Arenas De Pasión

—¿Quién eres y qué haces aquí? —preguntó uno de los guardias, su voz dura y desconfiada.

Aisha, con la garganta seca y apenas capaz de hablar, solo pudo murmurar:

—Necesito ayuda... mi caballo... me abandonó... ¿ Este es el campamento del príncipe Kalen?

Los guardias intercambiaron miradas y sometieron al extraño. Kalen al oír ruidos afuera de la tienda de campaña, se puso de pie. Sus dos guardias que se.encontraban en la puerta de la tienda se acercaron.

— Su Alteza es un extraño

Esos hombres llevaban cuidandolo desde que era un niño, a lo largo de la vida habia ido cambiando, primero sus abuelos luego sus hijos y por último ellos, habian trabajado por generaciones para du familia.

 Pero lo que más le conmovió fue que Tariq se pusiera delante de él para protegerlo porque su fiel consejero no era una persona fuerte físicamente, ya era un hombre mayor.

Kalen lo apartó con firmeza, pero con amabilidad.

–¡Vete! –le dijo Tariq –. Podría ser el ataque que estábamos temiendo. Vio que Altair hijo de Tariq tenía agarrada el arma y, un segundo después, apareció un muchacho delgado al que tenían agarrado dos de sus hombres. –Si pretendieran atentar contra mi vida, se lo habrían encargado a alguien más fuerte, parece un pichón dijo Kalen mofandose.

Aisha sintió una mezcla de alivio y terror. Sabía que estaba en el campamento de alguien poderoso, y resaba para que fuera el campamento de Kalen.

Kalen la observó con curiosidad y desconfianza.

—¿Quién eres y por qué vienes a mi campamento? —preguntó, su voz firme pero curiosa.

Aisha, reuniendo la poca energía que le quedaba, respondió:

— Solo hablaré con el líder del campamento, con Kalen Al-Halabi.

Kalen les hizo un gesto para que acercaran al muchacho. Le habían atado las manos por lo que, en cuanto lo soltaron, el joven cayó de rodillas. Kalen se fijó en que la túnica le quedaba enorme.

–Soy el lider del campamento –le dijo Altair , que rara vez pasaba sobre Kalen.

– Tengo que hablar en persona con él –murmuró en voz tan baja que apenas se le oía–. Y tiene que ser a solas porque solo hablare con él, Altair resopló, molesto.

—Más te vale no acercarte a él y mucho menos quedarte a solas porque te comería vivo.

–No importa lo que me haga siempre y cuando escuche lo que tengo que decirle. Llévenme con él, por favor.

El muchacho no levantó la cabeza en ningún momento, pero hubo algo en su postura, en sus hombros estrechos, que atrajo la atención de Kalen. Dio un paso adelante.

—¿No te da miedo? Hubo una breve pausa. –Claro que tengo miedo, pero no de Kalen Al-Halabi

–Entonces tienes mucho que aprender –le advirtió el guardia al tiempo que lo ponía en pie–. Pasará la noche encerrado y lo interrogaremos de nuevo por la mañana.

—¡No! –el muchacho forcejeó con el guardia–. Por la mañana será demasiado tarde. Tengo que hablar con él ahora, por favor. Durham depende de ello.

— Llevenlo a mi tienda dijo Kalen.

— Te has vuelto loco podría ser una trampa dijo Altair. — Lo siento Alteza, sé que me excedí, pero…

Kalen puso una mano sobre el hombro de Altair. — No te disculpes, tu amor y lealtad me conmueve. Pero dudo que Aisha Al-Hakim sea un peligro para mí.

— ¿ Es la Princesa?.

—Lo es respondió Kalen

— Puede ser una trampa, exclamó Altair.

— Lo sé todos atentos de aquí no salen vivos.

–despidió a los guardias con un gesto y entró a su tienda.

El muchacho estaba en el rincón más alejado de la puerta.

Kalen la observó unos segundos, después se aproximó a ella y cortó la cuerda que le ataba las muñecas.

–De pie, ordeno Kalen. La vio intentarlo, pero parecía incapaz de hacerlo.

–Me duelen las piernas de montar y me he hecho daño en un tobillo al caer.

—Dime a qué has venido.

–Solo hablaré con Kalen Al-Halabi, con nadie más.

–Entonces habla –le ordenó y la joven levantó la cabeza con asombro.

–¿Es usted? –le preguntó, con los ojos abiertos de par en par y el rostro tapado prácticamente por completo.

—Soy yo el que hace las preguntas –respondió Kalen, dejando el cuchillo sobre la mesa y se quito lo que le cubria el rostro –. Lo primero que quiero saber es qué hace una mujer rondando mi campamento en mitad de la noche. ¿Cómo se le ocurre meterse en la guarida de la bestia, Princesa Al-Hakim?

Aisha estaba sufriendo una verdadera agonía. Tanto física que le provocaba el dolor provocado por la caída y la emocional de saber que su hermana estaba perdida y sola en la inmensidad del desierto, a merced de Faisal.

Al mirar aquellos fríos ojos ambar, comprendió de pronto el significado de la expresión el mal menor.

Faisal era malo para ella y para su hermana, y aquel hombre podia ser igual o peor. Tenía cuerpo de guerrero; hombros anchos y fuertes y, aunque Aisha sabía que llevaba huyendo por meses no era la imagen de un hombre destrozado y vulnerable, sino la de alguien fuerte, al menos por fuera, la de un hombre con la autoridad y la seguridad en sí mismo de aquellos que habían nacido para dirigir el mundo. Era justo lo que Aisha había imaginado, pero aun así la intimidaba.

–¿Supo quién era desde el principio?.

–A los cinco segundos de verla. Tiene un rostro inconfundible, Su Alteza…