Sipnosis
En la cosmopolita ciudad de Busan, tres vidas se entrelazan en un inesperado triángulo de emociones. Joon-Ho, un humilde maestro de matemáticas, lucha por equilibrar su pasión por la enseñanza con las limitaciones de su origen. Durante una conferencia, su vida da un vuelco al conocer a Han Soo-Yeon, una encantadora profesora de arte y dueña de una acogedora biblioteca. La conexión entre ellos es instantánea, aunque sus mundos parecen demasiado lejanos para unirse.
Mientras Joon-Ho intenta conquistar el corazón de Soo-Yeon, no se percata de los sentimientos de Mi-Ra, una de sus estudiantes, hija de una familia adinerada y atrapada en un amor no correspondido por su maestro. Desde hace meses, Mi-Ra guarda en secreto lo que siente, pero la creciente cercanía entre Joon-Ho y Soo-Yeon pone a prueba su paciencia y valentía.
Entre las lecciones de la vida y las barreras que impone la sociedad, "Oh, ¡Maestro! Quiéreme" explora los conflictos del amor prohibido, las
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Entre apuntes y felpa.
Mi-Ra esperaba a Joon-Ho en el amplio salón de su mansión, con la habitación perfectamente preparada para la tutoría de esa tarde. Las grandes ventanas del salón dejaban entrar la luz suave de la tarde, que se reflejaba en los muebles de lujo. Había algo en ese ambiente tan elegante que hacía que todo pareciera aún más impresionante, más exclusivo. No solo la mansión, sino también Mi-Ra misma, que no podía evitar sentirse en un mundo aparte, un lugar donde las reglas de los demás no aplicaban.
Joon-Ho llegó puntual como siempre, vistiendo su traje formal, con su porte serio y profesional. Cuando cruzó la puerta, no pudo evitar sentirse abrumado por la magnificencia del lugar. Pero a pesar de la opulencia que lo rodeaba, se mantuvo centrado, sin dejarse deslumbrar. Tenía una misión, y era asegurarse de que Mi-Ra mejorara en sus estudios, algo que de alguna forma le daba una sensación de propósito en medio de su vida llena de preocupaciones.
—¿Cómo estás, Mi-Ra? —saludó, mientras dejaba su maletín sobre una mesa cerca de la puerta.
—Todo bien, Joon-Ho —respondió ella con una sonrisa cálida, pero con algo en sus ojos que denotaba su nerviosismo, algo que ella se esforzaba por ocultar. No quería que él lo notara, no aún. La razón de su nerviosismo no era otra que la sensación de que el tiempo que pasaba con él era cada vez más especial. Pero al mismo tiempo, su objetivo seguía siendo mejorar sus calificaciones.
Mi-Ra lo guió hacia el salón donde normalmente tomaban las clases. La mesa estaba dispuesta con varios libros abiertos, hojas con ejercicios, y una tetera de porcelana blanca a juego con las tazas. No le sorprendió que, al llegar, Joon-Ho se sentara con una actitud profesional, mirando los materiales con concentración.
—Hoy vamos a repasar los últimos temas antes del examen —dijo él, sin rodeos. A pesar de lo grande y lujosa que era la mansión, su enfoque seguía siendo en las matemáticas, su materia predilecta.
Mi-Ra asintió, sintiendo una extraña mezcla de emociones al tenerlo tan cerca. Con cada explicación de Joon-Ho, sus pensamientos se disipaban, dejándola absorta en su presencia, en su voz.
A medida que avanzaba la clase, Joon-Ho no pudo evitar notar lo atenta y considerada que era Mi-Ra. Cada vez que él hacía una pausa, ella le ofrecía una taza de té recién servido, y cada vez que le preguntaba si quería algo más, lo hacía con una suavidad que no podía ignorar.
—¿Quieres más té? —preguntó ella, mientras servía otra taza para él.
—No, gracias. Estoy bien por ahora —respondió él, pero su mente comenzaba a divagar. Algo había cambiado en él desde que comenzó a trabajar con Mi-Ra. Ya no era solo una tutoría, no era solo su tarea de ayudarla a estudiar. Había algo más en la forma en que ella lo miraba, algo en sus gestos.
Mi-Ra, por su parte, se daba cuenta de lo fácil que era estar con él. Había algo en Joon-Ho que la hacía sentirse tranquila, pero al mismo tiempo, su corazón latía más rápido de lo que debería. Tenía una sensación incómoda, como si las paredes entre ellos comenzaran a desmoronarse, aunque ella intentaba mantener las cosas en su lugar, sin apresurarse.
