Thiago siempre fue lo opuesto a la perfección que sus padres exigían: tímido, demasiado sensible, roto por dentro. Hijo rechazado de dos renombrados médicos de Australia, creció a la sombra de la indiferencia, salvado únicamente por el amor incondicional de su hermano mayor, Theo. Fue gracias a él que, a los dieciocho años, Thiago consiguió su primer trabajo como técnico de enfermería en el hospital perteneciente a su familia, un detalle que él se esfuerza por ocultar.
Pero nada podría prepararlo para el impacto de conocer al doctor Dominic Vasconcellos. Frío, calculador y brillante, el neurocirujano de treinta años parece despreciar a Thiago desde la primera mirada, creyendo que no es más que otro chico intentando llamar la atención en los pasillos del hospital. Lo que Dominic no sabe es que Thiago es el hermano menor de su mejor amigo y heredero del propio hospital en el que trabajan.
Mientras Dominic intenta mantener la distancia, Thiago, con su sonrisa dulce y corazón herido, se acerca cada vez más.
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Capítulo 23
Un Nuevo Tipo de Fiesta
El día amaneció tranquilo, con un cielo despejado y una brisa suave entrando por las ventanas del apartamento.
Thiago se despertó lentamente, sintiendo el aroma del café que venía de la cocina. Se estiró aún acostado, los ojos enfocándose en el techo por unos segundos antes de sonreír con suavidad — una de esas sonrisas que no venían con frecuencia, pero que se estaban volviendo más naturales.
Cuando se levantó y fue hasta la sala, encontró a Dominic preparando una bandeja con tostadas, bizcocho sencillo y una vela encendida finita en el centro.
— ¿Qué…? — murmuró Thiago, sorprendido.
Dominic se giró, una sonrisa cómplice en los labios.
— Sin felicitaciones tradicionales, sin cantos. Solo... un desayuno especial porque hoy el mundo tuvo la suerte de recibirte. Y yo tuve la suerte de encontrarte en él.
Thiago se detuvo en medio de la sala, estático. Los ojos se le humedecieron antes incluso de que dijera cualquier cosa. Y cuando Theo apareció en la puerta con una maceta pequeña de suculenta en las manos y una nota escrita a mano, todo se derrumbó de golpe.
— Feliz cumpleaños, pequeño. Sé que esta fecha duele… pero hoy quisimos mostrarte que también puede acoger. Puede ser sobre el amor que inspiras.
El silencio fue la respuesta, seguido por un abrazo apretado que Thiago les dio a los dos. Lloró. De sollozar. De quedarse sin aire. Pero por primera vez, no fue por dolor.
Fue por sentirse amado.
Más tarde, cuando la noche cayó sobre la ciudad y Theo ya había regresado al hospital por un turno de urgencia, Dominic y Thiago estaban acostados lado a lado en el sofá. La luz baja de la lámpara creaba un ambiente íntimo, acogedor.
Thiago se giró de lado, encarando a Dominic.
— Hoy… fue el cumpleaños más bonito de mi vida.
Dominic tocó su rostro con cariño.
— Te mereces todos los días bonitos del mundo.
— Quería… — Thiago tragó saliva, los ojos fijos en los de Dominic. — Estar más cerca. Hoy. De verdad. Si es contigo… no tengo miedo.
Dominic tardó un momento antes de responder. La intensidad en su mirada lo decía todo.
— Solo si estás seguro, Thi.
— Lo estoy — dijo, decidido. — Confío en ti. Confío con todo lo que soy.
**
La cama estaba suave. La piel de Dominic era cálida. Los besos comenzaron despacio, cuidadosos, como si cada toque fuera un pacto silencioso de respeto y entrega.
Thiago temblaba, pero no era miedo. Era deseo. Era la emoción de finalmente permitirse ser tocado por alguien que lo veía por entero — que no quería nada más que la verdad que él ofrecía.
La ropa cayó poco a poco, como si no hubiera prisa. Dominic se acostó sobre él, con el peso bien distribuido, los ojos fijos en los de Thiago todo el tiempo.
— Puedes parar en cualquier momento. Es tu cuerpo, es tu elección.
