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Fuego En La Tormenta

Fuego En La Tormenta

Status: En proceso
Genre:Mafia / Traiciones y engaños / Secretos de la alta sociedad / Romance oscuro
Popularitas:8.1k
Nilai: 5
nombre de autor: America Blancas

El destino de los Ling vuelve a ponerse a prueba.

Mientras Lina y Luzbel aprenden a sostener su amor en la vida de casados, surge una nueva historia que arde con intensidad: la de Daniela Ling y Alexander Meg.

Lo que comenzó como una amistad se transforma en un amor prohibido, lleno de pasión y decisiones difíciles. Pero en medio de ese fuego, una traición inesperada amenaza con convertirlo todo en cenizas.

Entre muertes, secretos y la llegada de nuevos personajes, Daniela deberá enfrentar el dolor más profundo y descubrir si el amor puede sobrevivir incluso a la tormenta más feroz.

Fuego en la Tormenta es una novela de acción, romance y segundas oportunidades, donde cada página te llevará al límite de la emoción.

NovelToon tiene autorización de America Blancas para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La Boca del Dragón

Capítulo 21: La Boca del Dragón

Desde que Alexander me pidió que empacara todo y saliéramos de esa maldita cabaña, supe que algo no andaba bien.

No fue por su tono autoritario.

Al fin y al cabo, siempre ha sido así.

Esa seguridad que proyecta, esa forma de ordenar como si el mundo entero estuviera diseñado para obedecerlo.

No.

Fue por la forma en que me miró: sin arrogancia, sin suspiro… con miedo.

Y si Alexander Meg, el hombre más intimidante que conozco, estaba asustado, entonces debía prepararme para lo peor.

El aire alrededor se volvió denso, como si el mismo ambiente hubiera entendido que algo grande estaba a punto de desatarse.

Lina estaba junto a mí, con Belian aferrado a su pecho.

Su rostro serio, demasiado serio.

Quien no la conociera podría pensar que estaba tranquila… pero yo la conocía demasiado bien.

Esa tensión en su mandíbula, la manera en que sus dedos se apretaban sobre la manta que cubría al bebé, era una alerta.

Ella también lo presentía.

En cuanto estuvimos en la camioneta negra, rodeadas por otras tres al frente y dos detrás, comprendí de inmediato que no estábamos en una simple excursión de vuelta a casa.

Esto era una evacuación.

Y eso me atravesó el pecho como un cuchillo helado.

Mi estómago se revolvió con culpa.

Yo los había traído…

Yo le había dicho a Luis que viniera.

¿Y si todo esto era mi culpa?

—Dios… —murmuré, llevándome la mano al pecho.

Lina giró hacia mí.

Su rostro estaba cansado, pero aun así me dedicó esa dulzura que solo ella sabe darme.

—No es tu culpa, Dani —me acarició el brazo, como si sus palabras pudieran arrancar la daga de la culpa que me estaba destrozando. Pero sus ojos… sus ojos no mentían. También estaba preocupada.

Belian hizo un pequeño sonido, ajeno al infierno que se estaba gestando a su alrededor.

Esa inocencia me rompió más por dentro.

Pasaron unos minutos.

Afuera, los árboles pasaban veloces, sombras deformes bajo las luces de los faros.

El paisaje que antes era hermoso, cálido, lleno de promesas de descanso… ahora se sentía hostil.

Como un monstruo esperando el momento exacto para abrir la boca y tragarnos vivos.

Yo me mordí el labio, incapaz de controlar el temblor en mis manos.

De pronto, un crujido por el intercomunicador de la camioneta me tensó los nervios como un disparo directo.

—Vehículo sospechoso acercándose por el flanco derecho —informó uno de los hombres de Alexander con voz grave.

Alexander asintió, sin titubeos, como si hubiera esperado esas palabras desde hacía horas.

Desenfundó su pistola con un movimiento ágil y la colocó sobre su pierna, lista para usarse.

El silencio dentro del vehículo se volvió espeso.

Nadie respiraba.

Nadie se movía.

—Tomen otra ruta —ordenó con calma al conductor—. Que los de la retaguardia cubran el movimiento.

No tardó mucho.

El primer disparo rompió el cristal trasero como una maldita explosión.

El sonido fue ensordecedor.

El bebé lloró de inmediato, Lina se agachó cubriéndolo con su cuerpo, protegiéndolo como una fiera, y yo, en automático, grité.

Alexander ya estaba disparando por la ventana, sus movimientos precisos, fríos.

Otra camioneta respondió al fuego desde atrás, el sonido metálico de las balas llenando el aire como una sinfonía de muerte.

Todo era caos, ruido, adrenalina pura.

—¡Acelera, joder! —gritó Alexander al conductor.

El motor rugió.

Las ruedas chirriaron contra el asfalto.

El sonido de los disparos me retumbaba en los oídos, un eco interminable que me hacía pensar que ya no había mundo más allá de esa emboscada.

Yo intenté buscar a Lina con la mirada entre el caos y la encontré agachada, encogida, cubriendo a Belian con su propio cuerpo, como si su vida misma no importara en comparación con la del bebé.

De repente, un grito ahogado me heló la sangre.

—¡Lina!

La vi caer sobre el asiento, un hilo rojo manchando su espalda, extendiéndose como una flor oscura.

Mi cuerpo se congeló.

—¡No, no, no! —grité, mi garganta desgarrándose.

El tiempo se detuvo.

Alexander reaccionó al instante.

