Un amor que se enfrenta a problemas, desafíos, barreras. Un amor entre una bailarina y un multimillonario.
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Capítulo 3: El Juego del Destino
El día siguiente amaneció gris. La lluvia caía suavemente, golpeando las ventanas del departamento de Nia como un eco lejano, un recordatorio de que el mundo exterior no dejaba de moverse, indiferente a lo que sucediera en su vida. Ella estaba en la cocina, preparando una taza de té, y por un momento, se permitió olvidar el caos de la noche anterior. Pero, como una sombra persistente, la imagen de Ethan Sinclair volvía a su mente, esa mirada profunda que parecía leer su alma.
Desde su primer encuentro, Nia no había podido sacarlo de su cabeza. Aunque intentó ignorarlo, como si su presencia en el teatro fuera solo un desliz de destino, la realidad era que sus palabras, tan tranquilas y seguras, seguían resonando en su interior. **"No creo que este sea el último encuentro entre nosotros..."**. Esas palabras le daban vueltas en la cabeza, como si su destino estuviera entrelazado con el de él de una manera que no entendía.
Alzó la vista y observó la ciudad a través de la ventana, las luces de los edificios reflejándose en el agua de la calle. *No es posible*, pensó. *No puede ser que esté pensando en él todo el tiempo.*
A pesar de su intento por racionalizar su inquietud, Nia sabía que algo había cambiado. La intrusión de Ethan en su mundo no era algo que pudiera ignorar, por mucho que lo intentara. En su vida, las cosas siempre habían sido simples: el ballet, la disciplina, la soledad. Y sin embargo, ahora, esa simplicidad se desmoronaba, dejando espacio para algo más complejo, algo peligroso.
Un golpe en la puerta la sacó de su trance. Se levantó, con el corazón acelerado, preguntándose quién podría ser a esa hora tan temprana. Abrió la puerta y encontró a Alma, su amiga, con una expresión de entusiasmo desenfrenado.
—¡Nia, no lo vas a creer! —Alma estaba tan emocionada que apenas podía contenerse—. ¡El patrocinador está aquí! ¡Ethan Sinclair! ¡El mismísimo Ethan Sinclair! He escuchado que está buscando una nueva cara para su proyecto. ¡Estás a punto de entrar al gran mundo, amiga!
Nia se sintió como si el aire hubiera desaparecido de la habitación. **Ethan Sinclair**. El nombre la golpeó con fuerza, como un recordatorio de lo inevitable. ¿Qué hacía él aquí? ¿Por qué a ella? No podía ser casualidad. Sin embargo, antes de que pudiera formular una respuesta, Alma la empujó suavemente hacia el vestuario.
—Vamos, tienes que estar lista para impresionar. ¡Este es tu momento! —dijo Alma con una sonrisa cómplice, y antes de que Nia pudiera protestar, ya había desaparecido por el pasillo.
Nia se quedó allí, frente al espejo, observándose. Su reflejo le parecía distante, como si no fuera ella quien estaba viendo. Sus dedos tocaron ligeramente el cuello de su leotardo, la tela ajustada a su cuerpo. Respiró hondo, y por un instante se permitió sentirse vulnerable. Sabía que hoy sería diferente.
El teatro, tan familiar, parecía tener un aire de expectación esa mañana. Los bailarines estaban concentrados, pero Nia no podía dejar de sentirse observada. Sabía que Ethan estaría allí, esperándola, y no sabía si se sentía preparada para enfrentarlo.
La música comenzó a sonar, y los otros bailarines se movieron al ritmo de la coreografía. Nia se unió a ellos, pero no pudo evitar la sensación de que la danza ya no era solo suya. Algo había cambiado. Cada paso, cada pirueta, cada salto, parecía estar marcado por una fuerza externa, como si el destino la empujara hacia algo que no podía evitar.
Y entonces, allí estaba. Ethan Sinclair, de pie en la primera fila, observando con la misma intensidad que la noche anterior. Su mirada no se apartaba de ella ni un solo segundo, y Nia sintió un escalofrío recorrer su columna. A pesar de la multitud que la rodeaba, solo podía ver a Ethan. Sus ojos oscuros seguían cada uno de sus movimientos con una fascinación que la desconcertaba.
El director comenzó a dar indicaciones, pero Nia apenas podía escuchar. Cada músculo de su cuerpo respondía a la música, pero en su mente solo resonaba una pregunta: **¿Por qué estaba él aquí?**
Cuando el ensayo terminó, Nia respiró aliviada, pero no pudo relajarse. Ethan se acercó a ella con paso firme, su presencia poderosa e inconfundible. El ruido del teatro parecía desvanecerse mientras él avanzaba hacia ella, como si todo en el mundo se hubiera detenido.
—Impresionante —dijo con voz profunda, su mirada fija en ella. No hubo formalidades, no hubo sonrisa falsa. Solo esa mirada penetrante que parecía leerla por completo.
Nia no sabía si quería ser leída o no. Se sentía expuesta bajo su mirada, vulnerable de una manera que no estaba acostumbrada. Pero, al mismo tiempo, algo en su interior la empujaba a no retroceder.
—Gracias —respondió, su voz tranquila, aunque su corazón latía con fuerza. No podía permitir que él viera cuán nerviosa se sentía. Sabía que en ese momento, estaba jugando su propio juego, uno que no entendía, pero que no podía evitar.
Ethan se detuvo justo frente a ella, tan cerca que Nia pudo sentir el calor de su presencia.
—Lo que haces no es solo danza, Nia. Es algo más. Tienes el poder de tocar el alma de las personas, y me intriga saber qué más hay en ti. —Sus palabras, lejos de sonar como un cumplido, se sentían como una observación, como si estuviera analizando cada faceta de su ser.
Nia sintió una chispa de frustración. Nadie, ni siquiera ella misma, había comprendido la danza de esa manera. Para ella, era solo una forma de expresión, una manera de comunicarse sin palabras. Pero Ethan parecía ver más allá de eso. Algo en su voz, en su presencia, le decía que él esperaba algo de ella, algo que no estaba lista para ofrecer.
—No todo en la vida tiene que ser explicado —dijo Nia, con una calma que no sentía por dentro. —La danza es mi verdad. Y esa verdad no necesita justificación.
Ethan sonrió, esa sonrisa que siempre parecía sugerir que sabía más de lo que dejaba ver.
—Te entiendo. Aunque hay algo en ti que me dice que no todo es tan simple como parece.
Nia lo miró, desafiante, pero algo en su interior le decía que no podía seguir evadiéndolo. ¿Qué quería de ella? ¿Qué buscaba en su arte?
Antes de que pudiera responder, el director se acercó y los interrumpió. Ethan se apartó, pero su mirada no dejó de clavarse en ella.
—Nos veremos pronto, Nia. No tengo duda de ello. —Dijo, antes de girarse y alejarse.
Nia se quedó allí, mirando su figura desvanecerse entre la multitud. Algo había cambiado. Ya no podía negar que Ethan Sinclair había dejado una huella en su vida. Pero no sabía si estaba lista para descubrir lo que esa huella significaba. ¿Se atrevería a seguir el camino incierto que él le ofrecía? ¿O elegiría mantenerse en el mundo seguro de la danza, lejos de las sombras de un hombre como él?
La respuesta, como todo en su vida, no era tan clara como el ballet. Pero algo le decía que su destino con Ethan recién comenzaba. Y en el fondo, en algún rincón secreto de su corazón, Nia no podía evitar sentir que, tal vez, **también lo deseaba**.