Novela finalizada. Escribo con amor, por lo que espero lo mismo de ustedes.
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Cap 24
2/3
Su confesión no me toma por sorpresa; sabía que este momento llegaría, que tendría que enfrentar las consecuencias de mis decisiones. Por eso casi huí de Grecia, consciente de lo que me esperaba. Sin embargo, asiento con firmeza cuando confirma el sexo de nuestra hija, intentando mantener la calma que me queda.
—No soy como ustedes, Derek. Y hoy supe que es una niña, cuando el doctor vino a revisarme después de que tu madre me golpeara. —Mi voz es controlada, pero las palabras cargan un peso que no puedo evitar.
Derek asiente, su expresión se torna más suave, como si lo que acabara de decir hubiera tocado una fibra sensible en él.
—Lo sé, sé que no eres como nosotros, aunque me hayas mentido antes y ahora, tu corazón siempre fue transparente. —Hace una pausa, y veo cómo su mirada se oscurece por un momento antes de proseguir—. ¿Cuándo te mudarás aquí? Puedo conseguirte un buen lugar y…
Frunzo el ceño al escuchar su propuesta. Sus palabras me desconciertan, y la molestia se refleja en mis gestos, algo que él no tarda en notar. Mis pensamientos se atropellan mientras intento comprender a qué se refiere con "mentir".
—¿En qué te mentí y te estoy mintiendo ahora? —Pregunto, confusión y una chispa de irritación se mezclan en mi tono.
Derek sonríe, pero es una sonrisa que apenas llega a formarse, más una sombra de lo que podría ser.
—Nunca me dijiste quién eras antes de casarnos. —Su voz es un susurro lleno de reproche—. Y la noche que pasamos juntos antes de divorciarnos, no dejabas de decirme que me amabas. Hicimos el amor toda la noche hasta que terminamos agotados. No puedo creer que ya no sientas nada por mí, que en ese momento, hace apenas unos meses, ya no sentías lo mismo, Sam. Me estás mintiendo, pero no pasa nada. —Sus ojos se nublan con una tristeza profunda, un dolor que parece haberle acompañado durante todo este tiempo—. Te perdí por imbécil y ahora tengo que vivir con eso. Pero no las dejaré nunca, no pienso rendirme.
El silencio que sigue a su declaración es pesado, lleno de las palabras no dichas y los sentimientos reprimidos. Miro a Derek, y veo en él al hombre que una vez amé con todo mi ser, pero también veo al hombre que me rompió en mil pedazos. Su insistencia en no rendirse, en mantenernos en su vida, me llena de una mezcla de compasión y frustración. No sé si él es consciente de que, al aferrarse a lo que una vez tuvimos, está obstaculizando su propio camino hacia la paz, y también el mío.
—No me mudaré aquí, Derek. Me establecí en Londres y no pienso volver. Cuando la bebé nazca, nos pondremos de acuerdo para que la veas tantas veces como quieras. También quiero que crezca cerca de su padre y que se cree ese hermoso vínculo de padre e hija.
Las palabras salen con firmeza, aunque siento una punzada en el corazón al ver cómo se tensan sus facciones. Derek me mira con una mezcla de incredulidad y dolor, y por un breve momento, puedo ver al hombre que alguna vez fue mi todo.
—No me parece justo, Samy. —Su voz suena más baja, casi suplicante—. Vives en otro continente, y no podré verla tanto como quiero. Deberías ser más equitativa.
El enojo se dispara en mí como un relámpago. ¿Ahora me habla de justicia? ¿Dónde quedó la equidad cuando mi vida se hizo pedazos mientras él seguía adelante sin mirar atrás?
—¿Equitativa? —La palabra sale como un susurro helado, cargada de resentimiento—. ¿Y qué hay de mi trabajo, de mis empresas, de todas las responsabilidades que cargo? —Mis ojos se entrecierran mientras lo observo, dejando que cada palabra le cale hondo.
Derek no responde, pero veo cómo traga saliva, su garganta trabajando mientras trata de mantener la compostura. Es evidente que no esperaba mi reacción, pero no estoy dispuesta a ceder terreno.
—Puedes viajar todos los fines de semana, los días festivos... o pedirle permiso a Margaret para que puedas viajar. —Lanzo la última frase como una daga, clavando la espina en la herida abierta, a propósito, con la certeza de que dolerá.
El nombre de Margaret parece paralizarlo por un instante, su mirada se endurece, y veo cómo sus manos se cierran en puños. Pero no dice nada. Se queda en silencio, asimilando mis palabras, mientras la tensión entre nosotros crece, llenando el despacho con un aire casi irrespirable.
