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Deseo Danzante

Deseo Danzante

Status: Terminada
Genre:Completas / Mafia / Dominación / Equilibrio De Poder / Juego del gato y el ratón / Amor-odio / La mimada del jefe
Popularitas:132k
Nilai: 4.9
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)

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Capítulo 7

...CLARET:...

Desperté desorientada, al hallarme en una inmensa cama de sábanas blancas y la vista de la ciudad en las enormes ventanas de la habitación del hotel.

Me levanté, recordando que debía bajar al restaurante para encontrarme con mi nuevo jefe. Ese trabajo me seguía pareciendo una locura y demasiado incorrecto para mi buena moral, al menos no me estaba vendiendo por dinero, pero si fingiría ser la prometida de uno de los empresarios más importantes del país.

Marie no me lo creería, ni yo misma lo creía.

Fui al baño y me encontré con una tina en mármol bastante lujosa.

Todo ese lujo me abrumaba, desde el teléfono costoso y la reservación carísima en ese lugar, eso solo era el comienzo. Según él, iba a descontarlo, lo que me sugería que mi sueldo era una cifra que ni siquiera podía imaginar.

¿Qué haría con tanto dinero?

Me detuve frente al espejo.

Recordar esto me hizo pensar en mi madre.

Ella jamás podría disfrutar de estos lujos y eso me entristecía, me hacía pensar que era cruel acostumbrarme a ese nuevo mundo, no quería olvidar cuanto padeció y se esforzó por sacarme adelante.

Aquel trabajo hubiera sido útil cuando ella estaba en el hospital, así hubiera podido pagar el tratamiento, pero era tarde para eso.

Debía recordar siempre a mi madre y no perderme en aquel mundo de vanidades.

Decidí darme una ducha en lugar de disfrutar de la tina.

Las puertas corredizas eran de vidrio y cuando entré fruncí el ceño ante un panel de botones que no comprendía.

Apreté una.

Grité cuando el agua salió disparada de frente.

Lo volví a apretar para quitarlo, pero me confundí y el agua salió de arriba, empapando mi cuerpo.

Me tardé en encontrar el botón para apagarlo.

Después de colocarme jabón, nuevamente empezó a la batalla con esa ducha tan tecnológica.

Caminé de vuelta hacia la cama, con mi albornoz puesto.

El teléfono estaba sonando y lo tomé para contestar.

— Diga.

— ¿Por qué no contesta cuándo le marco? — Gruñó una voz bastante gruesa y varonil — Le entregué un teléfono nuevo para que contestara a tiempo.

¿Por qué era tan severo y gruñón?

— Estaba en la ducha, señor.

— Ya estoy en el restaurante, la quiero aquí en diez minutos, de lo contrario voy a marcharme.

Colgó y fruncí el ceño.

Ni siquiera me dijo donde quedaba el restaurante.

Había diez llamadas perdidas.

Me sequé el cuerpo y me vestí a prisa con la primera cosa que encontré en la valija, no hubo tiempo de secarme el cabello así que salí de la habitación con el teléfono en la mano.

Había varias personas en el ascensor cuando entré y sentí sus miradas ante mi apariencia.

Llegué al vestíbulo del lujoso hotel.

— Disculpe ¿Dónde queda el restaurante? — Pregunté a la recepcionista, faltaban dos minutos.

— Por el pasillo, doble a la derecha y allí estará — Dijo la chica, la noche anterior casi se le salen los ojos al verme junto a Cillian, allí todo el mundo lo conocía y yo no pasé desapercibida.

Corrí hacia el pasillo y doble, encontrando un bonito y fino restaurante con paredes doradas y lámparas de araña, lindas mesas decoradas con manteles blancos, gente fina y bien vestida comiendo.

Me aproximé hacia el hombre de las reservaciones.

— Disculpe, Cillian Leroy está esperando y...

— ¿Quién es usted? — Me interrumpió.

— Soy Claret Dubois, tengo una cita con él y no puedo retrasarme más.

Me evaluó de pies a cabeza — Si, aquí está la reservación con una mujer de nombre Claret Dubois, pero sin una identificación que corrobore que usted es Claret Dubois no puedo dejarla pasar.

Mi identificación, la olvidé en la habitación.

— Yo soy Claret Dubois, estoy alojada, en la habitación ciento cuarenta y tres del hotel.

— Lo siento, pero tendrá que mostrarme una identificación si quiere que pase.

Retrocedí y marqué el número del señor.

— ¿Dónde rayos está? — Parecía de muy mal humor.

— Estoy en la entrada, pero no me dejan pasar sin identificación.

Colgó y volví a fruncir el ceño.

— Ya va ver.

— Señorita, no me haga perder tiempo, una chica como usted no debería estar inventando estupideces para entrar al restaurante, váyase, antes de que moleste a los clientes.

— No estoy inventando nada — Me crucé de brazos, enojada.

— Nadie creería que Cillian Leroy citaría a una mujer de tan baja alcurnia —Se burló de mí, dándome una mirada despectiva.

— Fíjese que sí, mejor déjeme pasar.

