¿Cómo inició? como para terminar de este modo. Frente al Archiduque Maximilian yacía la mujer que creyó muerta.
Aquella dama que todo el mundo creyó muerta. Pero ante la conmoción de todos en aquel banquete Imperial, la voz del principe heredero que no ocultaba su molestia frente a la situación resonó en todo el salón.
«¡¿Cómo te atreves?!»
Él era un hombre que estuvo en la guerra desde hace 15 años, pero lo que los sorprendía no era la cara del principe heredero lleno de un aura asesina, sino el niño pequeño que traía en sus brazos, uno que tenía su mismo cabello blanco.
Y para Maximilian la cara de la dama no era lo que él conocía.
Ella no podía ser Jadella, ella no podría ser su difunta esposa, ella no podía serlo, por qué la Jadella que él conocía... jamás lo miraría con tanto desprecio.
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VINO
La desaparición de Jadella fue algo que corría de boca en boca en los nobles de alto estatus que empezaron a criticar el porque la perfecta mujer habría desaparecería así derrepente.
Se supone que la boda con el Archiduque Maximilian fue como un cuento de hadas y se crearon muchas posibles versiones de la historia.
Mientras tanto Jadella estaba en la cabaña del Norte en los territorios de los Reiban.
Una cabaña de apenas un piso cubierta la mayor parte del año de nieve ya que era una propiedad cercana a las montañas nevadas, pero estaba muy alejada de la guerra y era sumamente oculta, así que no era fácil de encontrar.
Además, debido a lo difícil que era mantener esa cabaña, no existía ningún sirviente allí, pero Jadella agradecía que hubiera una gran cantidad de leña seca en el almacén, más que comida congelada.
Jadella estaba allí por una semana y la decepción de que su esposo no llegara a ella fue una respuesta total para ella que tenía un par de documentos de divorcio sobre la mesa redonda de la chimenea.
En aquella cabaña miró el almacén y casi ya no quedaba comida.
«tendré que ir al pueblo por provisiones o moriré...»
Sus ojos ya no tenían el brillo de vida que antes poseía, simplemente no tenía fuerzas para seguir ya que no tenía mucho por lo cual vivir, tal vez sería su madre, pero estaba segura que la Duquesa Horteira estaba muy bien.
«tal vez eso quería Maximilian, ¿Querías que desapareciera?» [¿Para que te deje en paz?]
Se quitó el anillo de casada y la puso sobre las hojas de divorcio.
«primero voy a por comida»
Se cambió de ropa a una más abrigadora, no eran exactamente de su talla, pero era lo que mejor tenía para soportar el clima, puso en su bolso una botella de vino por si hacía demasiado frío.
El pueblo más cercano estaba a 5 horas a pie y ahora mismo Jadella no tenía otro lugar a dónde ir para abastecerse y en estos momentos, incluso se le hacía difícil ir, en este punto sentía que no tenía sentido seguir luchando.
No tuvo una buena infancia en el Ducado Horteira y era fácil llegar a la conclusión de que la odiaban, incluso su madre no era exactamente buena con ella, pero de vez en cuando mostraba preocupación.
Fue educada para ser la perfecta esposa de Maximilian Reiban, los profesores le golpeaban las muñecas y los tobillos hasta sangrar cada vez que fallaba, pero soportó todo eso por que su esposo sería Maximilian.
Cuando se casó por fin pudo salir de aquella fría y asfixiante mansión en dónde su padre solo esperaba el dinero del Duque Reiban por entregar a su hija menor.
No fue diferente a venderla, pero no estaba molesta, sería la esposa de Maximilian, eso era todo lo que le importaba porque lo amaba.
El que trajera a una mujer desconocida, el que le haya dado los deberes que a ella le correspondía le dolía, que la haya dejado y que haya tratado de encerrarla le hizo heridas, el que le mintiera una y otra vez y que esperara palabras que nunca llegarían hicieron más grande sus heridas pues eso le daba a entender que Maximilian no confiaba en ella.
No confiaba para nada.
Y lo que hizo una cicatriz fue que Maximilian no viniera por ella en persona a pesar que Yair había escrito en su carta que fue atacada por asesinos.
¿Le preocupaba su existencia siquiera?
Quería pensar que tal vez hubiera una razón, pero esas palabras ya no resonaban en su mente, mucho menos en su corazón que se sentía profundamente herido.
Maximilian era lo único que le quedaba de familia y ahora sentía que eso también estaba perdiendo brillo, tal y como el cuadro de bodas en el pasillo.
Ya era las 4 de la tarde cuando Jadella salió de la pequeña tienda de víveres con su bolso lleno de carne y verdura congelada.
