Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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LA VERDAD SALE A LUZ
ADRIÁN JONES
Toda la noche la pasé pensando en Yara. En sus besos. Ella me gusta y mucho, pero que le puedo ofrecer en mi condición. ¿Qué mujer se va a enamorar de un hombre en sillas de ruedas?
Ahora ella sabe que me gusta y posiblemente recuerde todo lo que hizo anoche.
Dormí un rato.
Antonella llegó tipo 8 a recogerme.
— Bello durmiente, es hora de irnos. Mamá preguntó por ti toda la noche, ya sabes que ella si no duermes en la casa, ella no duerme.
— Que exagerada, si estoy en la casa de mi tía.
— Si, Pero la safada le dijo que estabas con una chica. Asi que si no te llevo ya, ella viene a ver quién es esa chica. Yo te puedo apoyar en esa relación, pero mamá sabes que ella se va a negar después de lo que pasó con Mía.
— Pero si mis padres estaban alegres porque empecé a salir contigo y ella sabía por qué.
— Ya sabes cómo es ella, se alegra de que salieras de tu cueva, Pero cuando ve las cosas serias, parece Cruella de vil. Así que vámonos.
— Es ilógico. Solo por qué estoy así, me sobreprotege. Soy un hombre a pesar de todo y quiero tener una vida normal como todos.
— Si es cierto todo lo que dices, Pero recuerda tu posición. Yara como amiga está bien, Pero como novia o esposa no lo está, es pobre. Y sabes bien, como es mamá en estás cosas.
Cuando Antonella abrió la puerta, tras ella estaba Yara.
— Buenos días— Yara miraba hacia todos lados.
— ¿Cómo estás? — le pregunté.
Ella siempre que me escuchaba mi voz, se quedaba viéndome muy seria.
— Bien. Solo venía despedirme. Me voy al trabajo. Aunque ando con náuseas y dolor de cabeza.
— Que te vaya bien.
Antonella se quedó callada, observando.
— Anto, quiero hablar un minuto con ella a solas. Yo te marco en un rato.
Anto, salió del cuarto y Yara entró.
— ¿Estás bien? — le pregunté otra vez.
— Si.
— Sé que recuerdas lo de ayer. Y no le pongas mucha mente. Aunque, para mí eso significa mucho.
— No sé dé lo que hablas— se veía nerviosa.
— Si no lo recuerdas, mejor.
—¿Eres Miguel?
— ¿Quién es Miguel?— No se para qué lo negaba, si ella prácticamente lo sabía.
— Alguien que tiene el mismo timbre de voz que el tuyo.
— No lo soy. Bueno, espero verte pronto. No— tragué aire, y tomé valor— No olvides lo que pasó en tu cuarto. Eso.
YARA CORTÉZ
Adrián llamó Antonella, ella se despidió de mi y se fueron.
No me voy a complicar pensando en Adrián. Es muy guapo y todo pero, pero su voz. ¿Qué tiene su voz?
Revisé la hora de mi celular. Salí corriendo de la casa a mi cuarto para bañarme y cambiarme.
Me llamó Angie, la gerente de la tienda.
—El jefe llamó y me dio la orden de cerrar la tienda tres días, por inventario. Así que, regresas a trabajar el jueves.
— Que felicidad, bueno, no digo que felicidad no ir a trabajar sino que me siento mal de salud. Gracias Angie— era como si Dios me hubiera ayudado.
Me acosté en mi colchón.
Mi primer beso fue regalado en un juego. Pensar que ahora él habla más porque lo reté. ¿Cómo pude sentarme en sus piernas y besarlo?
Llevé la almohada a mi cara y grité avergonzadamente.
Adrián y Miguel, ¿Serán la misma persona?
Tomé el celular y le envié un mensaje al supuesto Miguel.
— Hola.
— Hola— respondió rápido.
— ¿Miguel?
— Si.
— Soy Yara.
— Lo se.
Ahora que le pasa, es cortante.
— ¿Estás bien?
— No. — él puso no.
— ¿Por qué no estás bien?
— Es un secreto.
— Te puedo llamar.
— No puedo contestar. Estoy en el banco.
— Okay. Entonces no molesto.
— Tonta, no me molestas. Gracias por escribirme.
Salí a comprar al supermercado. Pasé por la tienda Pero por la otra cera, ahí estaba el Ferrari. Angie estaba con alguien que no podía identificar.
Llamé a Angie.
—¿Puedo llegar a la tienda, es que estoy aburrida?
— No, tienes libre. El jefe está haciendo inventario y no le gusta que lo distraigan.
— Ahí está el jefe. Okey. Entonces no molesto. Llego el jueves— colgué la llamada.
Miré un buen rato más, quería ver la cara del supuesto jefe. Solo que me parecía que era Adrián. Esperé hasta que el "jefe" saliera. No me llevó ni diez minutos cuando el chófer salió del auto, y entró a la tienda. Salió con Adrián y lo ayudó a entrar al auto.
¿Adrián es mi jefe? ¿Adrián es Miguel? ¿Qué diablos está pasando?
Me crucé la calle. Golpeé la ventana del auto. El chófer bajó.
— Señorita.
— Adrián.
Salió Angie.
— Yara es un cliente. Te dije que es tu día libre.
Adrián abrió la puerta.
— Ayúdame a bajar— le dijo al chófer.
¿Qué sentía? Me sentía molesta, engañada.
— Hablemos adentro a solas.
Angie y el chófer quedaron afuera.
— ¿Tú eres mi jefe?
— Soy el dueño de la tienda.
— Entonces ya sabía que yo era tu empleada. Entonces, siempre que este auto estaba aquí era para ver si trabajaba.
— No. Solo quería verte. Estoy enamorado de ti.
— ¿Eres Miguel? También eres él. ¿Qué es todo este juego? Es acoso.
— No es acoso. Solo que te amo.
— Eres un mentiroso— me sentía molesta— no te costaba decirme que eres el dueño y que yo era tu empleada. Con razón el pago era exagerado.
— ¿De qué otra forma podría acercarme a ti?
— Con la verdad.
— Ibas a aceptarme así.
— No. No quiero tener un romance con nadie.
— Ves, nadie en su sano juicio quiere algo con un inválido.
— No digas eso, solo que no me gustas.
— Entiendo. Mil disculpas si te ofendí, jugué o simplemente quise quedarme en un perfil bajo.
— Miguel me enamoraba por mensaje, Adrián era callado y mi jefe mantenía un perfil bajo. Y sorpresa todo eras tú. ¿Cómo quieres que me sienta? Por casualidad, ¿no eres el dueño del edificio donde alquilo?
— Perdón. No quería hacerte sentir así.
— No voy a regresar a esta tienda. Busca una nueva empleada— salí de la tienda molesta.
Que le costaba mostrarse tal cual es. No había necesidad de engañarme, de montar un teatro. Iba llorando mientras caminaba.