Si perdía mi trabajo por culpa de ese empleado con aires de estirado le iba romper el hocico antes de marcharme.

— Voy a llamar a seguridad — Hizo ademán de tomar el teléfono.

Una mano se posó firmemente en el teléfono.

Elevé mi mirada.

El señor Leroy tenía la mandíbula apretada, sus ojos intimidante se clavaron en el hombre, quien perdió su postura erguida y su expresión desafiante.

— Señor... Señor...

— Llama a seguridad y mañana no estará aquí — Amenazó con un tono sutil — Fui claro con mi demanda, la señorita Claret debía ser guiada hacia mi mesa.

El hombre retiró la mano del teléfono.

— No quise ofender — Dijo, de forma dócil y con vergüenza — Solo estaba siguiendo el protocolo.

— Un protocolo del cual iba a abusar.

— Lo siento, lo siento tanto — Suplicó e incluso me evaluó — Puede pasar señorita, disculpe las molestias causadas.

— Espero que no vuelva a repetirse — Gruñó el jefe.

— No, señor, no volverá a pasar.

El señor Cillian me hizo gesto y lo seguí por el restaurante, hacia un área privada más solitaria, se detuvo frente a una de las mesas con vista hacia el río.

Estaba vestido con su típica ropa casual, con una camisa mangas largas, negra, de botones en el torso y jeans de tono oscuro.

— Tome asiento.

Mis nervios volvieron a hacer de las suyas cuando me senté en la silla que apartó para mí.

La arrastró cuando estuve frente a la mesa y me senté.

Él tomó asiento frente a mí.

Hizo un gesto hacia el mesero, este entregó dos cartas de desayunos y se marchó.

— Pida lo que quiera — Dijo, pero no abrí la carta.

— ¿No le preocupa que nos vean juntos?

Siempre había alguien observando hacia nosotros y murmurando, eso me incomodaba más, nunca fui el centro de atención de nada.

Al menos allí solo estábamos nosotros, seguramente él reservó toda el área para mayor privacidad, aunque eso tenía mis manos sudando.

— No, al contrario, es ventajoso para mí.

Tenía un nudo extraño en el estómago y más cuando su mirada intimidante no se apartó de mí.

— ¿Por qué?

— Los rumores ayudarán con mi plan, aunque no tomé en cuenta su vestimenta — Evaluó mi suéter azul y mi cabello mojado — Debí mandarle una ropa más decente a la habitación.

— ¿Decente? — Me irrité.

— Entienda, tal vez salgan algunas fotos y notas amarillista sobre mí con una adolescente de vestimenta corriente.

— No soy una adolescente, tampoco...

Agitó su mano — Solo le estoy informando, en mi mundo, las apariencias valen más que cualquier cosa, prueba de ello es la actitud del empleado que no quiso dejarla entrar, era por su forma de vestir, si hubiera llegado en sandalias altas, ropa de marca, maquillada y peinada, no habría puesto peros.

— Eso no me parece justo.

— Así funciona, es lamentable, pero quiero que entienda, que de ahora en adelante, la apariencia lo es todo — Entrelazó sus manos — Por ahí vamos a empezar.

No pude evitar ofenderme, incluso toqué mi cabello sin peinar.

— Al parecer será difícil.

— No demasiado — Dijo, con una expresión más suave que solo duró unos segundos — Ahora — Tomó una carpeta que estaba debajo del mantel — Este es el contrato.

Lo abrí — ¿Dónde debo firmar?

— Lea primero — Me aconsejó — Mientras pido el desayuno ¿Qué va a querer de comer? Ni siquiera abrió la carta.

— Alguna hamburguesa — Dije, sin apartar mi vista del contrato.

Lo tomó y fruncí el ceño — Nada hamburguesas — Su expresión seria me hizo encogerme de hombros.

— ¿Cuidar mi peso también entra en la lista de mi protocolo como prometida?

— No, pero usted tiene que entender que un restaurante fino, se come fino — Aclaró.

Esto sería insoportable.

— ¿Entonces qué me recomienda usted?

— Tartines u omelette, con un café con leche para acompañar.

— Yo quiero omelette.

El jefe agitó su mano hacia el mesero.

— ¿Qué van a querer? — Dijo el mesero.

— Dos omelette y dos café con leche.

— Con gusto.

El mesero recogió las cartas que le tendió el Señor Leroy.

— Usted no parece francesa.

— Nací en España.

— ¿Sus padres eran de allá? — Preguntó con curiosidad.

— Mi madre lo era. Mi padre si era francés.

— ¿Creció en España?

— Hasta los diez años, luego nos mudamos acá — Volví mi atención al contrato — Aquí dice que no puedo hablar del trabajo con nadie.

— Así es, esto será un secreto entre nosotros, si usted lo rompe, se acaba su trabajo.

Entonces no podía contarle nada a Marie.

— ¿Qué diré cuándo me pregunten?

— ¿Quién le preguntará? — Estrechó sus ojos.

— Tengo una amiga.

— Lo siento, pero mientras este trabajando para mí no puede relacionarse con la gente que solía tratar antes.

Me tensé — ¿Cómo que no?