La señora que atendía la despidió con una sonrisa.
«qué tenga buena tarde, tenga cuidado al volver»
«gracias»
Jadella soltó un cálido aliento antes de empezar su regreso a la cabaña, no tenía prisa incluso al saber que la noche caería sobre ella, ya no tenía sentido de supervivencia o lucha, era como un cuerpo vacío que sólo decía: lo que venga tendrá que venir.
Caminó por la gruesa nieve, levantaba alto las piernas para poder andar, era realmente agotador. Nunca había hecho tanto sobreesfuerzo en medio de la nieve y poco oxígeno, una semana no bastaba para acostumbrarse totalmente.
Descansaba de vez en cuando y continuaba. Cubrió su cara y su largo cabello la ayudaba a mantener su temperatura. Su mente estaba en blanco en esas 4 horas de caminata hasta oir...
¡¡AAAUUUUUUU!!
«¡!»
Los lobos aullaron uno tras otro haciendo que la fría piel de Jadella se erizara con un muy mal presentimiento, aunque era de esperarse lobos por ahí, dejando de lado la zona que era su hábitat natural todo estaba ya oscuro, era de noche, momento de cazar.
Las manadas buscaban comida.
Como un instinto, el cuerpo de Jadella empezó a moverse más de prisa a su cabaña, estaba más cerca a la cabaña que al pequeño pueblo. Aún le quedaba una hora de camino.
Caminaba porque correr se le volvió imposible.
Ella no dejó de caminar por mucho que su cuerpo le gritaba descansar ya que no estaba acostumbrada a ese tipo de clima y territorio.
«¡!» [maldición]
Grrr...
Los brillantes ojos de los lobos se notaban incluso con leve nieve que había empezado a caer, si no fuera por los ojos azules Jadella no los hubiera podido identificar ya que el pelaje blanco se mezclaba con la nieve.
Un aliento cálido salió de sus labios y se resignó a su destino muy fácilmente.
Cerró los ojos con terror esperando ser la cena de la manada, sintió los colmillos de varios lobos tirar de su ropa, pero...
«¿Eh?, ¿Qué están haciendo?»
Los lobos sólo tiraban de su ropa con algo de fuerza, pero sin lastimarla.
Grrr.
Los cuatro lobos la soltaron, dieron una vuelta en círculo y señalaron con su hocico a la izquierda de Jadella para finalizar con el clásico sonido de súplica de algún can.
«¿Quieres... que los siga?»
Los 4 lobos volvieron a jalar de su ropa para la izquierda.
[¿Acaso son los lobos de alguie- ¡¡!!]
Jadella sólo pensó en alguien que tenía lobos blancos de mascota, aquel hombre desconocido que la salvó.
Sus ojos apagados cobraron vida pensando en él.
«está bien, iré, iré»
Los lobos parecían entender y movieron la cola guiando a Jadella a paso lento, la ayudaban a caminar y levantarse cada vez que se caía por lo rápido que trataba de ir.
Jadella ni siquiera se preguntó que tan lejos la llevaban, sólo los seguía por que sólo pensaba en aquel chico, si ella no le devolvía el favor, no se lo perdonaría.
Tardó una hora y media en llegar a dónde sea que la hubieran llevado, cuando llegó otro par de lobos la alcanzaron, ahora eran 6 lobos que hicieron aquel sonido de súplica para guiarla a una roca en dónde estaba un cuerpo cubierto por nieve debido al clima.
«es...»
Uno de los lobos lamio la cara de la figura y Jadella dilató sus pupilas al reconocerlo.
[¡Si es él!]
Corrió hacía él y tocó sus mejillas completamente azul debido al frío al que estaba sometido y suspiró de alivio al sentir su débil respiración.
«... menos mal. Tranquilo, te sacaré, te lo prometo» [no está tan congelado, seguro que los lobos no lo dejaron solo]
Buscó en su bolso la botella de vino y la abrió.
[me alegra siempre llevar esto conmigo]
Se sonrojó al pensar en lo que haría, pero bebió una cantidad considerable de vino y no lo pensó demasiado para besar al desconocido y obligarlo a tragar el vino.
[El alcohol ayudará a despertarlo y podré... ayudarlo mejor]
Lo besó una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho veces antes que el hombre abriera los ojos y la viera justamente cuando sus labios estaban juntos.
Él tragó el alcohol y sus labios se separaron para finalmente mirarse en aquel caótico ambiente.
Fue un instante que para ellos pasó muy lento hasta que Jadella preguntó:
«¿Puedes caminar?»
El hombre reaccionó y pensó en su situación contestando:
«...eso creo, estoy herido»
«¡¿Qué?!»