—No me mudaré aquí, Derek. Me establecí en Londres y no pienso volver. Cuando la bebé nazca, nos pondremos de acuerdo para que la veas tantas veces como quieras. También quiero que crezca cerca de su padre y que se cree ese hermoso vínculo de padre e hija.
Las palabras salen con firmeza, aunque siento una punzada en el corazón al ver cómo se tensan sus facciones. Derek me mira con una mezcla de incredulidad y dolor, y por un breve momento, puedo ver al hombre que alguna vez fue mi todo.
—No me parece justo, Samy. —Su voz suena más baja, casi suplicante—. Vives en otro continente, y no podré verla tanto como quiero. Deberías ser más equitativa.
El enojo se dispara en mí como un relámpago. ¿Ahora me habla de justicia? ¿Dónde quedó la equidad cuando mi vida se hizo pedazos mientras él seguía adelante sin mirar atrás?
—¿Equitativa? —La palabra sale como un susurro helado, cargada de resentimiento—. ¿Y qué hay de mi trabajo, de mis empresas, de todas las responsabilidades que cargo? —Mis ojos se entrecierran mientras lo observo, dejando que cada palabra le cale hondo.
Derek no responde, pero veo cómo traga saliva, su garganta trabajando mientras trata de mantener la compostura. Es evidente que no esperaba mi reacción, pero no estoy dispuesta a ceder terreno.
—Puedes viajar todos los fines de semana, los días festivos... o pedirle permiso a Margaret para que puedas viajar. —Lanzo la última frase como una daga, clavando la espina en la herida abierta, a propósito, con la certeza de que dolerá.
El nombre de Margaret parece paralizarlo por un instante, su mirada se endurece, y veo cómo sus manos se cierran en puños. Pero no dice nada. Se queda en silencio, asimilando mis palabras, mientras la tensión entre nosotros crece, llenando el despacho con un aire casi irrespirable.
—Tenemos un problema, Samy. —La voz de Derek es firme, dura, pero controlada. No necesita elevar el tono para hacerme entender que está hablando en serio. Su mirada, que antes reflejaba una mezcla de dolor y arrepentimiento, ahora se ensombrece con una determinación que no había visto en él en mucho tiempo. Sus ojos, usualmente cálidos, ahora son pozos oscuros de resolución, y el aire en la sala parece volverse más denso, casi asfixiante. Puedo sentir cómo mis propios nervios se tensan, anticipando el conflicto que está a punto de estallar.
—¿De qué hablas, Derek? —Mi voz sale más baja de lo que esperaba, pero no muestro debilidad, no ante él.
—Porque no voy a dejar que te lleves a mi hija lejos de mí. —Su tono es más frío de lo habitual, y su postura es la de un hombre que no está dispuesto a ceder terreno. Se inclina un poco hacia adelante, apoyando las manos sobre sus rodillas, como si estuviera listo para levantarse en cualquier momento, para actuar si es necesario. —Tienes dos opciones: una, te quedas en este país, evitamos un problema legal que nos cansará a ambos y vivimos en armonía…
El silencio que sigue a sus palabras es insoportable, y una sensación de ira empieza a burbujear en mi interior. ¿En serio me está diciendo esto ahora? Mi mente grita que la paz entre nosotros dos nunca iba a durar, y aquí está la prueba.
—¿O qué? —replico, con un tono que apenas contiene mi frustración. —Te dije claramente que no me puedo quedar aquí, no voy a cambiar mi vida ni reestructurar mi carrera solo porque a ti te da la gana. —Mi voz se quiebra ligeramente, pero no retrocedo. —¿Quieres una batalla legal para quitarme a mi hija? ¿Eso es lo que realmente quieres, Derek?
Él se queda en silencio por un segundo, como si mis palabras lo hubieran golpeado, pero pronto recobra la compostura. Sus ojos, que parecían un poco más suaves por un instante, vuelven a endurecerse.
—La segunda opción es que me mude contigo a Londres. —Su propuesta me toma por sorpresa, pero no es tanto la idea lo que me molesta, sino el tono en el que lo dice, casi como si estuviera dándome un ultimátum. —Cuidaré de que lleves una vida saludable y seré parte del embarazo de nuestra hija.
Sé que lo que está proponiendo es, en realidad, una forma de control, un chantaje emocional para asegurarse de que no pueda alejarme de él. Y la sola idea de tenerlo cerca, invadiendo mi espacio, interfiriendo en mi relación con Klaus, me pone furiosa.