— Siga leyendo, mi prometida debe ser una persona de mi misma posición social, no puede relacionarse con gente común.

Cerré el contrario — Lo siento, pero si quiere a una mujer con todas esas cualidades, entonces busque a una que ya las tenga.

Apretó su mandíbula y tomó de la muñeca cuando hice ademán de levantarme, su agarre firme me dejó quieta, su expresión se clavó en mí.

— Si la elegí a usted es porque estoy seguro de que no irá corriendo a contar lo que le estoy confiando. La gente de mi entorno no es confiable.

— ¿Cómo está tan seguro de que no iré de chismosa?

— Porque no le conviene, su vida ya tiene suficientes penurias para agregarle más, se que es inteligente y que no va a desaprovechar ésta oportunidad, solo serán tres meses, después podrá contactar a sus amistades — Su voz era baja, pero escondía una amenaza clara — Así que, quédese donde esta.

No entendía ¿Qué necesidad tenía ese hombre para inventar un compromiso falso? Ese no era mi problema, lo único que tenía que hacer era mi trabajo.

— Deme una pluma.

— ¿No seguirá leyendo? — Soltó mi muñeca, la huella de su agarre seguía en mi piel.

— Ya leí lo suficiente, haré todo lo que se me ordene.

Elevó una comisura y desvié mi mirada.

— Así me gusta.

Sacó una pluma de su bolsillo y me la tendió.

La tomé y firmé en el espacio señalado.

— Listo.

Cerré la carpeta y se la entregué.

— Oficialmente, está contratada, Señorita Claret Dubois.

Una sensación inquietante se asentó en mí.

El mesero llegó con la orden y la entregó.

— Ahora, coma — Ordenó, con una expresión satisfecha.

...****************...

— Buenos días, señorita Claret — Saludó el guardaespaldas de él Señor Cillian cuando salimos del hotel, el botones se apresuró a subir mi miserable equipaje a la valija de la camioneta.

— Buenos días, señor Jean.

Me dedicó una sonrisa cálida, pero se borró cuando el jefe le dió una mirada seria.

Entré en la camioneta.

Tanto lujo me hacía sentir como una cosa rara.

Jean manejó por ciudad.

— Nos reuniremos mañana nuevamente. Tengo negocios que atender — Dijo, con su mirada puesta en la pantalla de su teléfono.

Mientras tanto, yo me quedaría en su Penthouse, sin nada que hacer, ni siquiera podía contarle a mi amiga nada de lo que estaba ocurriendo.

Nos desviamos hacia la zona más lujosa.

Jean condujo y se desvió al estacionamiento de un edificio elegante y pulcro.

Aparcó en uno de los espacios.

El señor Leroy guardó su teléfono.

— Venga.

Era un brusco con las órdenes.

Lo seguí afuera.

Jean abrió la valija para sacar el equipaje.

— Deme su teléfono — Ordenó el jefe.

Se lo tendí y escribió algo allí.

— Uno de mis hombres estará a su servicio para lo que necesite en mi ausencia — Me entregó mi teléfono — Si quiere pedir comida o lo que quiera, marque ese número.

— ¿Y si quiero salir?

No respondió, tomó el equipaje de las manos de Jean y se alejó.

Lo seguí, frunciendo el ceño.

Caminó por todo el estacionamiento, se dirigió a un elevador y marcó un piso.

Entré con él, después presionó su mano palma en un panel de seguridad.

El ascensor empezó a elevarse.

La fragancia del jefe se encerró en el lugar.

Las puertas se abrieron, revelando un lujoso Penthouse.

1
Lucila Del Rio Becerra
Excelente
Mara Gamez
como va ha decir que la comida italiana no es saludable
Mara Gamez
creo que Marie sería la cura perfecta para este hacker
Lina Murillo
🤩
Judy
Excelente!
Judy
Me encantaría que continuaras con la saga de colores, me encantó cada una de ellas!!! Pero también deseo saber cómo continúa la historia de Durán, Marie, Jaén y Zannin! Lo que decidas, será bienvenido!!! Éxitos!!
Mara Gamez
olor a tutifruti
Florencia Giuliano
Excelente
Vanesa Puak
las esperaremos con ansias
autora tu jamas decepcionas felicidades espero seguir leyendo tus novelas
Vanesa Puak
ame carmesí es una novela preciosa
Cecily~★
Con Henry no te metas~ 😑 jajajaja😜 O se te va a caer lo lindo 🤣🤣🤣🤣
Cecily~★
😐...... QUÉ??? 🤯🤯 JAJAJA No la Vi venir 😅🤣🤣🤣🤣
Cecily~★
jajja qué cosas! 😅😅🤷🏻‍♀️🤣
Lizette Rojas lyon
Bueno
lauritha
excelente
Elilu
jajajaja pillo que eres Cillian
Andréas
Cilian el más acosador 😂😂 aunque le sirvió de algo
Eleonor Baker
Ahí te tiras al piso y arrastrar es muy difícil
Eleonor Baker
no ya en esas un brinco con los tigres, no suena mal
Eleonor Baker
los cables
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