez no me recuerdas?

Jazz parpadeó, sin comprender. ¿Madre? ¿Reina?

—¿Pasa algo? —insistió el niño, acercándose.

Antes de que pudiera responder, Ethan la envolvió en un abrazo cálido.

—Te extrañé, mamá.

El corazón de Jazz se encogió. A pesar del desconcierto, había una ternura imposible de ignorar. Se agachó y lo abrazó, aún sin entender cómo había terminado allí.

—Ethan… ¿cómo llegué aquí?

—Viniste a pasear por el jardín. Siempre lo haces después del té —contestó con una sonrisa despreocupada.

Jazz sintió un vuelco en el pecho. Miró a su alrededor, todavía confundida. ¿Era un sueño? ¿Una alucinación?

Encontró un espejo colgado en una de las columnas del jardín y se acercó. El reflejo que le devolvía el cristal no era el suyo: era el rostro de una mujer majestuosa, de mirada firme y expresión serena.

—¿Soy…? No. Eso no puede ser —susurró.

Necesitaba respuestas. Entró al castillo con pasos apresurados, cruzando pasillos decorados con tapices dorados y mármol. Los sirvientes se inclinaban al verla, y los guardias abrían paso sin cuestionarla. ¿Quién era realmente?

Entonces lo comprendió. Su mente volvió al accidente, al momento exacto en que el mundo se desvaneció. De alguna forma imposible, había reencarnado… en su novela favorita.

Y no como la heroína. Si no como un personaje secundario: Anastasia, la reina moribunda, Débil e inservible

Encontró la biblioteca, un salón inmenso lleno de estanterías antiguas. Tomó un libro al azar. El tomo tenía el escudo real del Oriente grabado en la tapa. Lo abrió con manos temblorosas.

Era su historia.

Anastasia, esposa del Rey Richard, madre del joven príncipe Ethan. La reina que apenas aparecía en dos capítulos antes de morir. Una figura amable pero fugaz.

Jazz leyó con atención. Pero algo extraño sucedía. Las palabras comenzaban a cambiar ante sus ojos, como si el libro se reescribiera solo. Las frases se transformaban. La historia... estaba cambiando.

El libro se cerró de golpe.

Jazz se quedó sola en la penumbra de la biblioteca, con el corazón latiendo con fuerza.

No sabía por qué estaba allí. No sabía cómo ni para qué. Pero una cosa era segura:

Ahora tenía la oportunidad de cambiar el destino de Anastasia.

Y quizás… también el suyo.

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