EVOCACIONES DE ARABELA

—Ya llegué —pregoné al entrar a casa. Fui directo a mi cuarto, aventé mi mochila junto con mi sudadera y me dejé caer de espaldas en el colchón.

—Ven aquí —comentó mamá al sentarse en mi cama. No noté su presencia hasta que me habló. Su caminar siempre ha sido silencioso. Levanté la cabeza para verla. Ella siguió esperando a que me sentara a su lado.

—Hoy llegaste temprano —dije extrañada al levantarme.

—Sí, tenía algo importante que hacer —miré cada una de las facciones de su rostro. Mamá me extendió un papel.

—¿Así que tu papá tenía razón? —tomé la hoja que resultó ser la nota de Rebeca.

—¡Esculcaste mi cuarto! —me levanté en un impulso.

—No hizo falta, la encontré sobre la cama.

—¿Por qué entraste aquí? ¡Es mi espacio! ¡Son mis cosas!

—Arabela, escucha.

—¡No puedes tomar las cosas que son privadas! ¡Es mi cuarto! ¡Carajo!

—¡Arabela! —advirtió papá desde la cocina—. ¡Ese tono!

—¡Está bien, Amor, solo estamos hablando! — le respondió mamá.

¿Amor? ¿hablar? Si tan solo ese papelito le hubiera llegado. ¿Por qué se le tuvo que caer a Jessica?

—Calma —dijo mamá con actitud pasible desde su lugar —No vine a pelear. ¿Te di a entender eso cuando entré?

Negué con la cabeza.

—¿Entonces?

Respiré y me tranquilicé.

—Lo siento, pero tú misma me has dicho que yo merezco privacidad y tú la estás corrompiendo.

—Entiendo lo que quieres decir —mamá extendió su mano para invitarme a tomar asiento de nuevo. Lo hice un poco molesta.

—Te voy a preguntar algo y quiero que seas sincera —No le quite la vista de encima—. ¿Dormiste con Rebeca?

—Estuviste aquí cuando se quedó —Mamá suspiró mirando hacia mi escritorio—. Quiero decir, ¿tuviste intimidad con ella?

Un remolino de incomodidad atacó mi cara.

—¿Por qué me preguntas eso? No quiero hablar de mi vida sexual contigo.

—Arabela...

—Estoy tratando de ser respetada, justo como me enseñaste.

—Y yo estoy tratando de cuidar a mi hija.

—¿Cuidar? ¿Por qué me tendrías que cuidar? Rebeca es una mujer, yo soy mujer, ¿te suena? No babys. Eso es lo que a ti y a papá siempre les ha preocupado de mí y de Liliana, por eso ella se fue. No la dejaban ser libre.

—Esa no fue la razón que llevó a tu hermana a dejar la casa —puso su dedo índice y pulgar en el entrecejo y agachó un poco la cabeza—. En este momento no vine a hablar de ella.

—Ah, ¿no? Y ¿por qué a mí sí me quieres hacer hablar de un tema que no quiero? Eso es injusto. Ya te dije que no puedo quedar embarazada.

—No me preocupa solo eso.

—Mamá, tu trabajo de enfermera te hace ponerte muy paranoica.

—Solo quiero que me tengas confianza. Siempre te he enseñado a no ver esos temas como tabú. Eres muy importante para mí —me dio un abrazo y sostuvo mi cabeza en su pecho mientras lo hacía.

—No lo hicimos y no creo que eso pase —dije en voz baja.

Mamá se separó.

—Ella se enojó conmigo y quizá después de lo que pasó ya no tengas que preocuparte por mi vida sexual. Lo arruiné ¿Feliz?

—Arabela, no quiero controlarte, sé que ya no eres una niña y entiendo que en algún momento pasará. Quiero que estés informada sobre las enfermedades que puedes contraer si tú y tu novia no son sinceras.

¿Novia? Por favor no digas esa palabra. Duele mucho.

—¿A qué te refieres? Ya te dije que no lo hemos hecho y ya no pasará. Esta explicación es en vano.

—¿Sabes si Rebeca ha estado con otras personas? —La miré con frialdad.

—No voy a responder eso.

—Bueno, sé que sabes la respuesta y por cómo arrugaste el entrecejo doy por hecho que es afirmativa.

—¿Cómo estás tan segura? —crucé los brazos.

—Eres mi hija, reconozco muchas de tus reacciones corporales —mamá volvió a exhalar y tomó mis manos—. Sabes que existen las ETS, ¿cierto? —Moví la cabeza arriba y abajo—. Hay una prueba.

—¿Qué?

—Arabela, escucha. Esa prueba se la puede hacer cualquiera que ha estado con varias personas para saber si se han contagiado de algo.

—¿Y yo qué quieres que haga? —la verdad es que sí sabía.

—Quiero que estés bien, Ari. Si quisieras estar con alguien, por favor considera pedirle esa prueba, más si sabes que ha estado con otras personas. Es por tu salud.

—¿Terminaste? —mamá ladeó la cabeza con el agotamiento reflejado en sus ojeras—. ¿Al menos escuchaste la mitad de lo que dije?

—Sí —remilgué—. ¿Puedes dejarme un rato? Estoy cansada de tanta escuela.

Mamá me miró meticulosamente el rostro, las manos, los pies, luego se levantó.

—Solo un rato porque le tienes que ayudar a tu papá a hacer la cena —informó antes de dejarme sola. Me dejé caer una vez más sobre la cama.

"Prueba de enfermedades", no sonaba nada lindo. No me imaginaba llegar con alguien y decirle: hola ¿quieres ser mi novia?, lo único que tienes que hacer es hacerte una prueba de ETS, porque estoy cuidando mi salud, a mamá no le gustaría verme enferma y no quiero resfriarme o algo así. Como si mi personalidad no fuera lo bastante aburrida ya, todavía tenía que pedir análisis médicos. El día que quiera ser rechazada aún más, comenzaré por ahí.

Empujé la almohada hacia la cabecera tratando de alcanzarla. Me quedaré sola. Tomé la almohada y la puse en mi cara.

De cualquier forma la chava que me interesaba desapareció, ni siquiera pude explicarle, ni siquiera sé si yo tendré que hacer todo el trabajo de Álgebra, ni siquiera somos nada. ¿Por qué me preocuparía por una estúpida prueba?