—¡A la Boca del Dragón! —le gritó al chofer, empujándolo para tomar el volante él mismo.

El convoy cambió de ruta con violencia.

Dos vehículos de seguridad nos flanquearon, intentando contener la emboscada.

Yo estaba en shock.

Todo mi cuerpo temblaba.

Lina jadeaba, su rostro pálido, sus labios temblorosos.

—Estoy bien… —murmuró, apenas audible, con los ojos entrecerrados—. Belian está bien.

Pero no estaba bien.

Lo sabía yo, lo sabía ella, lo sabíamos todos.

Yo no podía respirar.

No podía hacer nada más que apretar su mano con desesperación, tratando de contener las lágrimas, tratando de transmitirle fuerza cuando la mía me abandonaba.

—Todo esto es por mi culpa… —susurré, con la voz quebrada.

Lina negó suavemente con la cabeza, aun con el dolor consumiéndola.

—No, Daniela —me dijo con la poca fuerza que le quedaba—. Solo confía en Alexander. Y en Luzbel.

“Confía”, me dijo.

Pero ¿cómo confiar cuando acabas de ver a tu hermana herida por una bala?

Alexander conducía como un demonio, sus ojos enfocados en el camino, su mandíbula apretada, cada músculo en su cuerpo tenso.

Los disparos seguían, uno tras otro, como un maldito tambor de guerra.

Uno de los guardias disparaba desde la ventana trasera, maldiciendo entre dientes.

Yo giré la cabeza hacia atrás… y lo vi.

Una fracción de segundo.

Un rostro entre los atacantes, iluminado por los destellos de las balas.

Juraría que era él.

Emiliano.

Mi primo.

Parpadeé.

El corazón me martilló en el pecho.

No podía estar segura.

No podía decirlo en voz alta.

Pero si era cierto…

¿Por qué?

¿Por qué estaba ahí, disparándonos?

El trayecto hacia la Boca del Dragón fue eterno, un túnel de balas y gritos.

Cuando finalmente llegamos, varios hombres armados salieron a recibirnos.

Sus rostros eran serios, sus armas listas.

Ellos no preguntaban, no titubeaban.

Lina fue cargada con cuidado, su cuerpo tembloroso, llevada directamente a la enfermería improvisada del lugar.

Había un médico especializado esperando, preparado para emergencias de este tipo.

Belian seguía llorando, inconsolable, pero ileso.

Yo solo quería que alguien me dijera que Lina iba a estar bien.

Que esto era una pesadilla y que pronto íbamos a despertar.

Alexander se me acercó.

Sus manos manchadas de sangre (no suya), su respiración agitada, su camisa pegada al cuerpo por el sudor.

Me miró directamente a los ojos.

—Ya están a salvo —dijo.

Yo lo miré, temblando.

—¿A salvo? —pregunté, con la voz rota—. ¿A salvo de qué, Alexander?

Él suspiró.

Se quitó las gafas con un movimiento lento, como si necesitara mirarme sin barreras.

Su mirada me atravesó.

Intensa.

Sincera.

—Luis es hermano de José Men… —dijo, su voz cargada de gravedad—. El hombre que maté en una guerra territorial hace dos años.

Sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies.

—Vino por venganza. Y no viene solo —continuó, su voz como acero—. Hay alguien más detrás de esto. Alguien que acaba de robarnos un cargamento completo en la Ciudad A.

Yo tragué saliva, un nudo enorme ahogándome.

—¿Y Rita? —pregunté, aunque ya intuía la respuesta.

—Cómplice. Sabemos que están juntos. Y sabemos que los pusieron cerca… para llegar a Lina, a ti, a Belian.

Tuve que apoyarme contra la pared para no caer.

—¿Qué… qué vamos a hacer? —susurré, apenas respirando.

—Luzbel ya está al tanto —dijo con firmeza—. Él me ordenó que las sacara de ahí. Está furioso. Pero más que eso… está preocupado. Lina es su mundo.

Alexander me miró entonces, con esa intensidad que quemaba.

Como si buscara leer algo dentro de mí, como si quisiera asegurarse de que no iba a derrumbarme.

—Dani, lo que viste hoy… —susurró, grave, como una sentencia—. Es solo el comienzo. Esta guerra aún no ha empezado.

Me quedé en silencio.

Por dentro, estaba rota.

Pero también lo sabía.

No podía seguir siendo la misma.

No podía permitirme ser la Daniela que se escondía, la que se culpaba, la que dudaba de todo.

Porque ahora, más que nunca, necesitaba proteger a Lina.

A mi familia.

Y tal vez… también a Alexander.

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Stella Romero
linda muy misteriosa
Stella Romero
esta novela es maravillosa tiene todo hasta el menú de comernos las uñas de hacer un río de lagrimas😭😭😭
Stella Romero
ayyy que miedo verraco miedo senti g/Sob//Sob//Sob//Sob//Sob//Sob//Sob/
Stella Romero
no no muera porque aca terminó de leer
Stella Romero
vaya que aburrida pensar en lo que le dijo amara y no estar pendiente de la misión....
Stella Romero
el cómplice de Emiliano será el padre de Alexander?
Stella Romero
porque no decirle la verdad que vio a Emiliano
Stella Romero
curvas del destino es linda ahora voy por la segunda temporada fuego en la tormenta
America Blancas: Espero que te guste hermosa❤️
total 1 replies
Romy Sinner
espectacular
Romy Sinner
súper atrapante la novela! te felicito y espero ansiosamente más capitulos
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