— No quiero parar. — La voz de Thiago salió baja, pero firme.
Los besos descendieron por el cuello, por las clavículas, por la barriga. Las manos se encontraron. Los cuerpos se ajustaron con naturalidad. Los gemidos fueron suaves al principio, luego más intensos, pero nunca desconectados.
Era más que placer.
Era cura.
Dominic se movía con cariño e intención. A cada nuevo toque, preguntaba sin palabras: "¿Estás bien?". Y a cada nueva respuesta de Thiago — un suspiro, un gemido, una mirada — él decía: "Sí. Quiero. Puedo".
Fue lento, íntimo, honesto. Un acto de amor en su forma más cruda y bonita.
Y cuando terminaron, acostados lado a lado, los corazones aún acelerados y los dedos entrelazados, Dominic susurró:
— Fuiste la cosa más valiente y linda que he visto en mi vida.
Thiago cerró los ojos y sonrió, sintiendo el pecho ligero como nunca antes.
— Por primera vez… me sentí entero.
Y en aquel cuarto, envuelto por el silencio de la noche y por las sábanas revueltas, nació algo nuevo.
Un nuevo comienzo.
El silencio que se produjo era diferente de todos los anteriores.
No era incómodo. Ni cargado. Era un silencio de paz.
Thiago estaba con la cabeza apoyada en el pecho de Dominic, sintiendo su corazón latir a un ritmo lento y constante. El toque de los dedos de Dominic en su espalda era suave, trazando caminos invisibles que parecían curar heridas antiguas, incluso aquellas que Thiago aún no sabía nombrar.
— ¿Está todo bien? — preguntó Dominic, la voz ronca por la intensidad de lo que habían vivido.
— Está más que bien… — murmuró Thiago, sin moverse.
Dominic sonrió, los labios tocando la parte superior de su cabeza en un beso tranquilo.
— Tengo miedo — confesó Thiago. — No de lo que hicimos… sino de lo que estoy sintiendo. De lo que esto puede llegar a ser. De perderme de nuevo.
Dominic lo abrazó más fuerte, como si su cuerpo pudiera prometer refugio.
— No te vas a perder. No conmigo. Podemos equivocarnos, podemos tropezar… pero yo voy a estar aquí. Para sostenerte, y para ser sostenido también.
Thiago levantó el rostro lentamente, encarando a Dominic en los ojos.
— No quiero ser una carga más. Ni para ti, ni para Theo.
— No eres una carga, Thiago. Nunca lo fuiste. Eres alguien que carga con el peso del mundo y aún consigue sonreír. Alguien que sobrevivió a más de lo que debía. Y que ahora merece aprender lo que es el amor. Con calma. Sin prisa.
Los ojos de Thiago se humedecieron de nuevo. Pero había brillo allí. Había vida.
— Hablas como si yo fuera especial.
Dominic pasó el pulgar por su mejilla.
— Porque lo eres.
Por algunos minutos, se quedaron solo allí. Acostados juntos, respirando al mismo compás, en silencio. Thiago jugaba con los dedos de Dominic, distraído, como si estuviera intentando memorizar cada curva de su mano.
— ¿Ya amaste a alguien antes? — preguntó Thiago, de repente.
Dominic tardó algunos segundos en responder.
— Creí que sí, una vez. Pero no era amor. Era carencia. Deseo de ser aceptado. Pero contigo… — respiró hondo, mirando al techo. — Es diferente. Es más calmado. Más verdadero. Parece que... estoy en casa.
Thiago se calló por un instante, luego susurró:
— No sé lo que es amar. Pero… creo que si es esto lo que estoy sintiendo ahora, entonces... tal vez esté comenzando.
Dominic acercó su cuerpo, cubriendo a ambos con la sábana arrugada.
— Lo vamos a descubrir juntos.
Y en aquella madrugada tranquila, entre toques y palabras bajas, entre sonrisas tímidas y miradas intensas, algo se afirmaba: un vínculo. Frágil aún, pero real. Plantado con cuidado, brotando por primera vez en un suelo donde, finalmente, había espacio para florecer.