Al terminar la clase, Joon-Ho le agradeció de nuevo por la hospitalidad.
—Gracias, Mi-Ra. Es un placer siempre trabajar contigo —dijo él, mientras recogía sus cosas y se dirigía hacia la puerta.
Mi-Ra sonrió, pero su sonrisa escondía algo más. La emoción que sentía era más fuerte que cualquier protocolo. Sabía que la relación que estaban construyendo estaba más allá de una simple tutoría. Había un cambio en el aire, una tensión que ella deseaba explorar, pero que también temía.
—Nos vemos pronto, Joon-Ho —dijo ella, deteniéndolo un momento antes de que saliera por completo.
—Sí, claro. Hasta luego —respondió él, sintiendo una ligera incomodidad ante la despedida, como si algo quedara sin decir. Algo que tal vez él no podía identificar, pero que estaba comenzando a intuir.
Los días siguientes fueron una mezcla de tutorías, estudios y momentos de silencio incómodo entre ellos. Mi-Ra trató de mantener su enfoque en las clases, pero cada vez que se encontraba con Joon-Ho, su corazón se aceleraba de una manera que no podía controlar.
Finalmente, durante una mañana en la universidad, Mi-Ra decidió dar un paso hacia adelante. Quería que él supiera que había algo más entre ellos, algo más allá de las matemáticas y las tutorías. Mientras él pasaba cerca de ella en los pasillos, Mi-Ra lo detuvo suavemente.
—Hola, Joon-Ho —dijo ella, con una ligera sonrisa.
Joon-Ho la miró, sin saber exactamente qué esperar, pero algo en la manera en que ella lo miraba lo hizo sentirse curioso.
—Hola, Mi-Ra —respondió, sin saber si había alguna razón detrás de esa interrupción.
Mi-Ra, con un gesto tranquilo, le extendió una pequeña caja envuelta en papel brillante.
—Quería darte algo —dijo con una voz suave.
Joon-Ho tomó la caja, desconcertado pero agradecido. Cuando la abrió, vio una pulsera elegante. Era de un diseño sencillo, pero con un toque de sofisticación que lo dejaba sin palabras.
—Es solo un pequeño detalle, para agradecerte por todo lo que has hecho por mí en las tutorías —explicó Mi-Ra con una sonrisa.
Joon-Ho miró la pulsera, y su mente comenzó a hacer conexiones. ¿Era esto solo un regalo? ¿O había algo más detrás de este gesto tan cuidadoso?
—Gracias, Mi-Ra —dijo él, tomando la pulsera con una mezcla de sorpresa y gratitud—. No tenías que hacerlo, pero es muy amable de tu parte.
Mi-Ra lo miró, notando cómo sus ojos brillaban al ver el regalo. Había algo en su reacción que la hizo sentir que tal vez él comenzaba a notar algo más, aunque no sabía si debía seguir adelante o retroceder.
Pasaron algunos dias, y la situación financiera de Joon-Ho empeoró. La salud de su madre se había complicado, y los gastos médicos se acumulaban. El dinero que ganaba con las tutorías adicionales se volvió crucial para mantener a flote su vida. A pesar de su creciente atracción por Mi-Ra, se encontró luchando contra la idea de seguir en ese trabajo, pero la situación lo obligaba a continuar. Su hermano se tuvo que buscar un trabajo de repartidor pero al ser menor de edad no le pagaban lo que correspondía.
La noche llegó y Mi-Ra estaba preparada. Había pasado horas pensando en cómo sería la velada con Joon-Ho. Había planeado todo al detalle: desde la cena hasta la atmósfera que crearía para acercarse a él. La ocasión perfecta se presentó cuando él llegó a su casa para una de las clases particulares.
El timbre sonó justo a la hora acordada, y Mi-Ra se apresuró a abrir la puerta. Joon estaba ahí, vestido con su acostumbrada sencillez, pero con la misma presencia que hacía que su corazón latiera más rápido.
—Buenas noches, profesor. Pase, por favor.
La sala de estudio estaba impecable. Todo dispuesto para que la clase transcurriera como de costumbre, pero Mi-Ra tenía un plan en mente. La lección comenzó con normalidad; Joon explicaba conceptos avanzados de cálculo, y Mi-Ra hacía preguntas, aunque su mente estaba más enfocada en cómo dar el siguiente paso.
Cuando finalmente terminaron, Mi-Ra dejó escapar un suspiro.