—Esto no es más que un chantaje, Derek, y lo sabes. —mis palabras son duras, pero honestas. No puedo permitir que utilice mi embarazo para sus propios fines. —Sé que si te mudas a Londres, mi vida será un caos. No solo por ti, sino por Klaus, se lo que intentas hacer, te conozco.
Derek me mira, y por un momento, parece que va a replicar, pero en lugar de eso, se queda en silencio, evaluando la situación. La tensión en la sala es palpable, como si estuviéramos en el borde de un precipicio, y cualquiera de nosotros pudiera dar el paso final hacia el abismo.
Derek se pone de pie, acomodándose la ropa con una calma que contrasta con la tormenta de emociones que acaba de desatar.
—Tú eliges, mi amor. Y con respecto a mi madre, puedes quedarte tranquila. —Su tono es firme, pero hay una extraña serenidad en sus palabras, como si hubiera tomado una decisión inamovible. —La mandé al diablo. Le permití muchas cosas, dejé que me convenciera de hacer lo que ella quisiera, pero ya no más. Desde el momento en que vino aquí a insultarte, a golpearte, poniendo en riesgo a mi hija, tomé la decisión de dejarlo todo, las tierras, las empresas ganaderas, y mi herencia. Tú lo vales, mi futura hija lo vale, y también quiero a mi madre lejos de mi vida.
Su revelación me deja atónita. Derek y su madre siempre han tenido una relación tan estrecha, un vínculo que creía irrompible. Y ahora, que me diga que finalmente ha tomado control de su vida, me produce una mezcla de alivio y tristeza. Alivio porque, al fin, ha decidido liberarse de la manipulación que tanto daño nos hizo. Pero tristeza también, porque si hubiera puesto a su madre en su lugar hace tres años y medio, nuestra historia sería muy diferente.
Sin embargo, no vale la pena llorar por la leche derramada. Lo que fue, fue, y ahora sólo queda mirar hacia adelante. Pero no puedo evitar sentir una punzada en el corazón al pensar en lo que pudo haber sido.
—Londres es grande, no me importa si te mudas, lo que no permitiré es que interfieras en mi vida personal. ¿Está claro? No me interesa pelear con abogados, al menos no contigo. Pero lo de tu madre, me lo cobraré, y con creces.
Derek asiente con una expresión de victoria.
—Por supuesto, mi amor, está claro. Pero yo te dije que no me rendiré. Ese hombre no parece un mal tipo, y no soy estúpido, sé que has cambiado, sientes cosas por él. Pero bueno, Londres será mi hogar también. —Hace una pequeña pausa, con un tono que parece más calculador que herido. — Con mi madre, haz lo que quieras; lo merece.
Sus palabras me sacuden, un peso de culpa y desasosiego se asienta en mi pecho. No puedo evitar preguntarme qué pasará en el futuro.
—¿Qué pasará cuando me case con Klaus? ¿Qué pasará si decido mudarme a Grecia? ¿También te mudarás? ¿Me seguirás a donde quiera que vaya? En algún momento tendrás que rehacer tu vida, Derek. Sigue adelante, no te atasques. También tienes derecho a ser feliz, a estar con una mujer que te ame realmente y que sea recíproco tu amor por ella tambien.
La mención de Klaus hace que su mirada se oscurezca, y la tristeza se mezcla con un rastro de celos en sus ojos.
—Cariño, si no es contigo, no quiero nada. Nunca he querido a otra mujer que no seas tú. —Sus palabras son un eco de dolor y amor, y sus ojos reflejan la misma tristeza que hace rato. — Iré a donde vayas. ¿Te irás en unos días o inmediatamente después de que lleguemos a un acuerdo?
Derek sonríe con una confianza que roza la victoria.
—Después de arreglar mis asuntos con tu madre. Además, mi suegra también ha iniciado una demanda en contra. Nos quedaremos aquí hasta que resolvamos todo, después me iré. No puedo demorar más que eso.
—Está bien, cariño, nos mantendremos en contacto.
Derek hace un intento de acercarse a mí, pero se detiene a medio camino. Su sonrisa, genuina y enseñándome los hoyuelos de sus mejillas que antes me fascinaban, es un intento de suavizar la tensión, de cerrar esta conversación con un gesto de despedida. Se pasa las manos por el cabello rubio, una señal de resignación y aceptación, antes de marcharse.
Me quedo sola, envuelta en un lio de pensamientos y emociones encontradas. Solo puedo esperar que, por el bien de nuestra hija, haya tomado la decisión correcta. Mi vida ha cambiado de forma irrevocable; mi pareja es una persona maravillosa, y Derek estará presente solo por nuestra pequeña que está en camino.
Mañana el 3/3....
viciosas... besos!
Jess