—Profesor, realmente agradezco toda la paciencia que tiene conmigo. Quiero devolverle el favor de alguna manera.
Joon sonrió con amabilidad.
—No es necesario, Mi-Ra. Es mi trabajo ayudarte a entender.
Ella negó con la cabeza, decidida.
—Insisto. ¿Qué le parece quedarse a cenar? Mi nana ha preparado una comida increíble, y sería un honor que me acompañara.
Joon pareció dudar, pero la insistencia en los ojos de Mi-Ra lo desarmó.
—Está bien, pero solo un rato.
Mi-Ra sonrió triunfante y lo condujo hacia el comedor, donde la mesa ya estaba preparada. Había una variedad de platos tradicionales: galbi, costillas marinadas y asadas; bibimbap, un tazón de arroz con vegetales, huevo y carne, acompañado de salsa gochujang; y, por supuesto, varios banchan, los pequeños acompañamientos que completaban la comida.
—Wow, esto es impresionante —comentó Joon mientras tomaba asiento.
—Espero que le guste. Es la comida que más me recuerda a mi infancia —respondió Mi-Ra mientras servía las porciones.
Soo-Jin, la nana, apareció con una botella de vino.
—Señorita Mi-Ra, yo me retiro. Disfruten la cena.
Mi-Ra agradeció a su nana y la despidió, asegurándose de que Joon y ella quedaran completamente solos.
Mientras cenaban, la conversación fluyó de manera natural. Joon hablaba de su pasión por la enseñanza, mientras Mi-Ra escuchaba atentamente, fascinada por su dedicación.
Cuando abrieron la segunda botella de vino, Mi-Ra notó que Joon se estaba relajando. Su postura rígida había dado paso a una actitud más cómoda, y eso le dio el valor para llevar la conversación a un tono más personal. Se sentaron en el gran salón donde hay una enorme pecera.
—Profesor, ¿siempre quiso ser maestro?
Él tomó un sorbo de vino antes de responder.
—No siempre. De joven, pensé en ser ingeniero, pero la enseñanza me llamó más la atención. Ayudar a otros a entender cosas complejas es gratificante.
Brindemos por el final del semestre, Joon-Ho —dijo Mi-Ra, levantando su copa con una sonrisa cálida.
Joon-Ho aceptó el brindis, con una ligera sonrisa. Nunca tendría la oportunidad de saborear un vino tan costoso.
—Por el fin del semestre —repitió él, mientras tomaba un sorbo.
La conversación continuó de manera más fluida, y las copas de vino fueron sumándose. Ambos se sentían más relajados. Era como si las barreras entre ellos comenzaran a desvanecerse. Mi-Ra, observando cómo Joon-Ho estaba completamente a gusto, decidió dar un paso más allá.
Mi-Ra lo miró fijamente, dejando la copa de vino sobre la mesita de centro.
—Debe ser difícil... dedicar tanto tiempo a los demás y olvidarse de usted mismo.
Joon arqueó una ceja, algo confundido por su comentario.
—¿A qué te refieres?
—A que parece que se preocupa tanto por los demás que se olvida de disfrutar. No lo culpo, pero... a veces creo que necesita relajarse más.
El silencio se instaló entre ellos por un momento. Joon desvió la mirada, claramente incómodo.
—Mi-Ra, no creo que sea el tema para hablar ahora.
Pero ella no estaba dispuesta a detenerse.
—¿Por qué no? Esta es mi casa, y quiero que sea honesto conmigo, no hay nadie más, solo tu y yo.
Él suspiró, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.
—Aprecio tu preocupación, pero creo que lo estás malinterpretando.
Mi-Ra sonrió, pero esta vez fue una sonrisa cargada de intención. Se inclinó un poco hacia él, sus ojos fijos en los de Joon.
—¿De verdad, profesor? Porque yo creo que usted solo tiene miedo de lo que podría pasar si se permite ser feliz.
Joon la miró fijamente, incapaz de responder. Ella estaba tan cerca que podía sentir su respiración, su perfume.
—Mi-Ra... —dijo finalmente, con un tono bajo—. Esto no está bien.
Pero Mi-Ra no retrocedió.
—No me importa si está bien o mal. Lo único que quiero es que me vea. No como su estudiante, sino como alguien que se preocupa por usted.
Sin previo aviso, se acercó a él. Sus corazones latían al mismo ritmo, y Mi-Ra, sin pensarlo más, lo besó. Fue un beso suave pero lleno de significado, algo que ambos sentían que estaba mucho más allá de una simple tutoría.